Aplaudiendo la muerte de la Constitución
Se celebraron los 108 años de la Constitución Mexicana de 1917. Sin embargo, hemos regresado a las festividades de una Constitución de letra muerta. El país tuvo un evento que resultó más penoso que aquellos del PRI de antaño, augurando un futuro igual de penoso para el país.
López Obrador acabó ganando la partida. Sus rencillas con el Poder Judicial vienen desde la victoria de Roberto Madrazo a la gubernatura de Tabasco. Años después, siguió la resolución de la Suprema Corte, obligando al entonces jefe de Gobierno a indemnizar a los dueños del predio expropiado en Santa Fe. Ya como presidente, tuvo a una Corte sumisa con la presidencia de Arturo Zaldívar, quien hoy está a cargo de las listas de candidatos del Poder Ejecutivo. Sin embargo, bajo la presidencia de una juzgadora de carrera en la figura de Norma Piña, López Obrador tuvo suficiente: envío la reforma que, en los hechos, termina con uno de los Poderes de la Unión.
Solo los ingenuos pensaban que la discípula del expresidente, Claudia Sheinbaum Pardo, no llevaría a cabo los designios de su maestro político. No fueron capaces de leer la biografía de la ahora presidenta, quien siempre fue una de las figuras más radicales de la izquierda política. Fue honesta, porque lo dijo una y otra vez en su campaña política: elección popular de jueces, magistrados, y ministros de la Corte. En el evento del 5 de febrero, no invitó al Poder Judicial, como si de su cumpleaños se tratase. Usó dos pretextos: es “obvio” y por “respeto”. Pero lo único que es obvio es que no fue un evento republicano, porque no estaba uno de los tres Poderes de la Unión. Y el único poder que finalmente ha respetado la Constitución ha sido aquel que no estuvo presente.
Lo que empieza mal, termina mal. El proceso de reforma judicial no ha podido ser más miserable, desaseado, lamentable. Tan ha sido así, que el propio Poder Legislativo acabó seleccionando a los candidatos del Poder Judicial, vía tómbola en el Senado de la República. Si la Constitución sirve para acotar a los Poderes de la Unión, ya no será así ante la “supremacía constitucional” que establece que todo lo aprobado por el Poder Legislativo es constitucional. Y si el Poder Judicial estaba para interpretar los conceptos constitucionales, ya no será así porque ahora tiene prohibido interpretarlos y sus juzgadores serán afines a un partido político. Es la muerte de la Constitución, del Poder Judicial, y de la democracia constitucional mexicana.
“Destruir el legado de más de un siglo es tan fácil, que resulta sorprendente que no hubiera ocurrido antes”, declaró el ministro González Alcántara Carrancá. El evento del 5 de febrero acabó siendo una celebración partidista, teniendo como invitadas a las tres ministras de la Corte de Morena. Todos aplaudían al unísono la muerte del constitucionalismo democrático, para pasar al nuevo constitucionalismo autocrático mexicano.
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