En todas las culturas de acuerdo con sus creencias, pueden aceptar a la muerte o negarla, o también desafiarla. Lo que es cierto es que ningún ser la puede evadir, todos estamos destinados a morir. La muerte es entendida como el fin de la existencia o la transición a otro estado de la conciencia o del ser. Desde la Biología es la descomposición de un organismo, es un fenómeno natural. Algunas religiones interpretan a la muerte de la siguiente manera: el judaísmo asegura que la muerte es huida del sufrimiento de la vida, es el descanso. El cristianismo manifiesta que la muerte es el sueño eterno que supone la redención. El islamismo comenta que es el estado de completa inconsciencia, un sueño. Por su parte, para el budismo es la transición (estado bardo) no es un proceso terminal; es el comienzo de otra vida. Por último, el hinduismo lo reflexiona como el final feliz después de un penoso camino; el objetivo es retornar, escapar de la rueda de la vida. Cada religión de acuerdo con sus credos la interpreta de manera diferente, para unos es final, mientras para otros es el renacer, regresar a casa.
Existen una infinidad de escritos sobre el tema de la muerte, Juan Rulfo, hace una excelente narración en su novela Pedro Páramo, nos enseña como en un pueblo convive con la muerte. Paul Westheim en su texto “Calavera” señala que “La carga psíquica del mexicano que da un tinte trágico a su existencia, hoy como hace dos y tres mil años, no es el temor a la muerte, sino la angustia ante la vida, la conciencia de estar expuesto, y con insuficientes medios de defensa, a una vida llena de peligros…” En otro sentido el filósofo español Sabater escribe en “Las preguntas de la vida” que: “Es precisamente la certeza de la muerte la que hace la vida-mi vida, única e irrepetible- algo tan mortalmente importante para mí. Todas las tareas y empeños de nuestra vida son formas de resistencia ante la muerte, que sabemos ineluctable. Es la conciencia de la muerte la que convierte la vida en un asunto muy serio para cada uno, algo que debe pensarse”. Cada uno de estos autores manifiesta sus muy variados e importantes puntos de vista con respecto a la inevitable muerte.
Los mexicanos la nombramos de muy variadas formas: la catrina, la parca, la flaca, la calaca, la huesuda, la desdentada, patas de alambre, la polveada, la tiznada, la novia fiel, entre otros apodos, donde se manifiesta la imaginación a los mexicanos. La encontramos en nuestros refranes populares: “El muerto a la sepultura y el vivo a la travesura”. “El muerto al pozo y el vivo al gozo”. “La muerte me pela los dientes”. “Al fin para morir nacimos”. “Ay muerte no te me acerques que estoy temblando de miedo”. “Al cabo, la muerte es flaca y no ha de poder conmigo”. “El que por gusto muere hasta la muerte le sabe”. “Hierba mala nunca muere”. También en la música: “La llorona”, “La bruja”, “La muerte”, “La calaca” etcétera. Finalmente, en la comida con el tradicional pan de muerto. Es personificada de muy variadas expresiones, referentes al fin de la vida. Ya lo decía Netzahualcóyotl: «aunque sea de jade, se quiebra…»
Cada mes de noviembre en nuestro país, es una tradición rendir honores a la muerte. Octavio paz, consideraba que “la muerte es una máscara del mexicano”. Nuestros antepasados los aztecas, rendían culto a la muerte, este fue erradicado por la conquista, por lo que, se dio una unión de esta cultura con la religión católica para honrar a los difuntos. Por ello, en cada región del país se representa el altar de muertos de diferentes formas, está es una ofrenda, dónde se festeja la vida y la muerte, es un acto de amor para recordar a los parientes fallecidos, se ofrecen en todas ellas: la comida que más le gustaba al difunto, no pueden faltar las velas, el papel picado de muy variados colores, el copal o incienso, las flores de Cempasúchil, cacalosúchil, crisantemos, las bebidas como el atole, el café, la cerveza, el vino, tequila, mezcal, aguardiente, las calaveritas de dulce entre otros manjares que le gustaban al difunto.
También aparece en la escena social hermosa calavera, esa cuyo padre es el grabador José Guadalupe Posadas, quién con un sentido irónico la describió de mil formas. Las calaveritas literarias, esas composiciones escritas, que manifiestan ideas en broma, burla con gran ingenio, picardía y sobre todo ironía donde se critican a políticos, artistas, músicos, en fin, personas sobresalientes de la sociedad mexicana. Posadas escribía al respecto: La muerte, es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera.
Todas las personas debemos tener presente, que algún día vamos a morir y prepararnos para ello, es algo que nunca hacemos y mucho menos pensamos, simplemente porque creemos que nunca va a suceder. Lo que es una realidad es que la muerte siempre está al acecho, no sabemos cuándo, cómo, dónde, ni bajo qué circunstancias va a suceder. Por ello, es recomendable vivir con intensidad, es decir, no dañar al prójimo y hacer lo que realmente nos agrade. Demostrar con hechos el amor que sentimos por las personas que nos importan, porque no sabemos si nos vamos nosotros o ellos. De esta forma nos quedaremos con los buenos recuerdos, por eso es bueno leer todos los días el poema de Ana María Rabatté “En vida hermano”. Cuando llegué el momento de retiramos de este mundo lo haremos en paz o cuando un ser querido se marché también, no tendremos ningún tipo de culpa. Finalmente, coincido completamente con un poeta indígena que decía: “todos tendremos que ir al lugar del misterio”, y sí la muerte es un misterio. Lo cierto es que los mexicanos nos reímos con la muerte.
Autor
-
Cursó la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM. Obtuvo el Grado de Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la UAM-Xochimilco y el Doctorado en Planeación y Liderazgo Educativo en la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con la Especialidad en Formación de Educadores de Adultos por la UPN; y con los siguientes diplomados: en Calidad Total en el Servicio Público, Análisis Politológico, y en Administración Municipal en la UNAM, entre otros.
Ha desempeñado diferentes cargos públicos a nivel Federal, Estatal y Municipal e impartido cursos de capacitación para funcionarios públicos, maestros, ejidatarios en el área de Administración Pública y Educación. Catedrática en la UNAM, UA de C, UVM, La Salle y en la UAAAN. Asesora y sinodal en exámenes profesionales en el nivel licenciatura, maestría y doctorado. Ha publicado varios artículos en el área de administración pública y educación en diferentes revistas especializadas, ha asistido a diferentes Congresos a nivel nacional e internacional como ponente en el área de Administración Pública y Educación, coautora en dos libros. Autora del libro Islas de Tierra firme.
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN17 noviembre, 2024INSENSIBILIDAD SOCIAL
- OPINIÓN10 noviembre, 2024LAS NECESIDADES HUMANAS BÁSICAS VERSUS LAS ARTIFICIALES
- OPINIÓN3 noviembre, 2024UN INCESANTE CAER DE ESTRELLAS EN LA NADA
- OPINIÓN27 octubre, 2024TODO PASA NADA ES PERMANENTE