Coyuntura crítica y las elecciones de 2024
Las elecciones del próximo año serán las más importantes del país en las últimas décadas. Junio de 2024 será lo que ciertos académicos han denominado “coyuntura crítica”. Y es en estas coyunturas donde se cristalizan las personalidades, donde se separan los valerosos de los mediocres, donde se ve finalmente quién es quién.
En 2012 el economista de MIT Daron Acemoglu y el politólogo de Harvard James Robinson publicaron un exitoso libro titulado “Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”. En él desarrollan el concepto de “coyuntura crítica”, el cual describen como “un gran acontecimiento o una confluencia de factores que trastorna el equilibrio económico o político existente en la sociedad”. El análisis, además de comenzar preguntándose por qué Nogales (Arizona) es rico mientras que Nogales (Sonora) es pobre, presenta innumerables ejemplos históricos de cómo en ciertos contextos se tomaron decisiones trascendentales que trajeron consigo una “deriva institucional”, es decir, instituciones cuya naturaleza tendría un impacto fundamental en la sociedad (pensemos en las dos Nogales… con instituciones distintas).
Ese es el caso en el que nos estamos adentrando en México. La coyuntura crítica son las elecciones de 2024, con dos proyectos antagónicos claramente definidos: uno democrático, que propone la autonomía de las instituciones electorales y la independencia del Poder Judicial; y uno autocrático, que plantea la elección por medio del voto de consejeros electorales y de ministros de la Corte, con un partido crecientemente hegemónico y de corte populista en el centro. La deriva institucional que esto causará será definitoria: un INE y una Corte que continúan cumpliendo con su papel, manteniendo la imperfecta pero existente democracia mexicana; o un INE y una Corte completamente cooptadas por un partido político, terminando con la viabilidad democrática del país.
En este contexto veremos relucir las mentes y los caracteres de cada quien. Entre ellos estarán los “cómplices de los asesinos de la democracia”, término acuñado por los académicos de la Universidad de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, expertos en temas democráticos: “Muchos políticos tradicionales que presiden el colapso de una democracia no son autoritarios comprometidos con derrocar el sistema; son arribistas que simplemente están tratando de salir adelante. Se muestran menos opuestos a la democracia que indiferentes a ella. El arribismo es una parte normal de la política. Pero cuando está en juego la democracia, elegir la ambición política en lugar de su defensa puede ser letal”, nos dicen.
Parece que, frente a la imperiosa voluntad del presidente López Obrador, habrá tres caminos a elegir: el del exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa, que renunció y denunció al presidente de la República; el del otro exsecretario de Hacienda, Arturo Herrera, que bajó la cabeza y se auto-desterró; y el de todos los demás, que prefieren a un líder autocrático que a un país democrático. ¿Qué camino elegiremos cada uno de nosotros al emitir nuestro voto?
@FernandoNGE
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN19 noviembre, 2024PLAZA CÍVICA
- OPINIÓN12 noviembre, 2024PLAZA CÍVICA
- OPINIÓN5 noviembre, 2024PLAZA CÍVICA
- OPINIÓN29 octubre, 2024PLAZA CÍVICA