En una novela futurista se describía un mundo completamente desprovisto de humanos, pero con una constante: había armas por todos lados. Esa proyección no está lejos de la realidad, pues en el mundo pueden faltar agua, alimentos, médicos y hospitales, pero nunca armas. El reconocido articulista Moisés Naím lo explicó con precisión en su famoso artículo ¿Escasez? ¿Qué escasez?, donde señaló que mientras en algunos países reina el hambre y la miseria, las balas nunca escasean. México no es la excepción.
Con alrededor de 16 millones de armas de fuego en circulación, en el país hay aproximadamente 1.28 armas por cada 10 personas. Y se utilizan: 7 de cada 10 homicidios en México son cometidos con armas de fuego, según el informe mundial de Human Rights Watch de 2025.
Pero ¿de dónde provienen esas armas? El reporte Evaluación Nacional sobre el Comercio y el Tráfico de Armas de Fuego (NFCTA, por sus siglas en inglés) de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) ofrece datos alarmantes. Según la investigación, el 74% de las armas recuperadas en México entre 2017 y 2021 provienen de Estados Unidos. Aquí otros datos: existen dos principales rutas de tráfico: una que nace en Arizona y tiene como destino Sonora, y otra que parte de Texas y se ramifica hacia Guanajuato, Nuevo León y Tamaulipas. El perfil del comprador suele ser un varón mayor de 35 años.
Respecto al tipo de armamento, el reporte revela que, en cuanto a pistolas, las de calibre 9 mm fueron las más comunes, representando casi el 45% (11,337) de las pistolas recuperadas. Les siguen las pistolas de calibre .22 (17%, 4,220), calibre .380 (12%, 3,140) y calibre .45 (7%, 1,671).
En el caso de los rifles, el calibre 7.62 mm representó el 31% (5,096) de los recuperados, el calibre .223 alcanzó el 26% (4,275) y el calibre 5.56 mm casi el 21% (3,390). Esto implica que una gran parte de los rifles corresponde a modelos como el AK-47, AKM, Ruger Mini-30 y CZ 527 en el caso del calibre soviético, o FN FAL, M14, HK G3 y SCAR-H para el calibre NATO.
Aunque el estudio es extenso, resulta preocupante la ausencia de información sobre armamento operado mediante inteligencia artificial. En días recientes, circuló un video en el que, desde una pantalla similar a un videojuego, se observaba cómo se disparaba a unos objetivos militares. Sea como fuere, el problema está identificado, y tanto México como Estados Unidos lo saben. El origen del arsenal que alimenta la violencia en territorio mexicano tiene nombre y apellido. Sin embargo, mientras ambos países coinciden en el diagnóstico, siguen sin alcanzar un acuerdo sobre la solución.
¿Y ahora qué?
Si bien México ha enfrentado obstáculos legales en su lucha contra la industria armamentista de Estados Unidos, no se ha vencido. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), mediante la Opinión Consultiva OC-30, está evaluando esta problemática tras recibir una solicitud del Estado mexicano. En ella se subraya que las empresas de armas estadounidenses conocen perfectamente que sus productos terminan en manos de criminales mexicanos, pero no toman medidas para evitarlo.
En suma: no basta con reconocer el problema, hay que actuar. México y Estados Unidos deben enfocarse en encontrar soluciones conjuntas, dejar de repartir culpas y frenar el flujo de armas que alimenta la violencia. Porque, al final, la seguridad de ambos países está en juego. Mientras continúen cruzándose millones de armas sin control, la única certeza es que la violencia seguirá siendo el pan de cada día.
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