Los fenómenos sociales constituyen un extenso escenario de observación. Augusto Comte definió las bases de la sociología, ciencia novedosa incluso desde su grafía pues mezcla una raíz latina con un sufijo griego, pero en la mente de Comte tenía claridad, era entendida como la física social. Es decir, los fenómenos sociales pueden ser observados desde la ciencia, como lo que son y no como lo que debieran ser.
Muchos afirman que las cosas no son como son, sino como somos, como bien escribió Umberto Eco, la realidad de cada quien es la percepción de cada cual.
Como país vivimos una crisis con el desabasto de la gasolina. La ciudadanía se volcó no solo en las calles sino también en las redes y en los medios de comunicación.
La crisis permeó en las redes a través de las unidades culturales que llamamos memes, y el mexicano, si se burla de la muerte, obvio se burló del desabasto. Vimos como el valor de un producto se determina por su escasez y la facilidad de acercarnos a él, por ello incluso se le llamó a la gasolina el “vital líquido”.
Pero también los detractores políticos encontraron en la crisis gran material e insumos para atacar, las imágenes apocalípticas se distribuían preludiando el fracaso no de una estrategia sino de todo un país.
Otro fenómeno también apareció, aparecieron los defensores, aquellos que no aceptaban ningún error y justificaban cualquier acción en el fondo, confundiendo el fondo de una acción con la forma de su implementación.
Incluso se puso en el debate nacional si se debía atacar o no el “huachicoleo” es decir, atacar una conducta ilícita solo debe hacerse si no nos causa una afectación. Porque ese era el discurso de muchos, y evidentemente es equivocado y peligroso, la corrupción, la ilicitud no debe ser un estilo de vida al cual nos acostumbremos, perseguir el delito debe alentarnos y no alarmarnos.
Esta crisis reveló varias cosas, el hábil manejo de las masas que el presidente López Obrador hizo, mantuvo e incluso aumentó su bono popular ante una situación cuyo fondo fue bueno pero la forma fue mala. Pero al mismo tiempo reveló novatez e improvisación, una ausencia de liderazgo en las instituciones participantes y un mal manejo de comunicación. La monopolización del discurso por el presidente reveló una secretaría sin información, una para estatal sin experiencia. En lugar de pensar en el gobierno que merecemos, construyamos el gobierno que necesitamos.
El discurso redundante de confundir la forma con el fondo y alertar que quien estuviera juzgando el desabasto estaría a favor del robo. Es peligroso ese discurso, puede levantar odio y encausarlo equivocadamente. Es decir, que paguen justos por pecadores. Pero nadie puede argumentar contra emociones pasadas sin que suene a justificación.
La agresión está a flor de piel en una sociedad que confunde la justicia con la venganza, los detonantes siguen siendo cualquier cambio en nuestro estilo de vida, cuidado con construir un escenario donde el detonante sea la sola existencia del otro.
Yo soy Héctor Gil Müller, y estoy a sus órdenes
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