DOCENTES POR LA ELIMINACIÓN DE ESTEREOTIPOS
Dra. Gisela García Garza
Desde edades tempranas, el entorno escolar tiene la capacidad de influir en la formación de valores, actitudes y comportamientos que perdurarán a lo largo de la vida. En este sentido, el sistema educativo no solo debe transmitir conocimientos académicos, sino también fomentar el respeto, la empatía y la equidad entre la comunidad. Sin embargo, estos valores difícilmente se consolidan si no se confrontan activamente los estereotipos y prejuicios.
Estos sesgos constituyen uno de los principales obstáculos para alcanzar la igualdad, siendo más fácil adoptarlos que erradicarlos. Por ello, resulta prioritario incorporar desde niveles básicos de educación filosofías que promuevan la igualdad y la deconstrucción de estas barreras.
Los roles sociales asignados a hombres y mujeres, profundamente arraigados en las categorizaciones sociales, están marcados por desigualdades y exclusiones. El ámbito escolar se presenta como un espacio estratégico para transformar estas realidades, mediante enfoques y procesos que fomenten estilos de vida libres de estereotipos, incorporando criterios de igualdad y perspectiva de género desde el inicio de la formación del alumnado.
En este contexto, los y las docentes enfrentan el reto de eliminar estereotipos ya interiorizados en las construcciones mentales del estudiantado, al mismo tiempo que deben generar nuevas formas de pensar y filosofías de desconstrucción. Esto requiere el uso de recursos pedagógicos, neutralidad del lenguaje, comunicación corporal consciente, apoyos emocionales y otras herramientas que favorezcan una integración grupal basada en la perspectiva de género.
Sin embargo, para que esta transformación pedagógica sea efectiva, debe iniciarse con el propio profesorado. A lo largo de la historia, la educación ha transmitido modelos sexistas que han perpetuado la discriminación de género generación tras generación. Por ello, el profesorado requiere capacitaciones no solo en el diseño de currículos con perspectivas de género, sino también en procesos de deconstrucción personal que permitan revisar y modificar sus propias concepciones.
Así como la interacción del docente-alumnado es fundamental, las relaciones entre estudiantes también juegan un papel crucial. Estas interacciones reflejan tanto lo aprendido en el hogar como lo construido en distintos círculos sociales. Es en este escenario donde la mediación docente adquiere gran relevancia, orientando la convivencia hacia modelos igualitarios.
Las aulas se convierten así en espacios sociales clave, donde las y los docentes pueden observar las dinámicas grupales y detectar conductas que refuercen estereotipos de género. Romper con estos roles no significa imponer un modelo opuesto, sino garantizar que cada persona tenga la libertad de decidir sus propias preferencias y formas de actuar.
Para asumir este papel mediador, el profesorado debe transformar cada situación de interacción sexista en una oportunidad de aprendizaje. Este trabajo debe ser cotidiano, incorporando en cada actividad académica, en el lenguaje utilizado, en las dinámicas deportivas, en la construcción curricular e incluso en la comunicación institucional. La coherencia entre todas las áreas de la comunidad académica es clave, y el profesorado debe actuar como árbitro en la eliminación de esquemas estereotipados que perpetúan prejuicios sexistas.
En conclusión, el profesorado desempeña un papel esencial en la inclusión de filosofías derechohumanistas en la formación del alumnado. Para lograrlo, no basta con capacitaciones teóricas; se requieren procesos de sensibilización y deconstrucción que permitan transformar concepciones arraigadas. Solo así podrán transmitir perspectivas y estilos de vida fundamentados en la inclusión y la igualdad.
Academia Interamericana de Derechos Humanos, Unidad Sureste





