Vivimos en una época realmente conflictiva, la prisa es nuestro principal aliado, todo lo que realizamos debe ser a prisa, para comprobarlo le pido revise un momento como es su día: nos levantamos rápido, al igual que nos aseamos, tomamos nuestros alimentos, vamos a nuestras labores del día de la misma manera y la situación se complica aún más si tenemos una familia que atender. Nos preocupamos por realizar varias cosas al mismo tiempo y lo lamentable es que todo queremos que se realice en el momento, la prisa por hacer todo nos impide ver que esta situación complica de manera sorprendente nuestro comportamiento, recuerdo haber leído que “la prisa es universal porque todo el mundo está huyendo de sí mismo” ejemplar frase de Nietzsche.
La prisa es la prontitud de como ejecutamos o sucede algo, es esa necesidad de realizar cualquier cosa con urgencia, es curioso que etimológicamente la palabra pressa es participio del verbo premere (apretar, oprimir, presionar) de modo que significa “presionada”, y pensándolo bien, de esta forma nos sentimos las personas cuando hacemos cualquier actividad con prisa, presionadas ¿verdad?. Realmente hacer todo con prisa provoca un gran malestar, no es aconsejable movernos, actuar o pensar con rapidez porque nos lleva a vivir un estilo de vida frenético,
La biblia señala en Proverbios 19:2-26. “El alma sin ciencia no es buena, y aquel que se apresura con los pies, peca. La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón”. Actuar de prisa nos evita reflexionar las cosas, es muy probable que se vaya directo al fracaso, a, pero eso sí, al recibir las consecuencias negativas de nuestras acciones, inmediatamente también huimos de nuestra responsabilidad en los hechos, culpamos a los otros, ya sea a otras personas, al tiempo, a la mala suerte, en fin, la lista puede ser muy grande de los culpables, nunca nosotros
Por su parte, Octavio Paz al final de su cuento Prisa describe maravillosamente el tema con estas palabras: “Lo siento: tengo prisa. Tengo ganas de estar libre de mi prisa, tengo prisa por acostarme y levantarme sin decirte y decirme: adiós, tengo prisa”. La prisa es un enemigo con el que caminamos todos los días, no lo dejamos, no lo expulsamos de nuestra vida, no importa que provoque en nuestro interior ansiedad, cansancio, irritabilidad. En el exterior torpeza, caos, pérdidas materiales, daños físicos, definitivamente es más lo que se pierde con la prisa y no se gana nada.
“Vísteme despacio que tengo prisa” frase histórica que le dijo Napoleón Bonaparte a su ayudante, nos aclara que no importa la prisa que tengas, es mejor hacerlo sin premura, porque estas expuesto a cometer errores que te provocarán perder más tiempo. Una frase que te invita a hacer las cosas con calma y que es común escucharla en la vida cotidiana: “sin prisa, pero sin pausa” hace referencia a que realicemos las cosas con calma, sosiego, serenidad, acompañados por algo valioso que es, no cabe duda: la constancia, la perseverancia.
Lo invito a pensar por un momento en las consecuencias negativas que tiene vivir con prisa, por un lado, nos impide poner atención plena, olvidamos reflexionar, mucho menos nos permite estar conscientes, además irremediablemente perdemos el maravilloso presente. Honestamente no hay necesidad de adelantar las cosas, hay que estar atentos, priorizar las tareas, aprender a decir no, de esta manera viviremos en plenitud, felices. Es necesario hacer un alto, ya lo decía Antoine de Saint-Exupéry en su libro El principito “Lo esencial es invisible a los ojos”.