LA HONESTIDAD INTELECTUAL

 

Insertos en una sociedad de consumo, es muy posible que nos dejemos llevar por la demagogia y las falsas conclusiones derivadas de la percepción que se genera a raíz de los líderes de opinión que se han posicionado gracias a las redes sociales.

Lo anterior, resulta problemático, sobre todo si nuestras decisiones impactan en la forma en la que se desenvuelve el futuro de nuestra comunidad, por ejemplo, en la próxima elección judicial, que muchos han argumentado necesaria y otros tachado de simulación o puente para fraguar el autoritarismo pleno.

Por ello, resulta muy importante la honestidad intelectual de las personas ilustradas, pues estas tienen la posibilidad de influir a quienes sin tener formación suficiente, confían en el criterio de aquellos académicos, profesionistas o líderes de opinión.

“Intelectuales baratos” o “Intelectuales de paja”, son calificativos peyorativos que otros intelectuales como Vargas Llosa, Muñoz Ledo y Jorge Carpizo han utilizado para referirse a los académicos al servicio incondicional del poder.

O bien, el filósofo italiano Gramsci nos deja una reflexión muy interesante cuando hace una distinción entre los “intelectuales tradicionales”, y los “intelectuales orgánicos”, mediante la cual refiere que los primeros surgen en la clase dominante y buscan perpetuar la hegemonía de clase, mientras los segundos surgen de las clases subalternas para romper los paradigmas mayoritarios.

Lo que toma sentido en un discurso de Julio Anguita, que conocí gracias a la Lic. Anabel Zapata (alias mi madre), en el cual se pronuncia la “responsabilidad de los intelectuales”, que no es otra más que observar las injusticias sociales y defender la verdad, bajo la premisa que solo aquellos que tienen cubiertas todas sus necesidades básicas, tienen el lujo de ser librepensadores, y por ende la obligación de luchar por los desfavorecidos.

Un claro ejemplo de honestidad intelectual, lo podemos encontrar en lo descrito en la biografía de Joaquín Sabina, escrita por Javier Méndez Flores, en la cual se relata que el cantautor español siendo hijo de un policía, a la vez estaba en contra del régimen Franquista, lo que en consecuencia lo orilló al exilio en Inglaterra.

En ese libro se compilan varias anécdotas y entrevistas interesantes, por ejemplo; que aquel joven Sabina, escapó de su casa por el amor que le tenía a la hija de un notario; fue detenido por su propio padre por pertenecer al partido comunista; usó un pasaporte que le regalaron para falsearlo y entrar a Londres; y refugió a miembros de la ETA en su casa (me acordé de una rubia platino con nombre de pintor).

Posteriormente, en el mismo libro se transcribe como el propio cantautor reconoce que se encuentra lleno de contradicciones: “tengo problemas con los comunistas y tengo problemas con los anarquistas, con los anarquistas  porque me dicen comunista y con los comunistas porque me dicen anarquista”.

Años después, declararía: “Ya no soy tanto de izquierdas, porque tengo ojos y oídos para ver lo que está pasando”. En resumen, se puede ver la evolución ideológica de un personaje que ha militado con honestidad intelectual.

Un ejemplo en México, lo podemos encontrar en el jurista Ignacio Burgoa, quien en su libro “La deuda pública externa, el derecho a la información y la Suprema Corte” relata como promovió en 1983 una solicitud de información a la Secretaría de Hacienda para que se le informara el monto exacto de la deuda externa, lo que derivó en un amparo por la negativa, y otros planteamientos tales como la inconstitucionalidad de la deuda externa; lo cual, desde una perspectiva de empoderamiento ciudadano, mostró gran honestidad intelectual.

Situación, que nos debería hacer reflexionar en la independencia intelectual de los ciudadanos, pero también de los funcionarios públicos, bajo el contexto actual en concreto de los próximos juzgadores que serán electos en vía popular.

Pues al final de cuentas, la esencia y finalidad de un juzgador, es actuar con imparcialidad, que no es otra cosa; que guardar honestidad intelectual por encima de los intereses particulares, o partidistas, situación que se puede ver comprometida si los jueces son precisamente electos a raíz de una estructura de militancia. Por lo que la última garantía para que el poder judicial no sea cooptado; será precisamente que ellos actúen con probidad y fidelidad a la ley.