Hoy es la vida; aprovecha al máximo hoy
Dale Carnegie
El pasado no existe y el futuro es incierto, no se ocupe de ellos, dicen quienes proponen vivir en el aquí y el ahora; pero… todos somos producto de lo que nos ha sucedido, así que comprenderlo para quedarnos en paz con ello es una condición indispensable para tener la mente completa en el presente y el paso inicial para que sentirnos bien sea la regla y no la excepción en nuestras vidas.
Revivir las heridas de nuestra infancia para darnos un abrazo consolador y contenedor desde nuestra adultez es importante, pero no es el objetivo central de ese viaje interior, sino la reelaboración de nuestra narrativa interna sobre los hechos. El pasado sí puede cambiarse; no lo que sucedió, sino la forma en que lo interpretamos y lo sentimos.
Nos construimos o nos destruimos a partir de los daños sufridos. Usted elige. Cada herida se debió a que en ese momento no tenía la preparación adecuada para afrontar la situación satisfactoriamente. Ahora la tiene: vuelva ahí y reinterprétela. Lo mismo tendrá que hacer en el futuro con lo que hoy no está en condiciones de gestionar adecuadamente.
Dese cuenta de que su presente es producto de los dolores y alegrías que le provocaron otros cuando carecía de autonomía y, posteriormente, de sus propias decisiones y acciones. Asuma las consecuencias en ambos casos. Eso es responsabilidad. Eso es dharma. Karma es lo malo que nos sucede porque nos negamos a ser responsables de nuestra propia vida, repartiendo culpas a diestra y siniestra.
Establezca conexión consigo mismo, que no es otra cosa que sentir lo que se ha negado a sentir, explorarlo y aceptarlo. Después hágase responsable, porque en sus manos está cambiarlo, y como paso siguiente abandone el drama personal, esa historia que se ha contado para justificar su desgracia.
Después de eso podrá instalarse en el aquí y el ahora, quizá no como un sistema de vida al estilo de Eckhart Tolle, autor del best seller “El Poder del Ahora”, pero si aprendiendo, mediante diversas técnicas de meditación, a crear “anclas de presente”, esos momentos en que paramos la vorágine de pensamientos que nos atormentan y distraen cotidianamente de las cosas esenciales.
La meditación consiste en enfocar la atención concentradamente, en calidad de observador, ya sea en una idea, su cuerpo, sensaciones, objetos, estímulos exteriores; en fin, hay diversas técnicas. Puede encontrar la propia. Nos convertimos en aquello en lo que ponemos atención y eso se vuelve más presente en nuestras vidas. A todos no ha pasado que cuando nos gusta algo en particular, comenzamos a notarlo con más frecuencia.
Pues imagínese entonces qué pasa cuando tiene la atención puesta en todo ese coctel de emociones negativas que pueden asaltarnos arteramente todos los días; e imagine, por otra parte, lo que comienza a suceder en su vida cuando aprende a crear anclas de presente para explorar sin miedo sus malestares y de bienestar para contrarrestarlos, en un ejercicio de autoconocimiento.
La meditación es el camino para crear estas anclas. Enfóquese hasta que la mente guarde silencio. Ella callará cuando deje de hacerle caso y entrará en ecuanimidad. Entonces realice una búsqueda activa de lo que realmente le perturba, aunque parezca una tontería; escúchese, valídese y mantenga un diálogo interno entre el observador ecuánime y el niño, adolescente o adulto asustado y herido.
Después de eso elabore imágenes que le den felicidad, refuércelas con pensamientos positivos y, si cree en Dios, sagrados. Hágalo diario hasta que se convierta en un hábito. Ahí tiene un ancla de bienestar. Construya todas las que quiera. Comenzará a desarrollar sentimientos transformadores, como gratitud: dicha pura; calma: neutralidad emocional; paciencia: ausencia de ansiedad, y otras habilidades espirituales con las que estará en aptitud de afrontar en su vida cotidiana cosas que en las que otros se ahogarán.
Ah, y restrinja su uso de las redes sociales.
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