¿Debe la Iglesia permitir que los sacerdotes se casen, para evitar más escándalos de pederastia?

Foto: Agencia EL UNIVERSAL.

 Un nuevo escándalo de abusos sexuales cometidos por alrededor de 300 sacerdotes católicos en contra de más de mil menores de edad en Pensilvania, Estados Unidos, ha causado indignación mundial y ha vuelto a cimbrar los cada vez más débiles cimientos de la Iglesia. Casos similares ocurridos en Chile, en Australia, y aquí mismo en Coahuila, en dónde obispos, arzobispos y cardenales han sido cómplices y encubridores de los curas pederastas, lleva a plantearse la pregunta: ¿si se permitiera a los sacerdotes casarse, terminaría esto con su tendencia a abusar de niños inocentes?      

 

            UN NUEVO ESCÁNDALO

Esta semana se dio a conocer un nuevo caso de abuso sexual en contra de menores de edad en Pensilvania. De acuerdo con el periódico El País, la investigación revela redes de sadomasoquismo y violaciones en hospitales o con somníferos encubiertas durante décadas por la Iglesia Católica.

Las mil 356 páginas del informe de un gran jurado de Pensilvania sobre los abusos sexuales de clérigos a más mil menores de edad están repletas de descripciones escalofriantes y de crudos ejemplos de impunidad. La investigación revela que durante siete décadas la cúpula eclesiástica católica encubrió y toleró muchos de los abusos perpetrados por más de 300 sacerdotes. Por ejemplo, en la diócesis de Erie un cura confesó haber cometido en los años ochenta violaciones anales y orales a al menos 15 chicos, uno de ellos de solo siete años. Cuando se reunió con el depredador sexual, el obispo de la diócesis lo elogió por ser una “persona cándida y sincera” y por los “avances” logrados en controlar su “adicción”. Y cuando finalmente el cura fue expulsado, el obispo declinó explicar los motivos. “Nada más debe indicarse”, escribió.

Las pesquisas destapan una maquinaria despiadada de tolerancia a la pederastia en 54 de los 67 condados de Pensilvania. Pero en muchos casos llega tarde. La mayoría de los abusos han prescrito por haberse cometido hace tiempo o sus autores ya están muertos. “Pese a algunas reformas institucionales, en general los líderes individuales de la Iglesia han evitado una rendición de cuentas pública. Los curas estaban violando a pequeños niños y niñas, y los hombres de Dios que eran responsables de ellos no solo no hicieron nada sino que lo ocultaron todo”, reza la conclusión de las pesquisas.

Abundan los ejemplos escabrosos. Un cura violó a una niña de siete años cuando fue a visitarla al hospital después de que la operaran de amígdalas. Otro dio a un chico una bebida que hizo que no se acordara de qué había pasado la noche anterior cuando fue violado analmente. También hubo un sacerdote que acabó dimitiendo tras años de acusaciones pero eso no impidió que la iglesia le hiciera una carta de recomendación para su siguiente empleo: en el complejo Walt Disney World.

También en la diócesis de Erie, el obispo descubrió en 1986 que un reverendo había masturbado a un adolescente varias veces en la anterior década con el pretexto de enseñar a la víctima sobre cómo descubrir posibles signos de cáncer. Cuando el padre de uno de los niños abusados se quejó, la respuesta que recibió del arzobispado fue pedirle “discreción” y que evitara buscar nueva información porque sería “dañino e innecesario”. “Es obvio en este momento que no está pendiente o se está considerando ninguna acción legal”, escribió el obispo.

En Pittsburgh, la cúpula eclesiástica desestimó las quejas de abuso a un chico de 15 años porque el menor había “buscado” al sacerdote y le “sedujo” para iniciar una relación. El cura acabó siendo detenido pero, en su evaluación interna, la iglesia destacó que, aunque el sacerdote había admitido haber llevado a cabo actividades “sadomasoquistas” con varios niños, esas eran “suaves”. También en Pittsburgh existió una red de curas que se coordinaban entre ellos para utilizar “látigos, violencia y sadismo al violar a sus víctimas”, según detalla el informe.

 

EL CASO CHILE

Veinte hombres y mujeres se levantaron en silencio de sus bancas durante la misa en la Catedral de Santiago, capital de Chile, un día de la semana pasada, desplegaron un letrero y sostuvieron pancartas. “Renuncien todos los obispos”, decían varias de ellas.

Desde el altar observaba el cardenal Ricardo Ezzati, el arzobispo de Santiago y el personaje al centro de la creciente aceptación de las acusaciones de que líderes de la Iglesia católica en Chile repetidamente encubrieron el abuso sexual de menores por parte de sacerdotes.

Después de que el papa Francisco reconociera en mayo una “cultura del abuso” en Chile y de que investigadores vaticanos descubrieran un patrón de falta de acción y encubrimiento, fiscales chilenos han aumentado sus esfuerzos para investigar a muchos jerarcas de la Iglesia.

