COMO DECÍA MI ABUELA

Así sí baila m’ija…

Fueron muchas las ocasiones en que escuché este dicho. La mayoría de las veces mi abuela la usaba para expresar que si no tenía muchas ganas de realizar una tarea lo hacía bajo alguna condición que le favoreciera, por ejemplo cuando mi tío le pedía que le hiciera tamales y le llevaba ingredientes para hacer, además, tamales de azúcar; o cuando le decían que los acompañara a algún mandado, y de camino comprarían una nieve, ándale hijito, decía mi abuela, “así sí baila m’ija con el señor”.

La noticia de que la suprema corte de justicia de la nación confirmó por unanimidad que en los casos de demanda civil por daño moral ante un abuso sexual realizado a menores de edad no existe la prescripción, se volvió viral a causa de los actores del amparo, por una parte el productor Luis de llano quien solicitó el amparo y por otra Sasha Sokol, quién demanda no solo la reparación del daño por el hecho causado cuando ella era una menor de apenas 14 años de edad sino el abuso continuado toda vez que Luis de llano en diversas ocasiones se refirió a dicho acto como una relación amorosa.

Esta es la deformación de la realidad de muchos pederastas quienes creen que han sido capaces de enamorar, conquistar o seducir a sus víctimas, afirman contar con la aprobación no solo de la víctima sino también de sus familiares, haciendo ver el asunto como una cuestión de carácter privado y no del orden público.

Inclusive se atreven a señalar a las víctimas, tachándolas de niñas “muy maduras para su edad”, coquetas, enamoradizas, o “muy despiertas”, todo ello con la intención de blanquear y justificar los abusos cometidos.

Que la SCJN señale que es imprescriptible el derecho de la víctima a reclamar el daño moral por la vía civil, es un logro para todas las infancias y adolescencias de nuestro país, pues, según datos de la propia Secretaría de Salud, en 2024 se registraron al menos 30 nacimientos en los que las madres eran menores de 10 a 12 años, y al consultar la información de la tabla, observamos la edad de los “padres” que varía de los 13 a los 65 años de edad. Observando está información, entendemos que en México, más que un problema de embarazo adolescente, tenemos un problema de cultura de la violación y pederastia instalado en el subconsciente colectivo.

Observamos las conductas inapropiadas de los señores y, en lugar de señalarlos a ellos, les pedimos a nuestras niñas que se alejen, que cubran sus cuerpos y que no permitan que el lobo se les acerque cuando vayan de visita a casa de la abuelita, pero mientras más permanezcamos dormidos, ignorando las estadísticas y pretendiendo que no pasa nada, los lobos seguirán impunes, acosando y atacando a más personas.

Mientras no nos cuestionemos porqué seguimos llamando al matrimonio infantil “uso y costumbre” y no abuso y trata, con todas sus letras, seguiremos justificando estos actos y diremos, cómo decía mi abuela “así sí baila m’ija con el señor” volteando la cara hacia otro lado, hacia un supuesto “empoderamiento” con la pornificación y cosificación de los cuerpos infantiles.

Es importante desentrañar el origen de lo que nombramos y lo que no, para dejar de normalizar el abuso en nuestra cultura.

Cómo madre de familia, me horroriza la idea de que un adulto quisiera entablar una relación “amorosa” con mi hija, como sobreviviente de abuso infantil sé perfectamente que eso no es “amor”.

Como feminista y divulgadora de información, seguiré defendiendo el derecho de la víctima a callar o hablar cuando ella quiera y esté lista. Porque no se trata sólo de ser víctima o no, se trata de que los menores no cuentan con las herramientas ni los recursos para nombrar lo que vivieron.

Aplaudo la decisión de la SCJN y espero que esto abra la puerta hacia una cultura de cero tolerancia e impunidad en este tipo de delitos por parte de las autoridades, y sobre todo, hacia una cultura de no tolerancia ni encubrimiento a nivel social.

Dejemos a los menores vivir sus etapas del desarrollo en pleno ejercicio de sus derechos, con sus pares, en igualdad de condiciones y sobre todo, libres de violencia.