EL VASTO MUNDO DE LA MANIPULACIÓN

 ¿La gente está loca? No, la gente está manipulada

José Luis Sampedro

Existen amplias y complejas teorías sobre la manipulación desde diversas perspectivas. Todas estudian las formas en que se ejerce, los niveles en que se hace y los motivos del manipulador, en un escenario maniqueo en que este es el villano y el manipulado la víctima inocente.

Sin embargo, la relación que sostienen está basada en la necesidad mutua y, como cualquier interacción desequilibrada, entre individuos o grupos, se agota no cuando la parte manipuladora la da por terminada, sino cuando la manipulada despierta de su letargo, se harta, pone un límite y da por terminado el juego o cambia la ecuación.

El manipulador puede ser consciente o no de su acción, pero siempre lleva la intención de obtener lo que quiere de otro, sin importarle los medios ni las consecuencias, que pueden ser perjudiciales incluso para quien ejerce la manipulación. El manipulado, a su vez, se mantiene como la parte pasiva porque obtiene un beneficio mayor al daño que recibe, hasta que esto último cambia.

No se me vaya a todas las teorías sobre manipulación de masas, demagogia, falacias del poder, participación de los medios de comunicación y el papel de las redes sociales en este asunto. Ya abordaremos esto después.

Primero entre por la puerta de su casa, la actual y la de su infancia; identifique frases aparentemente inocentes como “¡cómetelo todo!, porque hay quien no tiene para comer”, “si me quieres tienes que hacerlo por mí”, “te lo digo por tu bien”, “me duele más a mí que a ti”, “¡no exageres!”, “todo lo que hago es por ti”, “cómo puedes ser tan insensible”, “cada vez es más difícil lidiar contigo”, “¡no seas egoísta!”, “no te importa cómo me siento”, “tu tienes la culpa”, y agréguele lo que quiera, que seguramente ya entiende por dónde va la cosa.

Estamos educados para manipularnos unos a otros en la intimidad de la pareja y la familia, particularmente induciendo culpa y vergüenza en la persona a la que queremos responsabilizar por lo que nos pasa y, por supuesto, de la que queremos obtener lo que sea que consideremos que estamos necesitando, que en esencia requiere –según creemos falsamente–, que piensen, sientan y se comporten como queremos que lo hagan.

Si para todos es normal la manipulación en diversos grados en las relaciones más cercanas, es evidente que no nos daremos cuenta de que existe, de que la ejercemos y de que somos sometidos a ella, al mismo tiempo.

El manipulador no está, como cree, a salvo de ser manipulado; de hecho, es sumamente susceptible de serlo, puesto que negocia sin saberlo con la manipulación: se oculta a sí mismo que la ejerce y la forma en que lo hace, de manera que necesariamente deberá responder a la acción manipuladora de otros para ocultar la propia.

Estas son algunas de las diversas técnicas de manipulación: seducción, persuasión, sugestión, engaño, mentira, inducción de culpa y vergüenza, descalificación, invalidación, coerción, chantaje, instigación al odio, envidia, resentimiento e indignación, aprovechamiento de las necesidades, apología del conformismo, adoctrinamiento y creación de falsas realidades a partir del miedo y la ignorancia. Todos hemos usado, al menos, una de ellas y hemos sido igualmente sujetos a varias.

Algunas son muy sutiles, otras abiertas; unas apelan a nuestras heridas y carencias de infancia, a nuestras necesidades psicológicas y frustraciones: no pocas a nuestros sueños, la mayoría a creencias falsas y, las más poderosas, al miedo, el mejor campo de cultivo de la manipulación, cuyo más efectivo abono es la ignorancia voluntaria e involuntaria, de una y otra parte de la ecuación.

Y le seguimos la semana que viene con las tipologías del manipulador y el manipulado, que son siempre la misma persona, intercambiando roles según su conveniencia, ya sea controlando o siendo controlado. Todos presentamos, por supuesto, una mayor tendencia a uno u otro tipo.

 

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Autor

El Heraldo de Saltillo
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