Juventud en la cuerda floja
La marcha juvenil del sábado dejará ver algo mucho más profundo que una simple inconformidad; fue el reflejo de un país que, lamentablemente, ha fallado a sus jóvenes de manera sistemática. En México, cuatro de cada diez jóvenes viven en condiciones de pobreza, una cifra que es alarmante y que exige atención inmediata. Más de la mitad de ellos, además, enfrenta un panorama laboral caracterizado por la informalidad, donde no existen prestaciones, seguridad social ni estabilidad. La precariedad, lejos de ser una excepción, se ha convertido en la regla para las nuevas generaciones, mientras los gobiernos de Morena insisten en difundir cifras optimistas sobre oportunidades que, en la práctica, no existen.
El ejemplo más claro de estas promesas incumplidas es el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro”. A pesar de una inversión superior a los 100 mil millones de pesos, el resultado ha sido decepcionante: 128 mil jóvenes menos registrados ante el IMSS al cierre del sexenio comparado con el anterior. Este dato, más allá de ser una cifra fría, representa un fracaso costoso y doloroso, pues implica que miles de jóvenes hoy siguen sin acceso a un empleo digno ni a seguridad social.
Detrás de estos números hay millones de historias personales. Jóvenes que, después de años de estudio y sacrificio, tienen títulos universitarios que decoran la sala de su casa, pero que no les han abierto la puerta a un empleo estable. Muchos consiguen trabajos con salarios tan bajos que apenas alcanzan para sobrevivir. El 70% de la juventud vive con estrés financiero, y en el caso de mujeres jóvenes, la situación es aún más grave, pues enfrentan mayores obstáculos y riesgos. Además, la inseguridad pública ha robado el derecho de transitar libremente y con tranquilidad: siete de cada diez homicidios en el país tienen como víctimas a personas entre 15 y 44 años. Esta realidad, lejos de motivar, genera frustración y miedo.
Mientras el gobierno responde a las manifestaciones con vallas y discursos retóricos, México está urgido de políticas públicas que de verdad atiendan sus necesidades. Hay que comienza por escuchar genuinamente a la juventud. Y responder no con palabras, sino con políticas concretas y eficaces: becas y empleos temporales en zonas de riesgo, impulso al emprendimiento joven, deducibilidad de colegiaturas, y seguridad social universal para quienes se inician en el mercado laboral. La juventud mexicana no necesita dádivas ocasionales, sino confianza, experiencia y verdaderas oportunidades de desarrollo.
México no puede darse el lujo de seguir desperdiciando su bono demográfico. Cada joven que se queda sin empleo digno, sin acceso a la educación o sin posibilidad de construir un futuro es una pérdida irreparable para el país entero. México necesita una juventud libre, capaz y comprometida, no confinada tras las vallas del Palacio Nacional, sino abriendo paso al futuro que realmente merece, un futuro donde sus voces sean escuchadas y sus sueños respaldados por acciones concretas.