Fiscales preferentes, quienes han sido designados en cada una de las quince regiones de Chile, examinan los casos que involucran a 104 víctimas potenciales, la mitad de ellas eran menores de edad cuando los actos denunciados ocurrieron. Casi setenta personas laicas y del clero son investigadas, incluidos tres obispos.

Ezzati, quien ha negado las acusaciones de encubrir el abuso, es el miembro del clero de más alto rango que es investigado.

En meses recientes, todos los obispos del país ofrecieron su renuncia al papa Francisco y las de un puñado han sido aceptadas. Un alto jerarca ha sido encarcelado por cargos de abuso sexual de niños; acusaciones contra otros sacerdotes se han acumulado.

“La Iglesia sufre una crisis profunda, y quienes cometieron abusos contra menores tienen que pagar por esos delitos y enfrentar a la justicia, caiga quien caiga”, dijo Alejandro Álvarez, uno de los voceros de la organización laica Voces Católicas, la cual alza la voz sobre diversos temas eclesiásticos.

Los recientes ecos no comenzaron con una acusación, sino con una defensa: durante una visita a Chile en enero, el papa Francisco defendió a Juan Barros Madrid, un obispo chileno que desde hace tiempo había sido acusado de encubrir los reportes de abuso en su propia diócesis.

“Todo es calumnia”, dijo Francisco en declaraciones que inmediatamente causaron indignación. Francisco, sorprendido por la respuesta, envió a dos investigadores, el arzobispo Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, a Chile a examinar cómo los jerarcas de la Iglesia habían manejado los reportes de abuso sexual.

Los investigadores del Vaticano generaron un reporte de 2300 páginas basado en 64 entrevistas, en el cual acusan a los líderes de la Iglesia chilena de fallar en investigar las acusaciones creíbles. Descubrieron que los sacerdotes que habían sido acusados de abusos fueron enviados a nuevas parroquias, en algunos casos los pusieron en contacto regular con menores.

El reporte dice que los líderes eclesiásticos incluso destruyeron documentos.

Francisco se disculpó, al admitir que él había “incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación”. En abril, se reunió con tres hombres que fueron abusados cuando eran adolescentes, y el mes siguiente convocó a la Conferencia Episcopal Chilena entera en Roma. Fue ahí que todos los 34 obispos ofrecieron su renuncia.

 

AUSTRALIA, OTRO CASO MÁS

El cardenal australiano George Pell, el «número tres» del Vaticano, afronta desde hace unos días en Australia un juicio relacionado con delitos sexuales contra menores ocurridos en el pasado y del que se ha prohibido informar por orden judicial.

La información sobre el proceso no puede ser divulgada en Australia, ni siquiera parcialmente, según una orden judicial emitida el pasado mes de junio para garantizar un juicio justo.

El juicio comenzó un día después de que el ex arzobispo australiano Philip Wilson empezara a cumplir una pena de 12 meses de arresto domiciliario por encubrimiento de pederastia.

Una comisión oficial investigó entre 2013 y 2017 la respuesta de las instituciones australianas a los casos de abusos sexuales de menores y concluyó que hubo decenas de miles de víctimas.

«Decenas de miles de niños fueron abusados sexualmente en las instituciones australianas. Nunca sabremos la cifra, pero cualquiera que sea supone una tragedia nacional perpetrada durante generaciones dentro de nuestras más respetadas instituciones», señaló en el documento presentado el pasado diciembre.

Este informe reveló que la Iglesia católica recibió quejas de 4 mil 500 personas por supuestos abusos a menores cometidos por unos mil 880 de sus miembros, sobre todo sacerdotes, principalmente entre 1980 y 2015.

 

LO OCURRIDO EN COAHUILA

En Coahuila también hemos vivido casos similares. Hace dos años, se informó el caso de al menos dos sacerdotes que habían cometido abusos sexuales en contra de menores de edad en Saltillo, cuyos nombres fueron encubiertos por el Obispo Raúl Vera López, quien inclusive se resistió acudir a declarar ante la Fiscalía.

También el año pasado ocurrió el caso de un sacerdote que fue asesinado en una iglesia en La Aurora, municipio de Saltillo, cuando abusaba sexualmente de otro hombre al que había drogado previamente, y el cual quedó en libertad por haber actuado en legítima defensa.

Sobresale también el caso de un seminarista en Piedras Negras que fue víctima de abusos por parte del rector del seminario de aquella ciudad, Juan Manuel Riojas, mejor conocido como el padre Meño, quien fuera protegido y encubierto por el Obispo Alonso Garza Treviño.

Ninguno de los dos obispos han sido acusados por el delito de encubrimiento que cometieron, ni tampoco han recibido sanción alguna por parte del Vaticano.

