TERESA GURZA
No hace ni un mes que dimos la bienvenida al 2019 y estamos ya metidos México y el mundo, en serias dificultades.
Enero llegó con mano pesadita; pero nos trajo una espléndida luna con eclipse incluido.
Y como sucede todos los principios de año, la prensa se ha dado vuelo enumerando los problemas económicos y políticos, que la humanidad podría experimentar.
En México el año será difícil; empezó con la escasez de gasolina y la explosión del ducto petrolero en Hidalgo, donde decenas perdieron la vida por ignorancia y pobreza-
Convencidos que el petróleo es de todos corrieron a llenar envases, para ganarse unos pesos; y luego, intoxicados por los gases, parecían estar de fiesta frente a soldados y policías que los vieron durante horas sin dispersarlos para no confrontarlos; pero tampoco los protegieron.
Peor actuaron los funcionarios de Pemex encargados de abrir y cerrar las válvulas de ductos; se percataron de la fuga, pero la consideraron “leve” y la cerraron CUATRO HORAS, después.
Y ahora, igual que en sexenios anteriores, pretextan que cumplieron los protocolos.
No quiero imaginar que sucederá, con esos cientos de pipas manejadas por inexpertos que pronto empezarán a correr por las carreteras nacionales.
Ni cuando sea un hecho, la militarización del país con la Guardia Nacional; que los diputados morenistas aprobaron, a cambio de quien sabe qué, con los votos de ese mismo PRI que AMLO caracterizaba hace poquísimo, como mafia en el poder.
Tampoco será fácil lidiar con las crecientes caravanas de centroamericanos, ni con las ocurrencias que vayan teniendo el presidente gringo y el nuestro; cada día, más parecidos.
Y López Obrador deberá capear protestas por la reducción de presupuestos y salarios en los institutos autónomos y los congresos locales; 17 de los cuales lo han tirado a loco, autorizándose dineros que poco tienen que ver con la austeridad.
Además de conflictos entre Estados, guerras atrasadas y pobreza, el mundo enfrentará amenazas que El País llama, “rinocerontes negros»; problemas que vienen del pasado y los gobiernos no pudieron parar.
Y hay que añadir, inesperados fenómenos que nunca faltan como fueron el Brexit y la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Amenaza grave es la crisis de gobernabilidad y el aumento de la desigualdad que han llevado «al surgimiento de populismos, nacionalismos y xenofobia, antieuropeísmo, desgaste de la política, descrédito de lo intelectual, falta de perspectivas».
Sobran ejemplos de que lo que empieza como protesta por alza de precios, o entrada de emigrados, prende en cuestión de horas por el mundo tan injusto que vivimos; reflejado en el último informe de Oxfam, que indica que 26 millonarios concentran la mitad de la riqueza del orbe.
La inmigración será otro de esos rinocerontes porque no habrá elección ni agenda que pueda escabullirla.
Los partidos de izquierda han sido incapaces de explicar a sus votantes, lo que tiene de positivo y han dejado que la derecha controle el debate, impulsando temores y exagerando los inconvenientes que causan los recién llegados; que muchos piensan, están cambiando sus países «para peor».
No podemos olvidar que hace 100 años surgió el fascismo; y que, para no pasar de nuevo esa atrocidad, la izquierda debe atender las inquietudes de la gente; porque de seguir así, los ganones serán los partidos extremistas.
Graves amenazas son también, el deterioro del medio ambiente y de la salud.
Para analizarlas se formó la Comisión EAT-Lancet, foro internacional con 37 expertos de 16 países, que ha trabajado tres años para elaborar un modelo de dieta que permita al mismo tiempo, salvar el planeta y al ser humano.
Sus conclusiones acaban de conocerse y aseguran que nuestro modelo de consumo es insostenible y urge transformar radicalmente el sistema alimentario y la agricultura, “para evitar once millones de muertes prematuras y sortear la catástrofe ambiental”.
Recomiendan disminuir el consumo de carnes rojas, huevos y azúcar; duplicar el de frutas frescas y secas, verduras y legumbres; limitar el empleo de agua y el uso de tierras, reducir a la mitad el desperdicio alimenticio y que ganaderos y agricultores dejen de emitir dióxido de carbono y reduzcan la contaminación por nitrógeno y fósforo.
Advierten que el consumo de carne roja y de alimentos procesados, acarrean mayores riesgos para la salud que el sexo no seguro, el alcohol, la droga y el tabaco, juntos.
Y dicen que es “más difícil cambiar de dieta que de religión”.
Pero, pese a todo, Sonja Vermeulen integrante de la comisión, se muestra optimista: “Hemos visto enormes cambios en la dieta mundial en el pasado, así que podemos hacerlo”.
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