El obispo de la Diócesis de Saltillo, Hilario González García, llamó a la comunidad en general a seguir su ejemplo de ayudarse unos a otros
Este lunes, decenas de feligreses acudieron al Templo de San Judas Tadeo en Saltillo para venerarlo dentro de su fiesta patronal, calendarizada desde la fe católica cada 28 de octubre. En un ambiente de júbilo y agradecimiento, desde tempranas horas el recinto religioso se llenó de vida y devoción.
Con la vivencia de su fe como estandarte, familias enteras acudieron a honrar al Patrono de las Causas Difíciles que, en palabras del obispo de la Diócesis de Saltillo, Hilario Gónzalez García, es de los Santos con más devoción entre la feligresía gracias a su propósito central de interceder ante Dios para cumplir algún milagro sobre algo que pudiera parecer imposible de lograr como curar una enfermedad de gravedad.
«Tiene mucha aceptación y mucha devoción entre nuestro pueblo católico y sabemos que es muy buen intercesor, la gente acude a él porque tiene esta especialidad en casos difíciles y desesperados. Yo creo que por eso en tiempos de dificultad, en tiempos de desesperación, la gente acude a la intervención de San Judas Tadeo», dijo el jerarca católico.
Monseñor Hilario remarcó que San Judas debe ser símbolo de fraternidad y ayuda mutua entre personas, para que, a través de su acompañamiento, los milagros se den desde la propia cooperación entre prójimos.
«Le pedimos a Dios las gracias, los dones que necesitamos por intercesión de un amigo que, en este caso, es San Judas Tadeo. Hay que ayudarnos nosotros primero, pedir la intercesión de nuestros hermanos mayores que están en el cielo, pero también ayudarnos nuestros hermanos y hermanas que estamos aquí en la Tierra», externó.
«Somos templos del Señor, somos templos que forman una figura espiritual. Pablo, en Efesios, nos habla de que somos familia de Dios, de que no somos extranjeros sino que somos conciudadanos de los Santos, que formamos parte de una fraternidad; el mensaje, en sintonía con nuestra Diócesis de Saltillo, es que establezcamos vínculos de hermandad entre nosotros, que nos sintamos familia de Dios, que nos tratemos como hermanas y hermanos en Cristo». (OMAR SOTO)
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