En apenas 18 minutos este cortometraje inglés entrega un relato potente acerca del dolor ante la pérdida, del luto no asumido y de cómo a veces las situaciones más dolorosas puedan ayudar a crecer y fortalecerse. Nominado al Oscar de la Academia, este filme es un bocado para disfrutar, a pesar de la crudeza de su breve narrativa, dejando más de una lección flotando en el ambiente, como una saludable advertencia de cómo debemos tratar de vivir intensamente el día a día.
El protagonista suspende las múltiples actividades de su trabajo, posponiendo incluso una reunión ejecutiva, para dedicarle a su pequeña hija ese preciado tiempo, ya que la chica se presentará en una obra de teatro. Todos los minutos iniciales se dedican a mostrar la exquisita relación con su hija y su esposa. Se han reunido en uno de los puentes que atraviesan el río Támesis en Londres y en medio de esta alegría de estar por fin juntos, y en cuestión de segundos, un tipo aparece con un cuchillo y termina de raíz ese encuentro.
Es el comienzo de este muy interesante cortometraje titulado El Después (The after) referido, en lo medular, a mostrar las dificultades para lidiar con el dolor y asumir el duelo y en apenas dos planos da cuenta del nuevo trabajo como taxista, yendo y trayendo a todo tipo de personas, escuchando sus quejas, sus confidencias y siendo testigo impasible de esas historias que se desarrollan en los asientos traseros de su vehículo.
Este celebrado cortometraje puede parecer un ejercicio de estilo, con algunos tropiezos en su breve guion, pero la directora debutante Misan Harriman, con el apoyo del propio protagonista, el actor David Oyelowo, en la producción se eleva por la dignidad de su argumento, la manera en que logra mostrarnos el después de lo que sucede al ocurrir una situación traumática como lo es la pérdida de dos seres queridos en condiciones brutales.
Este cortometraje indaga en los acontecimientos diarios de la vida, hasta el día en que se sube una familia y empiezan a discutir sobre nimiedades. En medio de este intercambio verbal entre el hombre y la mujer, una chica parecida a la hija perdida del conductor lo observa y le trae la posibilidad de revalorar cada uno de los segundos vividos, incluyendo la manera de asumir el dolor y sobrellevar el luto, con una escena final que crispa.
Sin dudas, el inicio de este breve filme es potente y su contenido siguiente escala en el dolor no manifestado, en el luto no asumido y en el hecho que la historia se hace circular, literalmente, porque además el protagonista maneja un vehículo y se obliga a escuchar las mil y una historias de sus pasajeros, en la brevedad que significa un trayecto en taxi.
Su postulación al Oscar en la categoría de mejor cortometraje viene a ratificar sus valores, aun cuando no sea una pieza maestra, pero sí una de esas películas que se desarrollan de manera impecable en lo limitado de su tiempo, a partir de un terrible drama cuya violencia no se muestra, pero se intuye.
Las lecturas posibles para el final dependerán de cada espectador, pero se trata de un hermoso pretexto que demuestra cómo en la vida una acción inesperada puede ser precisamente el remedio para el dolor contenido. En esa extraña e inesperada secuencia final, que de verdad debe ser bien analizada en su planificación, la directora concentra ese dolor que no ha logrado salir a flote y le dice a los espectadores cuál es el precio de perder a quienes se ama.
Sin ser un filme perfecto, se trata de una buena oportunidad para reencontrarse con el placer de una historia breve que deja pensando y que bien podría ser la sorpresa en su categoría en la ya próxima entrega de las estatuillas de la Academia.
La película se encuentra disponible en la plataforma de Netflix.
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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