El hijo desobediente
En esta ocasión te platico de un hecho vergonzoso, atroz, que la verdad hasta pena me da comentarlo, el cual sucedió hace más de 180 años, aquí en esta hermosa ciudad de Saltillo, para ser exactos en el mes de febrero de 1830. Un mal hijo, de esos que en ocasiones nacen, de esos que se les olvida que madre sólo hay una, de esos que no debería de existir, y quien por nombre llevaba Ildefonso Vazquez, osó golpear con una serie de guantadas y ganchos al higado a la autora de sus días, es decir a su madre, quien se llamaba María Josefa Sánchez.
El angelito, por no decirle de otra manera se molestó con su madre, cuando ella le recriminó el comportamiento que tenía con su cuñada, con quien andaba de coscolino. Después de ser estrujada y golpeada por su hijo, Josefa se dirigió de inmediato con el Alcalde de esta hermosa ciudad de Saltillo, quien de manera isofacta solicitó la detención del sujeto.
Cuando la autoridad llegó por Ildefonso, la madre, tal vez envalentonada por la presencia de la autoridad, tomó a su retoño por la oreja reclamandole su comportamiento a lo que el hijo le contestó: “Válgame Dios, madre, dejeme”, quitando con violencia la mano de su oído. Pero los gendarmes enviados por el Alcalde no vieron que le diera golpe, golpazo, porrazo, portazo, zambombazo o testarazo, pero si observaron que Josefa, la madre, tropezó con un tronco que detenía la puerta del zaguán y al caer se desmayó.
Pero no vaya a creer estimada y estimado Saltillense que fue todo lo que sucedió. No, en este pleito entre madre e hijo hubo golpes, estirón de orejas, tropiezos y desmayos, pero el colmo de este pleito fue cuando la cuñada de Ildefonso, la nuera de Josefa, sí, por la que había empezado la bronca debido a que Ildefonso le lanzaba los perros y le hacia ojitos pispiretos, a pesar de ser esposa de su hermano, denunció ante la autoridad que Ildefonso le pidió que con un cuchillo apuñalara a su madre. Si, ella, es decir la mujer en disputa, la cuñada de Ildefonso o la nuera de Josefa, confesará que efectivamente Ildefonso no sólo se había portado mal con su mamá, sino hasta con su hermano.
Dice la canción de Antonio Aguilar, la del hijo desobediente, “Que no me entierre en sagrado, que me entierre en tierra bruta, donde me trille el ganado”. Pues así de esa manera debieron de enterrar a Ildefonso, que no sólo anduvo de ojo alegre con su cuñada, sino que golpeo a su madre. Definitivmente Ildefonso, el mal hijo, el hijo desobediente, es un Saltillense que no vale la pena presumir.



