Le hicieron mal de ojo al INE
No deja de llamar la atención que la reputación del INE supere a la de los partidos políticos, siendo que uno de los principales méritos de un árbitro es pasar desapercibido
Un aforismo que circula en las redes sociales dice que el rencor de una persona celosa crece a medida que su corazón se desgasta. Quizás esto explique por qué el INE ha sido severamente cuestionado en los últimos años.
Frente al deterioro de la democracia y de los partidos políticos, el creciente reconocimiento público de los órganos electorales ha convertido al INE en la institución más envidiada.
Según las últimas mediciones del INEGI, el INE es una de las instituciones que más confianza inspiran entre la población mexicana, solo superada por las Fuerzas Armadas.
Este resultado contrasta con lo documentado en el último informe de Latinobarómetro, donde el respaldo público a la democracia cayó del 43 % en 2020 al 35 % en 2023.
Además, la confianza en los partidos políticos experimenta su punto más bajo. El INEGI las ubica entre las instituciones públicas menos confiables.
Esta curiosa discrepancia ha sido una característica central de la democracia mexicana desde que el INE (antes IFE) alcanzó plena autonomía en 1996.
Ahora experimenta lo que los romanos llamaban “in-videre” o “mal de ojo”. En otras palabras, la máxima autoridad electoral ha ganado reconocimiento por su eficaz organización de las elecciones. En consecuencia, se ha vuelto más visible y ha sido objeto de señalamientos por parte de algunas fracciones políticas. Esto es particularmente notable en épocas de fragilidad partidista y desencanto democrático.
No deja de llamar la atención que la reputación del INE supere a la de los partidos políticos, siendo que uno de los principales méritos de un árbitro es pasar desapercibido. Es posible que el motivo de sus tormentos radique en su propio éxito.
También es perjudicial que sea visto como adversario o aliado por diferentes partidos. Esto socava su independencia y pone en duda su papel de autoridad electoral. Pareciera que hay un intento deliberado de presentar al INE como un contendiente y no como el árbitro neutral que realmente es.
Los ciudadanos se encuentran en un estado de confusión al escuchar ambas posturas, ya que tienen altas expectativas de que los órganos electorales muestren total autonomía e imparcialidad en sus decisiones. La falta de claridad no ha hecho más que aumentar la incertidumbre.
Bajo el liderazgo de Lorenzo Córdova como presidente del Consejo General, se señaló que el organismo mostraba parcialidad hacia la oposición. Las percepciones de los consejeros fueron objeto de cuestionamientos y se propusieron reformas estructurales. En aquel entonces, la oposición mostró su desacuerdo y elogiaba su autonomía.
Desde que la consejera Guadalupe Taddei Zavala asumió la presidencia, el gobierno percibe un retorno a la normalidad. El INE y las autoridades federales han retomado el diálogo y la colaboración. La reforma electoral dejó de ser prioridad, al menos hasta después de las elecciones.
Sin embargo, han surgido nuevas preocupaciones desde el lado opuesto. El órgano electoral es cuestionado por su responsabilidad para blindar las elecciones contra posibles interferencias del crimen organizado o el uso de programas sociales con fines electorales.
Por su parte, el gobierno y Morena han expresado su preocupación de que la marcha del 18 de febrero, que busca salvaguardar la democracia y la autonomía del INE, sea vista como una manifestación a favor de la alianza PAN-PRI-PRD.
A pesar de la proximidad de las elecciones, el INE sigue envuelto en polémica, circunstancia que no debería estar ocurriendo.
Afortunadamente, sus capacidades de organización electoral siguen sin ser cuestionadas.
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