COMPETENCIA Y COOPERACIÓN

 Columna de El Colegio de Economistas de Coahuila, A.C.

 El imperativo de una estrategia centrada en la salud. Desarrollo resiliente al cambio climático

 Por: Dr. Alejandro Dávila Flores

En su edición de mayo, la prestigiada revista científica The Lancet Regional Health Americas publica un extenso reporte sobre los impactos del cambio climático en la salud de la población de América Latina (https://www.thelancet.com/journals/lanam/article/PIIS2667-193X(24)00073-5/fulltext). El ensayo debe ser lectura obligada para servidores públicos y ciudadanos en general, pues lo que ahí se plantea es, literalmente, de importancia vital para todos. Su descarga es gratuita y aunque está publicado en inglés, se puede leer en español con el traductor de Google.

Con la colaboración multidisciplinaria de 34 investigadores, 23 instituciones académicas de la región y varias agencias de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), se identificaron y calcularon 34 indicadores que dan cuenta de la compleja relación entre el cambio climático y la salud de los habitantes de una vasta región que abarca del Bravo a la Patagonia. El objetivo: “mejorar la salud y el bienestar de las poblaciones latinoamericanas y reducir las desigualdades sociales a través de acciones climáticas centradas en la salud” (página 2 del documento arriba referido). Destaco solo algunas de las tendencias observadas en este ejercicio, en el cual se compara la situación de la última década contra un periodo base que abarca de 1986 al año 2005.

La población vulnerable (bebés y adultos mayores de 65 años) está experimentando más días de olas de calor al año (248% y 271% más, respectivamente). El número promedio anual de muertes relacionadas con el calor aumentó en un 140%. Estas condiciones climáticas han facilitado la transmisión del dengue por Aedes aegypti en un 54% y los litorales aptos para la reproducción de la bacteria Vibrio spp., se han ampliado constantemente en las últimas cuatro décadas. Se estima que 9,9 millones de latinoamericanos adicionales experimentaron inseguridad alimentaria debido al mayor número de olas de calor y sequías.

Las respuestas de los gobiernos de la región a esta nueva realidad han sido exiguas. Ninguno de los 109 centros urbanos examinados en América Latina tiene niveles de espacios verdes clasificados como altos o superiores, y sólo 12 centros (11%) tienen niveles moderados de verdor urbano. En el 2022, el presupuesto del Fondo Verde para el Clima (GCF) para proyectos de adaptación climática en América Latina disminuyó un 16% respecto al año previo.

La descarbonización de los sistemas de generación de electricidad en la región avanza lentamente. Si bien las fuentes renovables incrementaron en 5.7 puntos porcentuales su participación en la producción de electricidad, el carbón lo hizo en 2.6 puntos. Y la transición es aún más lenta en el sector transporte, en dónde el 96% de la energía utilizada para este propósito proviene de los combustibles fósiles.

Las tasas de mortalidad prematuras vinculadas con contaminación del aire por micropartículas menores a 2.5 micras creció un 3.9%, alcanzando en el 2020 a 123.5 personas por millón de habitantes en América Latina. En el mundo, las muertes prematuras por la contaminación del aire alcanzaron una cifra de 6.7 millones de personas en el 2019; 4.2 millones por la contaminación del aire ambiente y el resto por la contaminación del aire doméstico por cocinar con leña o carbón (esta última situación afectó en el 2022 al 46.3 % de los hogares de Centroamérica y al 23.3% de Sudamérica).

América Latina sufre una grave deforestación, la cual se explica en un 80% por la expansión de tierras agrícolas y los alimentos de origen animal representan más del 85% de las emisiones de GEI del sector. El consumo excesivo de carnes rojas y procesadas, así como de productos lácteos, provocaron 155 mil muertes prematuras.

Los autores del ensayo envían tres mensajes centrales los gobiernos y ciudadanos latinoamericanos:

“Se requieren políticas públicas intersectoriales que, al reducir las emisiones de GEI (Gases de efecto invernadero), simultáneamente aumenten la resiliencia climática, reduzcan las desigualdades sociales y mejoren la salud de la población”. “Se debe acelerar una transición energética que priorice la salud y el bienestar de las personas, reduzca la pobreza energética y la contaminación del aire y maximice los beneficios económicos y de salud”. “Se debe incrementar el financiamiento a las iniciativas climáticas, a través de compromisos fiscales permanentes e instituciones multilaterales de crédito que allanen el camino de estrategias de desarrollo resilientes al cambio climático”.

El tiempo se agotó, llegó la hora de la acción. En esta materia, la procastinación es criminal.

 

 

El autor de este artículo, Dr. Alejandro Dávila Flores es Investigador Nacional CISE-UAdeC y ex presidente de El Colegio de Economistas de Coahuila