COMO DECÍA MI ABUELA

“Ni con Dios…”

Mi abuelita solía contarnos cuentos y chistes para mantenernos entretenidas en aquellas tardes de verano en las que nos quedábamos para hacer «pijamada» con las primas. Todo era miel sobre hojuelas hasta que tocaba la hora de acostarse y empezábamos a discutir sobre la cama y acompañante de cada quién. Entonces mi abuela (que ha este punto creo que es una santa por tanta paciencia) llegaba y nos decía: “a dormir todas, ya acuéstense como sea”, y ante los argumentos de que esta roncaba o aquélla se movía mucho nos respondía: “ustedes pónganse de acuerdo, yo no puedo estar ni con Dios, ni con el Diablo”, señalando firmemente que no tomaría partido a favor de nadie mientras un elocuente gesto con chancla en mano ponía fin a las discusiones.

En los últimos días, la noticia de la maestra que fue atacada por uno de sus alumnos en la ciudad de Ramos Arizpe ha causado diversas reacciones, tanto por parte de las autoridades, cómo de la sociedad en general. No es para menos. En el video se aprecia como un menor de edad ataca por la espalda a su profesora de español, a quién debería mostrar respeto, no violencia, lo que me hace preguntar ¿Qué está pasando con nuestros niños y adolescentes?

Pensarán que quizá estoy de acuerdo con el castigo físico, debido a la anécdota arriba mencionada, pero no es así.

Muchos internautas señalaron a este niño como parte de la llamada «generación de cristal» ya que, dentro de los argumentos de varios padres de familia basados en los comentarios de sus hijos, se señala que la maestra era abusiva psicológicamente con sus alumnos y que ejercía acoso, en particular, sobre el menor que la agredió posteriormente.

Ante estos hechos muchas personas refirieron haber sido agredidos físicamente por sus maestros o «buleados» por éstos o sus compañeros, otros señalan que, “nos tocó aguantar más”. Entonces, ¿este niño debía aguantar insultos y vejaciones? No estoy de acuerdo ¿Quiere decir esto que estoy justificando las acciones del menor y que estoy de acuerdo en que la maestra merecía un castigo? Tampoco. Tal cual cómo diría mi abuela, «ni con Dios, ni con el Diablo»

No podemos defender la violencia con más violencia, como tampoco podemos estar de acuerdo en que los niños aguanten. En principio de cuentas, el derecho a una vida libre de violencia aplica como un derecho humano para todos los habitantes del planeta, sin distinciones de edad, raza, sexo, color de piel etc.

Nadie tenemos porqué aguantar agresiones, esta manera de pensar, forma parte de la normalización de la violencia que como sociedad sigue contribuyendo al menoscabo de nuestra seguridad y calidad de vida. Ni nosotros en el pasado, ni los niños en el presente, tendríamos porqué aguantar ningún tipo de violencia, por más insignificante que nos parezca un insulto.

Justamente, esta normalización, es lo que finalmente conduce a este menor a agredir a su maestra, de una manera desproporcionada y quizá desde la frustración de sentirse más pequeño y en desventaja frente a la autoridad que ella representa.

Lo cierto es que aquí no gana nadie, y más bien, deberíamos estarnos preguntando ¿qué hacer para prevenir este tipo de acciones?

La llamada «operación mochila» puede funcionar en los hechos, pero no en las actitudes y pensamientos de las personas. Necesitamos reeducarnos. Desde los altos mandos hasta los más pequeños. El estado ejerce violencia sobre los ciudadanos, los maestros ejercen violencia sobre los alumnos, los padres sobre los hijos y los hombres sobre las mujeres. Somos una sociedad que admite la violencia como una forma de «educación y corrección» pero luego se espanta cuándo un niño actúa de manera agresiva. ¿Qué no es la consecuencia lógica de vivir en este entorno?

Empecemos por cambiar nosotros. No callemos ante las injusticias y no ejerzamos violencia sobre nuestros hijos. Seamos el lugar seguro que muchas personas necesitan. Cambiemos nuestro entorno, por nuestra salud mental y por una mejor calidad de vida.

 

 

Autor

Leonor Rangel