ROMPIENDO PARADIGMAS

Uno empieza a ser joven a la edad de 60 años

Pablo Picasso

El desarrollo del ser humano está fundamentalmente orientado por paradigmas, es decir, conjuntos de creencias cuyo núcleo central se acepta sin cuestionamientos, como una verdad intrínseca a partir de la cual construimos modelos a seguir.

Este es su significado general, pero es su sentido científico el que nos permitirá una mejor comprensión del tema de este artículo: se trata de un conjunto de creencias, valores, técnicas y supuestos compartidos por una comunidad científica, que será sustituido por otro, no de manera lineal, sino disruptiva, cuando ya no pueda resolver anomalías dentro de su propio marco.

Partiendo de esta acepción, llevemos el término al ámbito social, y más precisamente al tema de las épocas de la vida: infancia, adolescencia, juventud, madurez y vejez, categorías que describen el transcurrir de los seres humanos por su existencia. Las creencias que tenemos acerca de cada una de ellas son convenciones, en su sentido de acuerdos culturales que involucran las diversas disciplinas del pensamiento humano y el comportamiento social determinado por contextos específicos.

Sin embargo, las hemos convertido en verdades incuestionables a partir de las cuales elaboramos teorías que nos han llevado, por ejemplo, a romantizar la infancia, exaltar la adolescencia, sobredimensionar la juventud, restarle méritos a la madurez y despreciar la vejez. De acuerdo con esos paradigmas vivimos nuestras vidas, siempre creyendo que la etapa precedente fue mejor.

Vayamos a la cima (cúspide)… o no, de acuerdo con nuestros paradigmas, a la sima (hondonada) de las etapas de la vida: la vejez. Hablemos exclusivamente de la vejez en la posmodernidad.

Ya dejamos atrás a los viejos sabios de la tribu, al consejo de ancianos de las ciudades antiguas, a la autoridad moral de la sociedad y la familia en la edad media, para instalarnos, tras la revolución industrial, en los marginados de la cada vez más compleja vida moderna, víctimas de las promesas fallidas de la jubilación. Este último es el paradigma todavía dominante, cuya suficiencia está siendo socavada por los “viejos” posmodernos, personas mayores de 60 años que, con y sin nietos, están inaugurando una nueva era, construyendo una nueva forma de vida y de autoidentificación.

Pero ojo, no me refiero a aquellos que se consideran jóvenes eternos, aduciendo que la juventud está en el alma y el corazón, no en el cuerpo, ya que siguen moviéndose mentalmente dentro del paradigma dominante, pero ciertamente de aquí partieron aquellos que ya no están más en dicha concepción.

Quiénes se sienten todavía jóvenes después de los 60 años tienen razón… y no. Cuentan con gran vigor, pero se lo atribuyen como propiedad a etapas pasadas de su vida, especialmente aquella cuyas potencias y beneficios hemos exaltado en demasía. ¿Quién puede asegurar que ese vigor no proviene simplemente del hecho de disfrutar la vida que se tiene al momento en que se vive, y no de una idílica juventud perdida?, cualquiera que se la etapa en que se esté.

Tratar de sentirnos “jóvenes” es prácticamente disculparnos porque nos estamos volviendo “viejos”; justificar la edad ante una sociedad que le ha dado todo el poder a la “juventud”, y que por tanto la ha convertido en una generación ególatra, llena de arrogancia y autosuficiencia, que tomamos como modelo de plenitud.

Pero, ¿cuáles serán los sustitutos? Hoy se extiende, por ejemplo, el concepto de envejecimiento activo, que consiste en integrar a las personas mayores a la sociedad a partir, primero, de fomentar una cultura de la prevención para estar en las mejores condiciones físicas y mentales en dicha etapa, mantenerse productivo, física y mentalmente activo.

Sin embargo esta nueva teoría se mueve dentro de los mismos paradigmas que es necesario abandonar: vejez como etapa de abandono social y autoabandono personal, intrínseca e ineludible en la vida.

Quiero hacer mi propuesta de nuevo paradigma, como “viejo posmoderno”, por décadas y formas de desarrollo, pero será la siguiente semana. Sígame.

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Autor

El Heraldo de Saltillo
El Heraldo de Saltillo