Asumir la tarea de servidor público es una gran responsabilidad que no siempre tienen presente a los que se les asigna esa encomienda, se debe entender que el servidor público es la persona que desempeña un oficio, compromiso o encargo dependiente del Estado, y está obligada a apegar su conducta a los principios de legalidad, lealtad, honradez, imparcialidad y eficiencia, es una persona que ofrece una asistencia de utilidad social, porque beneficia a todos los ciudadanos y no genera ganancias privadas.
Su responsabilidad es administrar recursos públicos que le pertenecen a la sociedad, por ello, no debe cometer infracciones como la malversación de los recursos o incurrir en delitos de corrupción que atenten contra los recursos que son de la comunidad. Deben actuar con una serie de valores y actitudes para dar un buen servicio a la comunidad como: la tolerancia, la apertura, responsabilidad, respeto, comprender el concepto intercultural y el sentido de pertenencia. Lamentablemente esto no siempre es así, da tristeza acudir a una oficina de gobierno y recibir maltratos por parte de las personas que atienden en ventanilla o en oficina, con una actitud déspota, como si al ciudadano le estuvieran haciendo un favor. Cuando el trato debe de ser, todo lo contrario, deben hacerlos sentir importantes y dar una solución expedita a su solicitud.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es muy clara en cuanto a la función que deben desempeñar los servidores públicos, la define como: “Las personas que desempeñan un empleo, cargo o comisión en los entes públicos, en el ámbito federal y local, conforme a lo dispuesto en el artículo 108″. “Artículo 127.- Los servidores públicos de la Federación, de las entidades federativas, de los Municipios y de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, de sus entidades y dependencias, así como de sus administraciones paraestatales y paramunicipales, fideicomisos públicos, instituciones y organismos autónomos, y cualquier otro ente público, recibirán una remuneración adecuada e irrenunciable por el desempeño de su función, empleo, cargo o comisión, que deberá ser proporcional a sus responsabilidades”. “Art. 110. – No gozan de fuero constitucional los altos funcionarios de la Federación, por los delitos oficiales, faltas u omisiones en que incurran en el desempeño del (sic) algún empleo, cargo o comisión pública que hayan aceptado durante el período en que conforme a la ley se disfrute de fuero”. Esta perfectamente legislado su comportamiento. Además de la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos donde se especifican las posibles conductas que dan causa a las responsabilidades administrativas.
Una persona que se compromete a desempeñar un cargo público dentro del Estado, tiene el compromiso de ser imparcial, su única preocupación es atender al ciudadano y tener bien claro que ellos pagan su salario con sus impuestos, debe por lo tanto, no importarle la situación religiosa, raza, económica, partido político, entre otras porque debe actuar con integridad, sin dar privilegios indebidos, su obligación es tomar decisiones que siempre estén apegadas a la Ley y de manera objetiva, es decir, sin prejuicios.
Para lograr una conducta recta, es necesario que sus tareas las realice con ética pública, que son las conductas que se llevan a cabo dentro del deber público para el bienestar de la sociedad en apego a los objetivos del Estado, sus acciones y decisiones se deben enfocan al bien común. Debe tener siempre presente los principios de legalidad, lealtad, justicia, imparcialidad, honradez, eficiencia y eficacia en el desempeño de sus funciones.
La ética personal y la ética pública deben funcionar de la mano para lograr tener una buena actuación como funcionario público, ojalá y esta nueva administración pueda cambiar los vicios y conductas negativas que son frecuentes en el actuar de los servidores públicos, es necesario y urgente transformar la cultura laboral y preocuparse más por dar una buena atención a los ciudadanos, recordemos que todo se puede con voluntad política. la nos ofrece esta nueva administración y así recuperar la confianza y la aceptación de los ciudadanos.
Autor
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Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Obtuvo el Grado de Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la UAM-Xochimilco y el Doctorado en Planeación y Liderazgo Educativo en la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con la Especialidad en Formación de Educadores de Adultos por la UPN; y con los siguientes diplomados: en Calidad Total en el Servicio Público, Análisis Politológico, y en Administración Municipal en la UNAM, entre otros.
Ha desempeñado diferentes cargos públicos a nivel Federal, Estatal y Municipal e impartido cursos de capacitación para funcionarios públicos, maestros, ejidatarios en el área de Administración Pública y Educación. Catedrática en la UNAM, UA de C, UVM, La Salle y en la UAAAN. Asesora y sinodal en exámenes profesionales en el nivel licenciatura, maestría y doctorado. Ha publicado varios artículos en el área de administración pública y educación en diferentes revistas especializadas, ha asistido a diferentes Congresos a nivel nacional e internacional como ponente en el área de Administración Pública y Educación, coautora en dos libros. Autora del libro Islas de Tierra firme.
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