 

SACERDOTES CATÓLICOS, ¿PORQUE NO SE CASAN?

Muchas religiones del mundo, entre ellas el Islam, el Judaísmo, e incluso las iglesias cristianas protestantes, permiten que sus clérigos, rabinos, predicadores o sacerdotes contraigan matrimonio, (algunas incluso promueven la poligamia), más no así la Iglesia Católica, la cual sostiene que sólo así se puede seguir el ejemplo de Jesús, el cual, de acuerdo a la tradición, nunca contrajo matrimonio, aunque algunas versiones sostienen que si tuvo pareja –María Magdalena- y que incluso llegó a procrear descendencia, lo cual es imposible de probar.

Sin embargo, esta prohibición de contraer matrimonio es analizada como una de las posibles causas del porque han surgido miles y miles de casos en todo el mundo de abusos sexuales en contra de menores de edad por parte de sacerdotes católicos, y en cambio, ésta situación ha ocurrido solo en muy contadas ocasiones en otras religiones.

De ahí surge la pregunta: ¿no sería conveniente para la Iglesia Católica el modificar esta anacrónica regla, para adaptarla a los tiempos modernos, y evitar así que sus sacerdotes sigan destruyendo la vida de miles de niños cada año?

Basta recordar que en los poco más de dos mil años de historia del catolicismo, muchos de los jerarcas católicos han violado con singular alegría esta regla del celibato, e inclusive está documentado el caso del Papa Alejandro VI, quien no solo tuvo varias amantes, sino que además procreó varios hijos, uno de ellos César Borgia, a quien terminó por nombrar Cardenal.

El celibato ha sido pues, a lo largo de los siglos, uno de los grandes mitos de la Iglesia Católica, y muy posiblemente una de las causas de los miles de abusos sexuales en contra de menores de edad que sus sacerdotes han cometido. ¿No será hora de ponerle fin?

 

HOMOSEXUALES HAN BUSCADO REFUGIO EN LA IGLESIA

El homosexualismo es una práctica que ha sido perseguida y estigmatizada en todo el mundo y en casi todas las culturas durante miles de años. Para muchas personas, ser homosexual, además de una aberración de la naturaleza, significaba, de acuerdo a los cánones de algunas religiones, un pecado mortal.

Irónicamente, muchos varones homosexuales, para ocultar su preferencia sexual y no ser víctimas de la discriminación que ésta conlleva, optaron por refugiarse en el seno de la Iglesia Católica, ordenándose como sacerdotes. De esta manera, no tendrían que casarse con una mujer, ni tampoco le tendrían que dar explicaciones a nadie. Simple y sencillamente, los sacerdotes católicos no se casan.

Tal vez se habrá preguntado usted el porque la mayoría de los casos de abuso sexual que cometen los sacerdotes han sido en contra de niños, y no de niñas. La explicación que algunos analistas consideran viable, es que precisamente gran parte de estos abusos han sido cometidos por sacerdotes homosexuales. De ahí su preferencia por los varones, y particularmente los menores de edad, quienes son más fáciles de manipular.

Esto, por supuesto, no está científicamente estudiado, pero las estadísticas apuntan a que así es.

Sin embargo, ésta conclusión conlleva a un nuevo problema. Si los sacerdotes que han cometido abusos sexuales son en su mayoría homosexuales, entonces el permitir el matrimonio para los ministros de la iglesia no solucionaría el problema, a menos que se permitiera el matrimonio entre personas del mismo sexo, algo que resultaría inaudito para una institución tan conservadora como lo es la Iglesia Católica.

 

ENCUBRIMIENTO, EL GRAN PECADO DE LOS OBISPOS

Si bien es cierto que cientos de sacerdotes católicos en todo el mundo han destruido la vida de miles de niños y sus familias, igualmente cierto e igualmente grave es el hecho de que decenas de obispos y cardenales de todos los países se han dedicado a encubrir y proteger a los delincuentes, en lugar de ofrecer una solución para las víctimas. Así ocurrió con el cardenal Bernard Law, que dimitió en 2002 como arzobispo de Boston acusado de encubrir uno de los mayores escándalos de pederastia de la Iglesia Católica entre los años 1984 hasta 2002; con el cardenal australiano George Pell, el «número tres» del Vaticano, quien en estos momentos enfrenta un juicio por encubrir miles de casos de pederastia; con el cardenal Norberto Rivera, hasta hace unos meses arzobispo primado de México; e incluso con los obispos de Saltillo y Piedras Negras, Raúl Vera y Alonso Garza.

Estos malos pastores están contribuyendo a cimbrar los débiles cimientos de la Iglesia Católica. Ya va siendo hora de que alguien haga algo al respecto, para terminar con tanta impunidad, antes de que ellos terminen por acabar con su propia religión. (Con información de El País, Reuters, El Clarín, EFE y El Heraldo de Saltillo)

 

 

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