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No podía haber manifestación más contundente del riesgo que corre el país cuando se conjugan necedad, improvisación, poder absoluto y ausencia de contrapesos.

Pero ni modo de decir que los resultados de la consulta sobre el aeropuerto y su impacto no eran previsibles, ya se anticipaba y nadie hizo nada decididamente para cambiar el curso de las cosas.

Y es un falso consuelo la versión de que el gran perdedor ha sido Carlos Slim, pues podrá haber perdido 9 mil millones de pesos, como dicen, pero cuando su fortuna está calculada en más de 60 mil millones de dólares, estaríamos hablando de que no perdió ni el uno por ciento, y eso no le genera inestabilidad alguna.

Quienes pierden en este tipo de crisis son la clase trabajadora, los profesionistas, comerciantes, pequeños y medianos empresarios.

Como lo hemos señalado antes, el único contrapeso posible en la nueva conformación del poder en México es la participación ciudadana, activa e informada, pero estamos también ante la realidad de un vacío de liderazgo, los que ocupan alguna posición de influencia actúan con gran cautela y dejan cancha abierta a López Obrador y su actuar a capricho.

Y claro, los cercanos al nuevo grupo en el poder se comportan con soberbia, tal es el caso de Reyes Flores Hurtado, quien recién declaró que trabajarán en colaboración con el gobierno de Coahuila, pero pedirán cuentas en temas como la deuda pública y la matanza de Allende.

Sean o no temas pendientes en la agenda política y social de Coahuila la deuda y Allende, ¿con qué facultades podrá Reyes pedir cuentas?.

Como mando de todas las delegaciones federales en Coahuila tendrá efectivamente Flores Hurtado mucho poder y acceso presupuestal, pero sus facultades legales serán administrativas, y en lo político traerá la encomienda de crear base y estructura para controlar las futuras elecciones, la fiscalización no le corresponde, que no amague entonces.

 

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La situación desesperada que ha planteado Tita Flores Boardman, alcaldesa de Ramos Arizpe,  por el costo que le representa a su administración pagar la deuda que dejó Ricardo Aguirre, al grado de que en los primeros diez meses de su gobierno, que es de doce, no ha podido realizar obra pública, da la referencia para dimensionar el valor del legado que dejó Jericó Abramo Masso cuando consiguió cerrar su gestión municipal sin adeudos con la banca y proveedores.

Ese logro le implicó en su momento a Jericó sacrificar algunos proyectos y modificar otros, y tuvo también su costo político pues despertó el enojo y reacciones furiosas de quienes dejaron empeñado el futuro de Coahuila con la escandalosa deuda pública estatal, pero su administración es recordada como una de las más eficientes en las últimas décadas, mantuvo la ciudad segura, los servicios públicos en buenos niveles y hubo importante obra, destacando dos Biblioparques.

Más allá, los beneficios de esa deuda cero en Saltillo, se siguen percibiendo ahora que Manolo Jiménez Salinas ha llevado su administración generando inversiones en infraestructura, equipamiento y servicios, además de un estricto cumplimiento en los compromisos con los proveedores.

Y aquí tenemos el marco para comparar, y reflexionar que no todo es tener cero deuda, pues lo que hemos visto en Saltillo en estos diez meses supera por mucho lo que se hizo en cuatro años con Isidro López Villarreal.

Para empezar hoy hay gobierno y administración.

Podrá decirse que Manolo no afronta la misma situación política que Isidro, quien debió soportar un asedio político que en no pocas ocasiones derivó hasta en insultos personales, pero eso no es culpa exclusiva de quien enderezó ese acoso, el anterior gobernador Rubén Moreira, sino del propio López Villarreal que no tuvo dignidad, temple ni astucia para superar esa situación y se enconchó lastimeramente.

Y al margen de lo político, además de finanzas sanas para que un gobierno dé resultados se necesitan visión, orden y voluntad, y con Isidro todo terminó en sus buenas intenciones, pues nunca logró imponerse a la voracidad e indolencia del equipo del que se rodeó, anulando los esfuerzos de los pocos colaboradores con honestidad, conocimiento y oficio, que no llegaban a cinco, Esther Quintana Salinas, Carlos Orta Canales, Roberto Castro Sifuentes y Fernando Pérez Charles.

Hay que puntualizarlo, no siempre la deuda es mala, cuando se contrata en forma responsable y dentro de las posibilidades reales de pago es una oportunidad para invertir en obras que de otra manera no sería posible realizar, y cabe señalarlo ahora porque seguramente en los próximos días no faltará quien se razgue las vestiduras cuando llegue al Congreso la solicitud del Cabildo para que se autorice contratar un crédito a Aguas de Saltillo.

Aguas de Saltillo es una empresa paramunicipal que opera en números negros, pero requiere del apalancamiento bancario para las obras que  permitirán el desarrollo en Derramadero.

Habrá que cuidar, y esa es una tarea de los financieros, que la deuda no comprometa el flujo regular de la paramunicipal y siga en posibilidad de afrontar los gastos de mantenimiento y operación en la prestación del servicio.

 

 

 

 

Autor

Eduardo De la Peña de León

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