LA COLEGIACIÓN DE ABOGADOS

El jurista y el simulador del derecho

El pasado 12 de julio se celebró el día del abogado en México, como cada año desde 1960; año en que se decretó la festividad en conmemoración del primer curso de Derecho impartido en el país, el 12 de julio de 1553, en la Real y Pontificia Universidad de México.

Según la Barra Mexicana de Abogados, que opera desde 1922, en 1760 se fundó el Ilustre y Real Colegio de Abogados de México, primer Colegio de abogados y de profesionales en la Nueva España e incluso en Iberoamérica. En 1886 se creó la Sociedad de Abogados de México, que se desintegró tras el estallido de la Revolución.

De forma casi paralela, en 1890 se fundó la Academia Mexicana de Jurisprudencia y Legislación. Antecedentes muy puntuales respecto las asociaciones gremiales que han operado en nuestro país.

Hoy en día nos encontramos a las puertas de una reforma constitucional a la estructura del Poder Judicial en nuestro país, por lo que posiblemente cambie la dinámica administrativa-legal que nos rige hasta la fecha; y quizá eso pueda traer cambios a la forma en la que se asocian los abogados para fines profesionales.

Por lo anterior, es importante reflexionar el papel del gremio jurídico en el proceso de reforma, tanto en los foros de discusión previa que ya se están llevando a cabo, como en la ejecución posterior a la aprobación de esta.

Un claro ejemplo de lo anterior es la profesionalización conceptual que surgirá de la plena aplicación del nuevo Código Nacional de Procedimientos Civiles y Familiares cuya entrada en vigor será paulatina y no podrá exceder más allá del primero de abril de 2027.

Refiero una profesionalización conceptual, ya que ese nuevo Código, además de homologar los criterios procesales, define perfectamente conceptos doctrinales que han sido elevados a la ley, de esos que pocos maestros se preocuparon por enseñarnos en las aulas.

El cambio de paradigmas legales siempre conlleva un desafío de supervivencia para los “simuladores del derecho”, término que acuñó el ilustre maestro Ignacio Burgoa en su obra de 1988, mediante el cual advertía la decadencia de la abogacía cuando esta se pretende practicar sin conocimiento, conciencia o sin valores.

Hace una distinción entre los “simuladores del derecho” y los “juristas”, con la intención de identificar a los farsantes y mediocres que no hacen más que colocar a la abogacía como el tugurio para la mezquindad

Cada vez hay más licenciados en derecho titulados debemos preguntarnos ¿realmente las escuelas los preparan adecuadamente para la vida laboral? Yo creo que no, porque el ejercicio de la abogacía se perfecciona mediante la práctica; las máximas de la experiencia siempre se imponen a la realidad.

Las barras, colegios y foros de abogados deben estar unidos para emitir pronunciamientos unánimes, respecto la operación del nuevo sistema legal, y también deben servir como organismos de control respecto la calidad en el servicio que ofrecen los profesionistas del derecho.  Por ello, la colegiación obligatoria es algo que debe valorarse con seriedad.

Al final de cuentas, no siempre el abogado más viejo es el más sabio, o el más técnico el más justo, tampoco el haberte titulado en determinada escuela o gozar de alguna posición te convierte automáticamente en un jurista capacitado.

¿Quiénes sin temor se someterían a exámenes de certificación constantes? Aquellos que no duden de su calidad académica, técnica y moral. Los demás serán simples farsantes y simuladores del derecho.


Juan Manuel González Zapata, egresado de la Facultad de Jurisprudencia de la UAdeC.

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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