COMO DECÍA MI ABUELA

«Hierba mala»…

Mi papá y mi abuela compartían, entre otras cosas, su amor y dedicación por los jardines. Me llamaba la atención cuánto se esforzaban en preparar la tierra con abono, trasplantar aquellas matas que ya estaban muy apretadas en sus macetas y deshierbar macetas y pasto. -Acuérdate mi chilín, «hierba mala, nunca muere»– exclamaba mientras ella y mi padre arrancaban la maleza que crecía entre los rosales.

Cuando se hace mediático un caso de violencia feminicida, ya sea por los medios de comunicación tradicionales o las redes sociales, me causa conmoción cómo se describen los hechos, a veces culpabilizando y revictimizando a la mujer por un lado y por el otro, intentando justificarlos como «actos pasionales» o producto del «alcohol y una mala relación familiar». Ya he señalado en diferentes ocasiones, que nuestras palabras como medios de comunicación impactan en la manera en que la sociedad recibe estas noticias, de manera que nuestro papel, no sólo es informar, sino dar a conocer la naturaleza de estos actos como parte de la violencia estructural que se ejerce sobre el 52 por ciento de la población.

Se observa desde Palacio Nacional, cuando figuras como la presidenta de la Suprema Corte de Justicia o la recién nombrada candidata de la coalición opositora, son constantemente atacadas y nombradas desde una perspectiva misógina, solamente por no concordar con nuestro actual mandatario. Pero también se observa por lo bajo, en acciones cómo la que realizaron el pasado 24 de septiembre en la alcaldía Miguel Hidalgo un padre y su hijo en complicidad con las autoridades policiales. El hecho, pareciera una burla más del Estado, una forma más de confirmarnos que nuestra vida no tiene la misma importancia que la de los hombres, que somos ciudadanas de segunda categoría.

¿Por qué si existe un protocolo para investigar toda muerte violenta de una mujer como posible feminicidio, se extrae el cuerpo sin vida de Monserrat en una camilla por un policía y un civil y este es trasladado a una funeraria? ¿Por qué no se atiende el llamado que durante un año realizaron los vecinos del lugar, denunciando violencia doméstica? ¿Por qué no se advirtió que la mujer que se encontraba sin vida en ese departamento, se encontraba reportada como desaparecida desde el 10 de marzo de 2023? ¿Por qué se detuvo sólo a Sean «N» y a su padre como responsables del feminicidio de Monserrat, pero no tenemos datos del policía que actuó en complicidad? ¿Qué de verdad, nuestras autoridades son tan incompetentes?

Cómo decía mi abuela «hierba mala, nunca muere» pues no importa quiénes sean los gobernantes en turno, ni a qué nivel de mando obedezcan las autoridades, la misoginia y el machismo siguen creciendo al interior de la sociedad, de las corporaciones policíacas y de las más altas esferas del poder como maleza y plaga difíciles de exterminar.

Pareciera un argumento de película policíaca de los 80’s dónde el descuido y la falta de tecnología le impiden al oficial realizar de manera eficiente su trabajo. Pero no es así, es la total falta de voluntad política, es el pensar que las mujeres merecemos un castigo por haber cometido el pecado de brindarle una manzana a Adán.

Sea cual sea la esfera desde la que se nos juzgue, nunca somos lo suficientemente importantes o valiosas para que se generen garantías que faciliten nuestro derecho a una vida libre de violencia. Hoy por Monserrat y las otras 11 mujeres que mueren diariamente en México víctimas de la violencia feminicida, clamamos #NiUnaMas, y que se sancione a aquellas autoridades omisas que pretendieron hacer pasar por «muerte natural» un feminicidio, ¿o me van a decir que México es tan misógino y tan violento contra las mujeres que se considera natural un feminicidio?

 

Autor

Leonor Rangel