Somos Simbiontes
La simbiosis es una relación que implica beneficios para uno o ambos seres vivos, pudiendo en algunos casos hacerse indispensable para la vida; no obstante, en otros casos, puede ser perjudicial para alguno de los seres involucrados.
Dentro del género de la simbiosis, existen tres diferentes tipos:
- Mutualismo, donde ambos simbiontes se benefician de manera recíproca;
- Comensalismo, en el que uno de los simbiontes de beneficia, mientras que para el otro la relación es indiferente;
- Parasitismo, aquel en el que el beneficio de uno de los simbiontes genera un perjuicio directo en el otro.
Normalmente se acude a ejemplos de animales y/o microorganismos para ejemplificar los tipos de simbiosis que acabamos de recordar. Aunque, por definición enciclopédica, la simbiosis es aquella relación de interacción biológica estrecha de convivencia y persistente entre seres vivos de distinta especie.
Por ejemplo, para ilustrar al parasitismo es común utilizar la relación que tiene el mosquito con los humanos y mamíferos en general -a veces también reptiles, sino vean Jurassic Park. Los mosquitos dependen exclusivamente de la sangre de sus anfitriones como fuente de energía, que toman de manera para nada molesta, y dejan prueba de su presencia con un patente piquete.
O bien, la relación de un humano con los parásitos intestinales que, aunque parezca que se trata de un mutualismo por funcionar como método de detox, lo ideal es verificar si lo que se está aprovechando de nuestra flora intestinal realmente es bueno.
Ahora bien, haciendo uso del recurso literario de la analogía -otra vez-, y tras la reciente la jornada electoral que comentamos la semana pasada, creo que resulta interesante ofrecer al menos una reflexión sobre la incertidumbre que rodea al futuro luego de la toma de protesta de la nueva Presidenta de México. Y es que, a mi parecer, este acontecimiento puede crear un entorno idóneo para el desarrollo de una relación tipo simbiótica.
A ver. No me malentiendan ni se dejen llevar los prejuicios. Sé perfectamente que las relaciones entre humanos se consideran interespecíficas o homotípicas, pero ¿qué tal si, a manera de excepción, y para generar una visión progresista, catalogamos a la clase política como otro otra especie? O bueno, por lo menos para que esta columna tenga sentido.
Pero es que, no me dejarán mentir, basta con navegar por cualquier red social para encontrarse con mensajes y conductas de un cierto sector del electorado que actúa como si ya existiera, o pretendiera establecer, una relación de interacción estrecha y persistente entre gobernante y gobernado. Una relación que aparenta la posible obtención de beneficios, pero que puede generar perjuicios, o simplemente, no tener un efecto significativo.
Por eso, espero que después de leer esto, y a partir del 1 de octubre de este año, cada que veas, escuches o te enfrentes con cualquier tipo de propaganda política, reflexionemos como si fuéramos parte de una simbiosis y nos preguntemos: ¿en que tipo nos gustaría estar involucrados?
A mi entender, siempre debemos buscar una relación de mutualismo, aunque la mayoría de los actores políticos terminen convirtiéndola en parasitismo. Pero lo que no se vale, por nada del mundo, es decantarse por una relación de comensalismo.
Involucrémonos, participemos activamente y busquemos siempre estar bien informados. Sé que esta columna puede parecer un poco chusca, pero díganme si no hace sentido lo que digo. Espero que sí.
A veces uno tiene tiempo libre y basta acordarse de un concepto aprendido en alguna clase de biología de primaria o secundaria para generar estas reflexiones.
Tanto usted, como yo, querido lector, somos organismos vivos o ¿no?
Fue el ser humano quien definió lo que era una especie, ¿por qué no hacerlo ahora?
Somos simbiontes, las relaciones simbióticas nos aplican, pero tenemos la ventaja de decidir el tipo.
Reciban un saludo, muchas gracias.
@Dan_Fdz
Maridaje:
Canción – Dancing in the Dark – Bruce Springsteen
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