Esperan migrantes en ‘limbo’ fronterizo

Ciudad Juárez.- Una alambrada de púas es la división de dos «aldeas»: una con cientos de migrantes formados bajo el sol durante horas o días para solicitar asilo, y otra apenas pasando el Río Bravo, donde están replegados aquellos que huyen del Instituto Nacional de Migración (INM) y esperan que Estados Unidos les dé acceso para el trámite.

Los dos campamentos improvisados se encuentran del lado estadounidense, a pocos metros del muro fronterizo, después del afluente, a la altura de la llamada «Puerta 36», en donde Estados Unidos acondicionó un acceso por la alambrada.

En ese punto, a diario llegan cientos de migrantes que viajaron, principalmente en tren, desde el centro del país hasta la frontera entre México y EU.

Quienes se encuentran antes del alambre de púas son migrantes que esperan que la Guardia Nacional de Texas abra una puerta habilitada en la misma alambrada y les permita formarse en la segunda «aldea» y así estar un paso más delante en su meta de lograr el «sueño americano».

Los migrantes se instalaron ahí para evitar ser detenidos por agentes del INM, ya que, al estar del otro lado del río, ya no pueden arrestarlos para retornarlos a la frontera sur de México.

«Están esperando ahí porque tienen miedo de Migración, dicen que Migración está atajando a la gente de este lado y la gente tiene miedo», señala el venezolano David Elías Petit.

Los que ya pasaron al otro lado de la alambrada, esperan formados que lleguen los camiones de la Patrulla Fronteriza para ser procesados. En la fila sufren hambre y sed; apenas están protegidos con sábanas o cobijas y en algunos casos con alguna casa de campaña.

Debido a que un intenso calor ha pegado en los últimos días, personas que ya estaban en la fila y con un número, decidieron salirse para acudir a comprar agua y comida en una tienda de conveniencia de Ciudad Juárez, cercana al río.

Unos, para no perder su lugar bebieron agua sucia del afluente porque Estados Unidos no les proporciona ni bebida ni alimento.

Dilan Caravallo, de 22 años, un venezolano que permanece en la «aldea» sur, llena envases de agua que encuentra tirados para aventarlos sobre el alambre de púas a sus compañeros que están en la fila.

«Queremos entrar a Estados Unidos, siendo inmigrantes, pero no criminales», indica desde el campamento luego de haber llenado los envases y de aventarlos, pese a la presencia de la Guardia Nacional de Texas.

El sudamericano, quien sólo portaba un short por el intenso calor, señala que sus casos deben ser juzgados con base en temas migratorios, pero no como delincuentes.

«Tengo tres días, hace dos días iban a abrir, pero (hubo) mucha pelea, y no quisieron. Vamos a esperar a que ellos quieran», cuenta flanqueado por plásticos y cobijas que les sirven para protegerse.

La pelea, refiere, fue entre los mismos migrantes por la emoción de querer entrar rápido.

Conforme van ingresando a la «aldea» norte, más migrantes que llegan al río se instalan en los espacios que dejaron sus predecesores. (AGENCIA REFORMA)