ZAGAL

 Analogía de una elección

 Es hora. Es tiempo. Es momento. 2024. Año bisiesto y Año Electoral.

Este domingo habremos de cumplir con uno de los deberes cívicos más importantes y trascendentales que tenemos como ciudadanos mexicanos: elegir a la próxima Presidente de México. Si bien, en el inter nos toca participar en otros ejercicios igualmente importantes, pero el deber asiduo de cada 6 años que vuelve el próximo domingo, es, ha sido y siempre será, un punto y aparte.

Hace seis años, lo recuerdo bien, escribí y se publicaron unas líneas en este mismo espacio sobre el nuevo capítulo que comenzaba para nuestro país. Un nuevo Gobierno tomaba las riendas, prometiendo cambios para algunos y generando temor en otros. Señalé que, como en la mayoría de las situaciones inciertas de la vida, solo el tiempo determinaría quién tenía la razón.

Con mi pronóstico reservado y sin querer añadir a la palmaria polarización que se vive actualmente en nuestro país, retomo lo escrito por aquel Zagal en 2018 que alentaba a que nos informáramos para poder exigir, con respeto y fundamentos, el progreso de las estructuras públicas. Que más allá de estar o no conformes con el resultado, y ante la dificultad para muchos de nosotros de mirar hacia el futuro con optimismo, nuestra responsabilidad como ciudadanos era más grande que nunca. Debíamos aceptar la realidad y empezar a desarrollar un criterio más amplio sobre el ambiente político y las narrativas utilizadas para justificar las acciones y/o decisiones de los gobernantes; siempre recordando que, al hablar de Estado, no se puede referir solo al gobierno, porque el Estado Mexicano somos todas y todos como comunidad organizada. Y que, por tanto, cambiar al país jamás podrá ser tarea de una sola persona o gobierno.

He de reconocer que —según yo— aquello que planteó el Daniel del pasado, se cumplió. No porque toda la gente haya leído aquel Zagal —ojalá—, sino más bien por la aparición de un fenómeno social al que, por analogía, he decidido llamar: ahívienelamaestra.

Me explico:

Cuando en primaria, por alguna razón la maestra necesitaba atender un asunto fuera del aula y no encontraba con quien dejar el grupo a cargo, automáticamente se desataba el caos, convirtiéndose el salón de clases en una especie de distopía. Una locura. Divertida sí, pero una locura.

Sin embargo, era una situación temporal, ya que la maestra eventualmente regresaba, incluso acompañada del prefecto de disciplina y, cuando veían el desastre: sálvese quien pueda. Se aplicaba un castigo colectivo para todos, independientemente del grado de participación de cada uno, el quedarse sin recreo, puntos menos en conducta o hasta tarea extra, aplicaba para todos. Eso sí, normalmente el castigo venía acompañado de una atenuante, condicionada a un buen comportamiento de ese momento en adelante, lo que lograba que todo el salón, hasta los personajes menos esperados, adoptaran una actitud más adecuada para evitar futuros castigos y situaciones similares.

Lo mismo ocurre hoy, querido lector. La situación en México puede parecer una locura, incluso distópica, para algunos. Pero ahívienelamaestra: la elección presidencial. Que viene de regreso acompañada del prefecto de disciplina que somos todas y todos nosotros con nuestro derecho al voto. Y es que, con el ejercicio democrático del próximo 2 de junio, podemos aplicar – o no – un tipo de castigo colectivo que exija un nuevo proyecto cuya valoración y calificación estará condicionada a que exista un comportamiento benéfico y progresista para nuestro país, por lo menos, durante los próximos seis años.

Así es nuestra democracia.

Con esta analogía, aunque parezca burda y sin sentido, se busca reiterar la importancia del compromiso y del deber que debemos cumplir este domingo, así como los efectos que puede generar.

Nunca antes había sido tan fundamental dejar en claro que solo de nosotros depende, y por eso, como en 2018, vuelvo a citar mi poema favorito de Walt Whitman:

Oh me! Oh life! of the questions of these recurring,

Of the endless trains of the faithless, of cities fill’d with the foolish,

Of myself forever reproaching myself, (for who more foolish than I, and who more faithless?)

Of eyes that vainly crave the light, of the objects mean, of the struggle ever renew’d,

Of the poor results of all, of the plodding and sordid crowds I see around me,

Of the empty and useless years of the rest, with the rest me intertwined,

The question, O me! so sad, recurring—What good amid these, O me, O life?

 

Answer.

That you are here—that life exists and identity,

That the powerful play goes on, and you may contribute a verse.

 

Estamos aquí, la vida existe y la identidad. La poderosa obra continúa, y nosotros podemos contribuir con un verso.

 

Que gusto estar de vuelta.

Nos leemos la próxima semana.

 

 

 

 

Autor

Daniel Fernández
Otros artículos del mismo autor