DERECHO A LA CIUDAD

El desafío para un mejor Saltillo

Aquellos que crecimos y habitamos en el primer cuadro de la ciudad hemos podido advertir lo mucho que ésta ha cambiado.  Actualmente Saltillo tiene una población aproximada de 1 millón 039 mil 844 habitantes, con una población económica activa del 47% que habita sobre una superficie territorial de 22 mil 700 hectáreas.

La mayoría de los grandes terrenos se comienzan a ver desarrollados, o bien tienen proyectos pendientes de ejecutar, por lo que aunado a la gran cantidad de inversión que está llegando a nuestra capital y a la zona conurbada, comienzan a surgir desafíos que debemos atender y prevenir, como el tráfico, la movilidad, la sobresaturación de espacios públicos recreativos, la demanda educativa y hospitalaria, la suficiencia de los estacionamientos, el abastecimiento de agua, la calidad en el aire, entre otros.

Asimismo, la gentrificación es un fenómeno que debemos transitar en balance, aceptando lo positivo de la inversión para la renovación de espacios en declive y tomando los cuidados necesarios para que la población tradicionalmente asentada en ellos no sea injustamente desplazada.

Saltillo y sus habitantes merecen la mayor calidad de vida posible. No debemos apegarnos a viejos sentimentalismos que impidan el progreso, pero tampoco podemos progresar sin responsabilidad social y memoria cultural. Los reglamentos de vigilancia del patrimonio arquitectónico deben ser aplicados con criterio de cirujano y balanza de justiciero.

Los desafíos ambientales que hoy enfrentamos son más que evidentes; estamos llegando a tener temperaturas históricas, y ello nos permite vislumbrar la necesidad de contar con más espacios verdes que tengan árboles endémicos de la región para que se ajusten a un consumo de agua adecuado.

Además, al igual que las grandes ciudades, debemos tomar en serio la construcción y mantenimiento de alternativas de movilidad urbana sostenible que ataquen los grandes problemas que representan los embotellamientos, la dependencia de combustibles fósiles, la expansión de la mancha urbana, entre otros.

En nuestra ciudad se estima que existen 900 colonias (circa) de las cuales, según el atlas de Patrimonio Cultural y Natural, 32 tienen relevancia histórica, al igual que 26 barrios, seis fraccionamientos, dos zonas y dos mercados, precisando que algunos de estos actualmente ya no existen tal cual, pues la mancha urbana los fue difuminando.

Por otro lado, la regularización de las colonias que presentan un estatus legal irregular es un desafío, conlleva la carencia de servicios públicos para sus habitantes, falta de certidumbre legal, y en general de humanidad en el sector, pues existe una clara colisión de derechos entre quienes ostentan la propiedad y quienes pelean la posesión, entre los favorecidos económicamente y aquellos que a falta de oportunidades pretenden tomar derechos por la fuerza.

O bien, entre el derecho que la comunidad tiene respecto las áreas naturalmente protegidas, como los limites de la sierra, o los cauces de los arroyos; en contra de los posesionarios que buscan obtener algún lugar donde asentarse.

“El problema de todos los problemas anteriores”, es la insuficiencia presupuestal que sufren los gobiernos para ejecutar las grandes obras; por ello, es necesario que cada ciudadano tome un papel activo en la construcción de una mejor ciudad, desde el cuidado de su entorno más inmediato.

En ese contexto, es importante que se comience a socializar el derecho a la ciudad como herramienta para una vida más plena. Este concepto puede ser entendido como la capacidad que tienen los habitantes para ocupar la ciudad y disfrutarla en su máximo esplendor.

Dicha conceptualización nace a partir de la hipótesis de Henri Lefebvre (1901-1991), que fue publicada en 1968, mediante la cual hace una serie de reflexiones respecto lo que implica el desarrollo industrial al comenzar a crecer en las comunidades.

El filósofo francés, después de observar ciudades como Nueva York y París, relata y desglosa como las comunidades originalmente se centraban en el intercambio de valores primarios por ejemplo artesanías, frutos y habilidades particulares.

Al llegar las grandes industrias, ese intercambio de valores fue desplazado por valores de naturaleza comercial e industrial que a su vez fue desplazando a los pobladores originales y sus actividades.

Por ejemplo, debemos estar atentos al comportamiento de las actividades agrícolas y ganaderas en las que pocas personas desean seguir trabajando, lo que aunado a la oferta de prestaciones laborales por parte de las fábricas provoca el abandono y por ende la improductividad de las tierras.

Y la improductividad de las tierras trae consigo un efecto negativo respecto la oferta alimentaria, situación que paradójicamente complica mucho más las condiciones de vida de una comunidad.

Por ello, y en conclusión el abordar el Derecho a la Ciudad, desde una perspectiva amplia, nos puede prevenir grandes problemas sociales y buscar soluciones conjuntas para que cada ciudadano tenga una vivienda digna, y además un entorno sano en el cual desarrollarse a plenitud.

 

El autor es abogado y activista social en materia de participación ciudadana; egresado de la Facultad de Jurisprudencia de la UADEC.