RUBÉN MOREIRA
Hay quienes culpan del desastroso momento de violencia en el cual nos encontramos a Felipe Calderón; otros al prohibicionismo de algunas drogas y unos más al sistema económico
El país vive, fuera de sus años de guerra civil, el mayor momento de violencia en su historia. Son 12 años de un espiral de homicidios que parece no cesará nunca. Vemos a muchos políticos y líderes de opinión plantear, sin éxito o sin que les tomen en cuenta, todo tipo de análisis y recomendaciones. No estamos en las condiciones de un Estado fallido, pero sí de uno disfuncional.
En la arena política es común encontrar acusaciones y reproches entre los diversos bandos y partidos. Hay quienes culpan del desastroso momento de violencia en el cual nos encontramos a Felipe Calderón; otros al prohibicionismo de algunas drogas y unos más al sistema económico. Es cierto que Felipe Calderón, a juzgar por sus resultados, tuvo un pésimo desempeño en materia de seguridad y lo mismo se puede decir de otras autoridades que no mejoraron los indicadores en la materia.
¿La paz es posible? La respuesta es sí. La solución en sí misma es muy simple, pero compleja y difícil al momento de ser instrumentada. Se requieren una clara voluntad de gobierno, políticas públicas adecuadas y un espacio de tiempo razonable. El lector cuestionará sobre el segundo de los elementos —políticas públicas— argumentando que con él se puede decir todo y nada; al respecto, baste decir que, si revisamos los lugares del país donde ha mejorado la seguridad, nos daremos cuenta de que su éxito se fincó en aplicar fórmulas conocidas e incluso de bajo costo.
La violencia disminuyó en donde: se limpiaron las policías y se les aumentó el salario; se crearon cuerpos élite; se construyó, aun modestamente, un sistema de inteligencia; se golpearon los ingresos del crimen; se generó empleo y se invirtió en educación, deporte y cultura. Como se observa, no se trata de descubrir el hilo negro. Lo complejo radica en la voluntad de las autoridades y la persistencia de éstas para instrumentar las políticas públicas.
Las autoridades exitosas asumieron el combate al crimen, incluso en áreas donde pudieron haber objetado falta de competencia; en no pocas ocasiones peregrinaron en oficinas federales pidiendo apoyo; otras veces, padecieron del abandono, desconfianza o los ataques de quienes deberían de colaborar con ellos. El éxito llegó por su tenacidad y el tino de sistematizar procedimientos y evaluar resultados.
La violencia se ha convertido en un problema de seguridad nacional y, por lo tanto, de estabilidad económica, política y social del país, además de que coloca en un grave riesgo a los habitantes del país.
Si ustedes me preguntan sobre la pertinencia de la Guardia Nacional, no dudo en reconocer que es un elemento que requiere el nuevo gobierno; pero también puedo afirmar que, por sí misma, es insuficiente para traer la paz.
Lo es como lo han sido muchas otras acciones aisladas de los últimos gobiernos federales.
Para lograr el éxito se requiere una política de Estado, una voluntad de Estado y una conducta de Estado que se refleje en la coordinación gubernamental que no hemos tenido en los últimos 12 años, y en la sistematización de las políticas públicas y la evaluación permanente de los resultados.
*El autor es diputado federal por el PRI; fue gobernador de Coahuila, y durante su sexenio hubo una clara y notoria mejora en los indicadores de seguridad en éste estado. Este artículo se publicó originalmente en el periódico El Heraldo de México, y lo reproducimos con autorización del autor.
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