El experto en inmunología del Cinvestav, Vianney Ortiz Navarrete, señaló que desde finales del siglo pasado se vive una nueva era en esta rama
En 2002, el inmunólogo japonés Tasuku Honjo fue invitado a México para la clausura del XV Congreso Nacional de Inmunología; 16 años después el investigador es merecedor, junto con el estadounidense James Allison, al Premio Nobel de Medicina por sus aportaciones de la inmunoterapia contra el cáncer.
Quien invitó en aquella ocasión a México al ahora laureado investigador japonés fue Vianney Ortiz Navarrete, científico del Cinvestav y en aquel momento presidente de la Sociedad Mexicana de Inmunología, mismo que ahora celebra la designación por parte del Instituto Karolinska, de Suecia.
“La investigación realizada por Tasuko Honjo y James Allison resucitó la inmunoterapia”, sentenció el investigador del Cinvestav, quien sustentó su dicho al recordar que a partir de estas investigaciones, llevadas a cabo a finales del siglo pasado, fue posible darle nuevas alternativas al uso de anticuerpos como coadyuvantes en el tratamiento contra el cáncer.
Hasta entonces, la inmunoterapia estaba concentrada en el uso de anticuerpos contra patógenos. Por ejemplo, primero se emplearon contra la toxina diftérica y tetánica, a finales del siglo XIX, aunque eventualmente cayeron en desuso, y en la actualidad son parte del tratamiento contra el tétanos. Pero con el advenimiento de las tecnologías se han podido obtener anticuerpos producidos en el laboratorio que además de combatir a microorganismos, ahora son útiles contra los tumores.
Ortiz Navarrete refirió que antes de los aportes de los actuales ganadores del Nobel de Medicina se dudaba de la relevancia del sistema inmunológico para contener la aparición de tumores. Primero se pensaba que el sistema inmune no participaba en el control de los tumores; después, se comprobó que sí logra contenerlos, pero en algún momento es sobrepasado por las células cancerígenas y aparecen las neoplasias.
Pero a partir de las investigaciones de los científicos japonés y estadounidense, que se enfocaron en analizar las moléculas CTLA-4 y PD1, relacionadas con las funciones de la desactivación de los linfocitos T del sistema inmune (este fenómeno también se conoce como regulación inmune negativa), fue posible emplear la inmunoterapia como una herramienta coadyuvante contra algunos tipos de cáncer.
Gracias a la investigación, reconocida con el Premio Nobel de Medicina 2018, es posible controlar la activación de los linfocitos T, que participan en el control de las células tumorales, ya que estos anticuerpos al atacar en un principio de manera constante a los tumores suelen agotarse y ser sobrepasados por la enfermedad. Sin embargo, a través de la inmunoterapia es posible manipular en forma molecular la activación y desactivación de los anticuerpos, y de esa manera darle nuevos bríos al sistema inmune a fin de que pueda atacar a los tumores.
Lo que inicialmente realizaron ambos investigadores fue una investigación básica al identificar los mecanismos en los que se “prenden y apagan” los linfocitos T. “James Allison describió la relación de una proteína llamada CD28, que al interactuar otra molécula llamada CTLA4 para darle una señal negativa, hace que se apague la actividad y deja de ser funcional. En el caso de Tasuko Honjo, describió otra señal negativa de la molécula PD-1.
El problema es que cuando la señal negativa se mantiene por mucho tiempo o de manera permanente, el linfocito deja de ser funcional y ya no puede matar a las células tumorales. Entonces, lo que ambos grupos de investigación hicieron fue a partir de ese conocimiento generar anticuerpos para impedir la interacción de las proteínas CD28 con su receptor CTLA4, y de la PD-1 con el PD-1L, con lo que linfocito T recupera su función y es capaz de eliminar al tumor”, explicó el investigador del Cinvestav.
Desde aquella vez en que Tasuku Honjo visitó por primera vez nuestro país, la inmunología ha prosperado como tratamiento coadyuvante contra diversos tipos de cáncer, y cada vez se realiza más investigación para ampliar el abanico de posibilidades de su uso en otros tipos de neoplasias. Incluso, en un país como México, con amplia tradición en investigación oncológica, es posible emplear este conocimiento a fin de realizar nuevas líneas de estudio.
Sin embargo, Vianney Ortiz Navarrete reconoció que el conocimiento reconocido con el Premio Nobel de Medicina 2018 fue generado a partir de investigaciones de alto riesgo que sólo pueden realizarse en países con alta inversión en ciencia, donde no todos los proyectos de investigación tienen certeza de concluir con buenos resultados, lo que significa una gran ventaja para poder experimentar y poder aportar estos hitos del conocimiento. (CINVESTAV)
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