Una marea de miles de personas desbordó el domingo las calles de Washington y obligó a una veintena de neonazis, envueltos en banderas estadounidenses, a arrinconarse en un perímetro cercado por la policía. Los supremacistas reprimidos querían conmemorar el primer aniversario de los disturbios en Charlottesville, donde una mujer murió atropellada por uno de los neonazis que se manifestaban para defender los «derechos civiles blancos».
De acuerdo a la página web del diario digital El Español, para evitar enfrentamientos cerca de la Casa Blanca, la policía municipal colocó a los neonazis en un pequeño perímetro cercano a la mansión presidencial que definió con unas vallas negras de un metro de altura. Tras el vallado, miles de contramanifestantes abucheaban a los supremacistas y gritaban consignas como «¡nazis, váyanse a casa!», mientras agitaban pancartas con mensajes como «Sin odio, sin miedo».
Los organizadores de la marcha «Unir a la derecha» esperaban reunir a 400 personas, pero solo se presentaron unas 20, la mayoría hombres blancos. Uno de esos manifestantes, de 21 años y que respondía al seudónimo de Karl, aseguró que había acudido a la protesta desde Dallas (Texas) porque quería defender los «derechos de todas las personas», incluidos los blancos que, a su juicio, deberían ser mayoría en Estados Unidos.
A su lado, dos jóvenes cubrían su rostro con pañuelos, gorras y gafas de sol, mientras sostenían una bandera de Estados Unidos que usaban para ocultarse cuando los periodistas se acercaban a ellos.
Hace un año, los supremacistas celebraron una marcha similar en Charlottesville, donde uno de ellos embistió a una multitud con su coche, y dio muerte a una mujer e hirió a otras 19 personas.
Brandon Watson, el único participante afroamericano, se unió a los neonazis porque «no importa de qué color seas» y, sobre todo, porque quería respaldar a su «amigo», Jason Kessler, quien el año pasado organizó la marcha de Charlottesville (Virginia) donde una mujer fue asesinada. Kessler volvió a convocar la marcha de este año y se dirigió a sus simpatizantes en varias ocasiones desde un escenario.
Desde su rincón, los supremacistas podían ver hileras de policías locales con su chaleco amarillo fosforito y, a pocos metros, miles de contramanifestantes. Los activistas con el aspecto más amenazante eran los del «bloque negro», compuesto por antifascistas vestidos con colores oscuros y que cubrían su cabeza con capuchas y cascos de bicicletas.
Algunos llevan máscara para protegerse de gases lacrimógenos, mientras que los menos sofisticados se contentaron con unas gafas de buceo. Había también familias como la de Kent Alley, quien hace un año vivió la tragedia de Charlottesville y hoy decidió manifestarse frente a la Casa Blanca junto a su mujer y su hijo adolescente para demostrar a los xenófobos que no pueden conquistar el espacio público sin recibir respuesta.
«Fuimos testigos de lo que sucedió en Charlottesville. Tienes que defender el amor y la paz o el odio prevalecerá», explicó Alley mientras abrazaba a su hijo y pedía a los neonazis que vuelvan a su «agujero».
Alrededor de Alley circulaba una marea diversa de personas entre las que había socialistas y activistas afroamericanos, como Mayi Pierre, de 17 años que ondeaba una bandera oscura con el lema «Black Lives Matter (Las vidas negras importan) para pedir «respeto» para sus «hermanos».
«En este país se falta al respeto a las vidas de los negros todos los días y debemos mostrar a esos racistas que no son bienvenidos, no es justo que vengan a faltarnos al respeto».
Las marchas se produjeron bajo un fuerte dispositivo de seguridad que incluyó el uso de máquinas quita nieve para cortar las calles.
Mientras tenían lugar las protestas, algunos aprovecharon para hacer negocio vendiendo botellas de agua, banderas estadounidenses y adornos para la ropa; mientras que otros animaron a los manifestantes con música, como un violinista que interpretó la canción «I Will Always Love You».
Los actos, que comenzaron a mediodía y concluyeron unas seis horas después, se desarrollaron de forma pacífica, puesto que no llegaron a producirse choques entre neonazis y contramanifestantes.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, guardó silencio sobre el asunto y no criticó la presencia de neonazis frente a la Casa Blanca, al igual que el año pasado, aunque el sábado en un mensaje de Twitter condenó «todo tipo de racismo» e instó a los estadounidenses a unirse «como nación».
Hace un año, los supremacistas celebraron una marcha similar en Charlottesville, donde uno de ellos embistió a una multitud con su coche, y dio muerte a una mujer e hirió a otras 19 personas.
Además, dos policías murieron en un accidente de helicóptero cuando acudían a sofocar las protestas. (EL ESPÁÑOL)
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