AVISO DE CURVA

RUBÉN OLVERA MARINES

“Este AMLO no mira para atrás”

Las encuestas publicadas hasta hoy dejan abierta a López Obrador la puerta para diversas opciones, incluso para ausentarse de los debates, como sucedió en 2006.  El promedio de los sondeos le otorga al menos 10 puntos porcentuales de ventaja sobre su más cercano desafiante, el frentista Ricardo Anaya. Otros ejercicios lo sitúan con más del 50%de las preferencias; ni la suma de la intención de voto de sus ahora cuatro adversarios alcanzaría para derrotar al tabasqueño. A menos de ochenta días para la elección, ¿deberían sus adversarios prepararse psicológicamente para la era López Obrador, como él mismo lo sugirió?

Evitemos, para empezar, idolatrar las encuestas; especialmente las publicadas entre marzo y abril. El de Macuspana, lo sabe bien. Porque precisamente en 2006 vivió en carne propia los aspectos negativos de los sondeos. En un sugerente artículo publicado por Loza y Temkin en la revista Nexos, titulado Elección presidencial: ¿33%-33% o este arroz ya se coció?, y que llegara a mi correo por cortesía del economista coahuilense, Javier González Alcázar, los autores nos recuerdan que en las elecciones de 2000 y 2006, los candidatos que encabezaban las encuestas en marzo y abril por una considerable ventaja, terminaron perdiendo la elección. Los candidatos derrotados usted los recuerda perfectamente: en el 2000, Francisco Labastida del PRI, y en 2006, López Obrador, por el PRD. Incluso Enrique Peña que ganó la elección de 2012 con el 38%, los ejercicios de marzo y abril le daban una intención del voto del 45%, siete puntos por arriba del resultado final. La conclusión de los autores es clara y reveladora: “Las campañas importan… ¡y mucho!”

Así que, cuando parece que nada de lo que haga o deje de hacer López Obrador en lo que resta de la campaña le afectará, me atrevo a recordar el 2006, cuando una silla vacía en el debate y una serie de spots negativos en contra del tabasqueño, cambiaron la historia. Si, como lo aseguró el aspirante presidencial del PRD en aquel entonces, su ausencia del debate en 2006 fue estrategia, a todas luces, no le funcionó.

Para bien o para mal del tres veces candidato presidencial, la campaña apenas comienza. Tres ríspidos y acalorados debates les esperan a los cinco aspirantes. La guerra sucia tendrá su pico a partir de la segunda quincena de mayo. El PRI y el PAN consolidan algo de lo que ha adolecido López Obrador en sus dos intentos anteriores, sobre todo en el norte y en el Bajío: la estructura para la movilización electoral y el apoyo de los gobernadores.

Y una pizca de especulación más: en un escenario en donde la diferencia entre la segunda y la tercera posición de las encuestas se amplifique, y los independientes se rezaguen, el olor a voto útil anti López Obrador comenzará a impregnar el ambiente electoral.  Si, por cuestiones metodológicas, el voto útil no alcanzara a reflejarse en las encuestas, el 1 de julio sí que podría darnos una sorpresa.

¿Existe entonces un voto anti López Obrador? ¿No era ésta una elección anti PRI? En una columna reciente, denominada El plebiscito de López Obrador, el analista del CIDE, Mauricio Merino, puntualiza de forma extraordinaria que, en el actual escenario, durante la próxima elección no estará en juego la permanencia del PRI o la continuidad del gobierno, como sí lo estará la disyuntiva entre si los electores quieren o no al tabasqueño en la Presidencia. Como se espera que Morena y sus aliados no logren más del 50% de los sufragios, entonces triunfaría el no, sin embargo, el voto anti López Obrador se verá fraccionado entre los cuatro candidatos. A menos que algunos de ellos estén dispuestos a “echarle bola”.

No escapa de este planteamiento dos situaciones a favor del puntero en las encuestas: por una parte, las diferencias e intereses entre el resto de los aspirantes son tan pronunciadas que el candidato de Morena podría convertirse en la segunda opción para la mayoría. A excepción de El Bronco, que ya adelantó su oposición, asegurando que “va por AMLO”. Por la otra, es bien sabido que en política para que un augurio se transforme en realidad, se requiere de la ambición e inteligencia práctica del investido; y, en esta elección, López Obrador parece estar evitando los errores del pasado, además se le percibe más confiado que nunca y decidido a obtener el triunfo el 1 de julio. Primer aviso de curva…para ambos.

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El Heraldo de Saltillo
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