CAMINAR; LOS CAMINOS Y DIOS

Imaginemos la cantidad de caminos por recorrer, en ellos tenemos la posibilidad de meditar para renovarnos día a día

Hace muchos años, al ir caminando hacia la cumbre de un cerro en el ejido Tomás Garrido, un maestro me comenzó a dar varios consejos, y el que más eco hizo en mis pensamientos fue que para encontrar la fuerza vital, tienes que renovarte, cambiar constantemente para estar en armonía (matemática) con el universo, y que caminar servía para encontrar en tu interior los cambios necesarios para ello.

Iniciando la aplicación de aquel pensamiento, fui a ordenar mis ideas en un camino en la Sierra de Arteaga, y después de unas horas mis pasos eran básicamente automáticos, en aquel entonces hacía frío y paradójicamente los ciruelos comenzaban a florecer. Ahí caí en cuenta de la profundidad de aquel pensamiento de renovación; en la naturaleza hay ciclos que se cumplen una y otra vez bajo un orden natural inexcusable y en ocasiones inefable.

Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma: es una frase de Carl Jung, con la que podemos reflexionar que en la vida siempre existirán desafíos en los que las variables para resolverlos se escapan de nuestras manos. Algo similar en concepto al destino, o a la fuerza universal de la voluntad de Dios.

Debemos recordar que hay quienes piensan que el destino es una fuerza inexorable, que todo ya está predeterminado y que nada se puede hacer para cambiarlo. Otros, que si tienes suficiente voluntad puedes moldearlo con base al esfuerzo. Soy de la posición intermedia, en la que hay que aceptar que existen cosas que se escapan de nuestra influencia y entendimiento.  Lo único que podemos hacer es adaptarnos y aprovechar la fuerza vital para aprender algo nuevo e intentar conseguir algún objetivo.

Estando en un café en el que convergían tres amigos con religiones distintas, yo me interesé por conocer más de sus rituales y liturgias, pues el Evangelio según San Marcos, 9-38-40 establece que debemos aprender a ver y buscar lo que une, no lo que divide.

Gracias a lo anterior, se puede comprender que todo lo que no esté en contra de Dios, está a favor de hacer el bien, al margen de las formalidades o interpretaciones “administrativas”, que el hombre, en base a su limitada percepción del Universo haga.

Retomando esas ideas, podemos imaginar que, para llegar al encuentro con Dios, se han construido varios caminos; y éstos son las religiones que existen alrededor del mundo.

Además, caminar es una gran metáfora, para describir la transformación personal que cada uno va fraguando. Ya que es nativa de la necesidad del movimiento y causante del traslado.

Cuando las ciudades son amigables, sostenibles, y afables para todos, existen más espacios para caminar.

Imaginemos la cantidad de caminos por recorrer, en ellos tenemos la posibilidad de meditar para renovarnos día a día; y de esa forma volvernos mejores novios, hijos, jefes, empleados, y ciudadanos.

Aprovechemos los espacios que tenemos para estar con la naturaleza y la conciencia misma, sobre todo aquellos de naturaleza pública, en los cuales además podemos estar en contacto comunitario.

Sigamos caminando, pues caminar es natural y saludable.