Los soldados rusos y el medioevo lopezobradorista
En pleno dieciséis de septiembre y en el corazón de la República mexicana, soldados rusos desfilaron ante el presidente de la República. Muchos se sorprendieron, y no era para menos. Sin embargo, el acontecimiento finalmente era de esperarse, porque el país eslavo y el presidente López Obrador comparten mucho más de lo que el simple ojo alcanza a apreciar.
A Rusia no ha llegado ni la Ilustración ni la Revolución Industrial, produciendo una idiosincrasia semejante a la del jefe de Estado mexicano. Por una parte, la Ilustración destruyó las jerarquías medievales y el dogmatismo religioso para encumbrar la ciencia, la razón y el gobierno constitucional. Por otra, la Revolución Industrial produjo el salto de sociedades agrarias a países tecnológica y económicamente avanzados. Sin embargo, Rusia sigue en el medioevo: no hay separación Iglesia – Estado, llevando al Patriarca Cirilo de Moscú a apoyar la guerra de Putin declarando a soldados rusos que “el sacrificio en el desempeño de su deber militar lava todos sus pecados”. En términos económicos, Rusia vive de sus materias primas: como presidente, Obama bien declaró que Rusia “no hace nada”.
En el gobierno lopezobradorista, la Ilustración tomó el asiento trasero. Los recortes presupuestales en ciencia y tecnología son evidentes: si en 2018 se invirtieron 70 mil millones de pesos, en 2023 fueron 60 mil millones. El presidente ha denigrado a los mexicanos que estudian en el extranjero, cancelando las becas del gobierno. La “Nueva Escuela Mexicana” reduce el espacio de las matemáticas, y han cancelado las pruebas estandarizadas de evaluación. En medio de la peor pandemia en un siglo, el presidente saca amuletos y estampitas de santos, su “escudo protector”. Jamás promovió el uso del cubrebocas, lo cual hubiese salvado miles de vidas. Y por ello, la revista científica más prestigiosa del mundo, Science, criticó los recortes presupuestales y publicó un ensayo de la fallida respuesta de los gobiernos de México y Brasil a la pandemia, citando su “orientación populista”, alergia a la ciencia y desprecio a la evidencia. Más de 800 mil mexicanos murieron.
Si no hay luz en la mente, no hay progreso material. El presidente se inauguró promoviendo un “trapiche” y vituperando contra “ventiladores” (generadores eólicos). Pide a empresarios “buscar ganancias razonables”, cuando debería buscar más ganancias para que el Estado recaude más. Calumnia a las clases medias mexicanas llamándolas “aspiracionistas sin escrúpulos morales”, cuando son esenciales para el crecimiento económico y la consolidación democrática. Le encarga a las Fuerzas Armadas la construcción de las principales obras públicas, deseando convertir a generales en empresarios. E intenta monopolizar el sector energético en vez de impulsar una industria energética nacional, con capital público y privado. Aquí, el crecimiento económico no importa.
El corazoncito del presidente está con la Rusia de Putin, la Nicaragua de Ortega y la Cuba de los Castro, países cuasi-medievales. Sin embargo, el país ya avanzó. Y lo salvó el T-MEC, la falta de petróleo y la pluralidad de la sociedad mexicana.
@FernandoNGE
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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