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Reforma Energética de AMLO: ¿Un paso hacia la soberanía o un retroceso hacia el monopolio estatal?

El pleno de la Cámara de Diputados de México aprobó en lo general y particular la nueva Reforma Energética propuesta por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, con el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum. Esta reforma busca redefinir el papel de PEMEX y de CFE en el sector energético nacional, al pasar de ser consideradas “Empresas productivas del estado” a “Empresas públicas del estado”, un cambio que afecta tanto su estructura como su función dentro de la economía nacional. Uno de los puntos clave de esta reforma es la modificación de los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Estos cambios están orientados a fortalecer el control estatal sobre el sector energético, con la CFE y PEMEX asumiendo un papel central en la provisión de electricidad y recursos energéticos, dejando a la iniciativa privada con un papel reducido, aunque no eliminado.

Uno de los cambios más discutidos es que la reforma establece que en ningún caso las empresas privadas tendrán prevalencia sobre la CFE en materia de despacho eléctrico. Esto significa que la CFE se encargará de suministrar electricidad al menor precio posible, evitando el lucro, con el objetivo de garantizar la seguridad nacional y la soberanía energética. El Estado buscará, según el texto aprobado, evitar que la iniciativa privada tenga ventaja sobre la CFE en la distribución de energía eléctrica, un movimiento que ha generado críticas por parte de quienes argumentan que podría frenar la inversión privada en el sector y desincentivar la competencia. Los defensores de la reforma sostienen que este cambio permitirá al gobierno mexicano asegurar precios más accesibles para la población y evitar la especulación por parte de empresas privadas. Sin embargo, los opositores advierten que la reducción de la participación privada podría afectar la calidad del servicio y limitar el desarrollo tecnológico en el sector.

Otra de las disposiciones más significativas de la reforma es la prohibición de otorgar concesiones para la explotación de litio, un mineral considerado crucial para el desarrollo de baterías y tecnología verde. El Estado mexicano será el único encargado de gestionar este recurso estratégico, lo que refuerza la visión de una transición energética controlada por el gobierno. Esto ha despertado preocupaciones en el sector privado, que considera que la falta de participación empresarial podría retrasar la explotación eficiente del litio, especialmente cuando países como Estados Unidos y China ya están avanzando en esta área. Además, el servicio de internet proporcionado por el Estado también fue incluido en el listado de áreas estratégicas, junto con actividades como la energía nuclear, la exploración de hidrocarburos y el control del sistema eléctrico nacional. La inclusión del internet estatal en este grupo genera incertidumbre sobre las implicaciones para los proveedores privados y la calidad del servicio en áreas rurales o marginadas.

En cuanto a la sostenibilidad, la reforma también suprime un párrafo clave en el artículo 27, que antes establecía la responsabilidad del Estado en la transición energética y en el uso sustentable de todas las fuentes de energía disponibles para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La omisión de este compromiso explícito ha sido criticada por grupos ambientalistas, que consideran que la reforma, al enfocarse en fortalecer a PEMEX y la CFE, podría poner en riesgo los avances en la reducción de emisiones contaminantes y el desarrollo de energías limpias. Por otro lado, la reforma mantiene un compromiso general con la sostenibilidad al señalar que el Estado utilizará todas las fuentes de energía de manera sustentable, pero no queda claro cómo se implementarán estas políticas en la práctica. La falta de detalles en este aspecto deja un vacío en cuanto a cómo se garantizará el cumplimiento de los compromisos ambientales y qué tipo de tecnologías se desarrollarán o incentivarán para lograr una verdadera transición hacia energías limpias.

Uno de los puntos más controversiales de la reforma es el impacto que tendrá sobre la inversión privada en el sector energético. Aunque se permite la participación de empresas privadas en el suministro del 46% de la energía, el control del 54% por parte del Estado, con reglas que favorecen a la CFE, podría desalentar la entrada de nuevos inversionistas. La incertidumbre generada por la falta de claridad en las reglas para la inversión y la creciente centralización del poder en manos del Estado pueden convertirse en barreras para el desarrollo de proyectos energéticos en el país. Empresarios y analistas han señalado que la concentración de poder en la CFE y PEMEX podría restar competitividad al sector y limitar el acceso a tecnologías de vanguardia, esenciales para la modernización de la infraestructura energética de México. Sin embargo, desde la perspectiva del gobierno, la centralización es clave para evitar que intereses privados perjudiquen el bienestar nacional.

Hoy por hoy, La nueva Reforma Energética propuesta por AMLO y respaldada por la Presidenta Claudia Sheinbaum representa un giro hacia el control estatal del sector energético en México. Mientras que el gobierno argumenta que esta medida garantizará la soberanía energética y precios accesibles para la población, sus críticos ven en ella un retroceso hacia el monopolio estatal que podría frenar la inversión privada y el desarrollo de tecnologías más limpias y eficientes. En un contexto global donde la transición energética es vital para combatir el cambio climático, la concentración de poder en las manos del Estado mexicano plantea preguntas sobre la capacidad del país para innovar y competir en el escenario internacional. Si bien el discurso oficial sostiene que esta reforma es esencial para la Cuarta Transformación, el tiempo dirá si los beneficios esperados superan los posibles costos en términos de inversión, innovación y sostenibilidad.

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El Heraldo de Saltillo
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