La Oficina de Prensa del Vaticano confirmó la distribución oficial de asientos y los procedimientos para el funeral, un protocolo impregnado de tradición y matices geopolíticos. El lado derecho de la plaza, frente a la Basílica, estará reservado para las delegaciones estatales. Frente a ellas, a la izquierda, se sentará el Colegio Cardenalicio, vestidos de rojo carmesí.
Ciudad del Vaticano.- Al amanecer del 26 de abril sobre la Plaza de San Pedro, iluminará no solo una histórica despedida del papa Francisco, sino una convergencia de poder global única en una generación. Tras la solemnidad de la ocasión se esconde un protocolo meticulosamente coreografiado, un delicado ballet de diplomacia y simbolismo, mientras presidentes, monarcas y dignatarios se reúnen en uno de los espacios con mayor carga política y espiritual del planeta.
La Oficina de Prensa del Vaticano confirmó la distribución oficial de asientos y los procedimientos para el funeral, un protocolo impregnado de tradición y matices geopolíticos. El lado derecho de la plaza, frente a la Basílica, estará reservado para las delegaciones estatales. Frente a ellas, a la izquierda, se sentará el Colegio Cardenalicio, vestidos de rojo carmesí.
En primera fila, como era de esperar, se encuentran los presidentes de Italia y Argentina —Sergio Mattarella y Javier Milei—, representantes de las patrias adoptivas y natales del papa. Su prominencia refleja tanto el protocolo como el sentimiento: Argentina, cuna de la identidad de Francisco, e Italia, su último hogar.
Flanqueándolos, estará la realeza católica europea. El rey Felipe VI y la reina Letizia de España estarán acompañados por los reyes Felipe y Matilde de Bélgica, los grandes duques de Luxemburgo, y la pareja soberana de Mónaco, el príncipe Alberto y la princesa Charlène. El obispo de Urgell, copríncipe de Andorra, Joan Enric Vives, y el Gran Maestre de la Orden de Malta, Frey John T. Dunlap, también se unirán a esta noble procesión, un encuentro inusual entre altar y corona.
Justo detrás de ellos se sientan los monarcas protestantes y los jefes de estado seculares. El rey Carlos XVI Gustavo y la reina Silvia de Suecia estarán presentes, junto con el príncipe Guillermo del Reino Unido, en representación de la casa real británica en un momento de respeto ecuménico.
A continuación, se desatará la intrincada danza de la diplomacia. Los presidentes se sientan según el orden alfabético francés de sus países, una regla aparentemente neutral que a menudo resulta en una sorprendente proximidad o distancia. En un giro irónico de la ubicación, Donald Trump y Emmanuel Macron se sentarán en la misma fila, mientras que Volodymyr Zelensky, de Ucrania, se ubicará más lejos, lo que podría frustrar cualquier intercambio informal con el expresidente estadounidense. Según informes, Zelensky regresará a Kiev inmediatamente después de la misa, lo que deja poco espacio para la diplomacia espontánea.
La Santa Sede también ha reservado lugares cerca del altar para aquellos líderes con los que Francisco mantuvo una relación particularmente estrecha. Entre ellos se encuentran Frank-Walter Steinmeier, de Alemania; Alexander Van der Bellen, de Austria; Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil; y la gobernadora general de Canadá, Mary Simon. Líderes de Chipre, Albania, Angola, Ecuador, Cabo Verde y otros países completan esta asamblea de primer nivel. Aún persiste la duda sobre el papel preciso de Joe Biden, quien, según informes, confirmó su presencia el jueves por la noche, alegando una conexión personal con Francisco. Fuentes vaticanas sugieren que podría no sentarse con la delegación oficial estadounidense, lo que probablemente lo situaría detrás de Trump.
Más atrás, ministros, embajadores y enviados especiales ocuparán los escaños diplomáticos restantes. Entre ellos, el representante de Israel ante la Santa Sede, Yaron Sideman, ocupará un lugar en la tercera fila, símbolo de la a menudo compleja relación entre el Vaticano y el Estado de Israel.
Los preparativos de seguridad en torno al evento son asombrosos. Roma se encuentra bajo confinamiento, con un destructor desplegado frente a sus costas, aviones Eurofighter en espera y sistemas antidrones desplegados alrededor del Vaticano y a lo largo del recorrido de la procesión fúnebre.
La presencia sin precedentes de tantos jefes de estado, en una ciudad ya sumida en la volatilidad histórica y política, ha provocado una de las mayores operaciones de seguridad. (AGENCIA ZENIT)
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