¿No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista?
Si hay mal que dure cien años. La impunidad, la corrupción, la negligencia y el narcotráfico son problemas que, desafortunadamente, pasan los años y no terminan. Entre promesas de campaña, llegan y se van gobiernos, pero los males estructurales permanecen intactos. Cambian los nombres, los colores, los discursos, pero no la realidad: la violencia sigue cobrándose vidas y la justicia continúa ausente. El reciente asesinato del alcalde de Uruapan vuelve a recordarnos que en México la autoridad puede ser víctima y el crimen, impune.
Carlos Alberto Manzo Rodríguez, presidente municipal de Uruapan, Michoacán desde septiembre de 2024, había ganado notoriedad por su discurso de “cero tolerancia” al crimen organizado. En la noche del 1 de noviembre de 2025, durante el festival de Velas por el Día de Muertos en el centro histórico de Uruapan, fue asesinado a balazos en un ataque en plena plaza pública. Su muerte ocurre en una región donde la combinación de corrupción, impunidad y presencia del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y otras organizaciones criminales ha convertido al estado en uno de los focos de violencia más graves del país.
Con fotografías en las mesas de seguridad, con discursos en las mañaneras y con declaraciones que evaden la responsabilidad que le corresponde al Gobierno Federal, no se va a acabar el problema. La muerte del alcalde Carlos Alberto Manzo solo quedará como recordatorio de que, en México, sigue siendo más fácil y seguro ser parte del problema que intentar formar parte de la solución. El estado ha abandonado su responsabilidad de protegernos y cuidarnos, hoy el crimen organizado vive impune, hoy los criminales imponen sus reglas y nosotros tenemos que adaptarnos a ellas.
¿Por qué seguir aceptando como respuesta y explicación que todo es culpa de los gobiernos anteriores? Mientras se reparten culpas, los homicidios aumentan, las víctimas se multiplican, el crimen organizado parece no tener fin y seguimos perpetuando un ciclo de impunidad y falta de acciones que no se ve para cuándo acabe. La pregunta es: ¿Cuánto más vamos a seguir resistiendo?
Las tragedias se acumulan con tal frecuencia que ya ni siquiera nos sorprenden. Nos hemos acostumbrado a las cifras, a los encabezados, a los minutos de silencio. Esa normalización es la derrota más silenciosa, aceptar que la violencia manda y que el Estado solo observa.
Imposible no es. Lo que falta es voluntad. Mientras los gobiernos sigan administrando la violencia en lugar de combatirla, nada cambiará. Pero cuando un gobierno asume su papel, enfrenta al crimen y protege a su gente, los resultados se ven. No se trata de discursos, sino de decisiones.
P.D: Todas mis opiniones son a título personal y no representan postura alguna de mi cargo público.
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