LA PREOCUPACIÓN Y LA ELECCIÓN

HÉCTOR A. GIL MÜLLER

La preocupación es un padecimiento del ser humano. Impide el claro pensamiento y obnubila la visión al buen porvenir. Ella ha causado más pérdidas que cualquier tragedia con la que se le compare, incluso en el mítico ideario la preocupación existe como una seductora dama que atrae a la humanidad a su perdición. No vive bien el preocupado.

La preocupación surge cuando experimentamos una duda y la tratamos como un peligro. Me parece correcto afirmar que buena parte del país, que pretende entregar un voto razonado para la elección presidencial del 1ero de julio, se encuentra preocupada.

Preocupada no por el qué hacer, sino por el cómo hacerlo. El licenciado López Obrador debe hacer un acto de patriotismo y dar tranquilidad a quienes ante la duda experimentan un peligro. Es bueno cimentar una campaña en los valores, nadie puede desechar que la corrupción es un lastre que impide el vuelo del águila, vuelve difícil la carrera y estorba para avanzar. Pero erradicar la corrupción es un fin, no así el medio. Ahí es donde surge la fatal duda que se convierte en peligro. En un afán de abanderar la anticorrupción, ¿se tomarán decisiones que atenten contra otros valores? Abanderar un movimiento edificado en valores es bueno, pero los valores no pueden ser concebidos como tales sino a partir de los comportamientos que se realizan.

Cuando no podemos responder a las preguntas del ¿cómo?, surge el síndrome de la evitación de la información, negamos y desarticulamos cualquier argumento en contrario. Es cierto, estamos dolidos y lacerados por la corrupción y quien nos ofrezca desaparecerla tendrá nuestra atención, pero negar cualquier otra solicitud de información en contrario constituye este peligroso síntoma, similar a quien no acude al médico por temor a que le diagnostique la enfermedad de la cual sufre actualmente sus síntomas.

López Obrador antes de erradicar la corrupción deberá controlar la preocupación. Son muchas las dudas que es fácil experimentar como un peligro. Cada vez son más quienes aumentan como detractores y son juzgados como enemigos públicos cuando en realidad están actuando ante el ataque.

Ante un ataque cualquier organismo solo puede actuar de cuatro maneras; atacando, huyendo, paralizándose y sometiéndose. Así comienza una batalla campal, donde los ataques rebasan el plano de la contra argumentación, la huida pareciera especular ante la creación de nuevas oportunidades de mercado o inversiones y la parálisis como abstención.

La naturaleza no funciona de votos en contra. El castigo no es ese, pues no pierde quien gana, gana quien gana y en ello se juega mucho.

El miedo es natural, la naturaleza nos ha enseñado que es mejor encerrarse en una cueva pensando que afuera esta un hambriento depredador dispuesto a devorarnos y que no lo esté, a salir pensando que no lo está y si lo esté.

Entonces un país que se pregunta el ¿cómo? a los valores prometidos como la prosperidad y la honestidad está esperando preocupado.

 

Soy Héctor Gil Müller y estos a tus órdenes

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El Heraldo de Saltillo
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