EL ESTADO Y EL MONOPOLIO DE LA VIOLENCIA FÍSICA LEGÍTIMA

 Ante la crisis de violencia, ocasionada por cárteles del narco, que se vive en frontera sur de Chiapas y la incursión del Cártel de Sinaloa en Chamic, kilómetros antes de Frontera Comalapa, el periodista chiapaneco Isaín Mandujano reflexionó: “Algunos periodistas hemos valorado o no informar de esta y otras acciones porque nuestra seguridad está en riesgo: ¿O estamos informando de lo que pasa o estamos prestándonos o siendo propagandistas del crimen organizado?”.

Para el periodista Julio Hernández, “Resulta estremecedor ver el desfile de vehículos y personal armado del crimen organizado. ¿Quién puede hablar de Estado de Derecho o gobernabilidad?”

“Resulta estremecedora la recepción que pobladores dan a esos criminales, entendidos como «salvadores». ¿Quién puede decirse gobernador, Rutilio Escandón? ¿Cuál excusa puede argüirse desde el gobierno federal, si a este y al estatal se les ha informado constantemente de lo que ha ido sucediendo?”

“Resultan estremecedores el abandono de las responsabilidades institucionales, la opción preferencial de los gobernantes por la politiquería, la cesión de la percepción social del «poder» a uno u otro de los bandos que «sí pueden garantizar orden, justicia» así sea mediante la barbarie.”

“Resulta estremecedor que los periodistas estén en riesgo grave por informar de lo que sucede y, al mismo tiempo, se pregunten si al informar hacen propaganda a esas acciones criminales.” (twitter.com)

En este escenario, si queremos entender la gravedad de los hechos, es imprescindible repasar lo dicho por el sociólogo alemán Max Weber respecto a la política, el Estado y el monopolio de la violencia legítima. Para él, la política es “la dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política”, es decir, en nuestro tiempo, de una comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama, con éxito, para sí el monopolio de la violencia física legítima. Este Estado como todas las asociaciones políticas es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de dicha violencia legítima. Para subsistir, es necesario que los dominados acaten la autoridad que pretende tener el dominante. (Weber, Max. El político y el Científico)

Existen tres tipos de justificación que fundamentan la legitimidad de dicha dominación. En primer lugar, la legitimidad de la costumbre, válida por la consuetudinaria orientación del hombre hacia el respeto. Esta es la legitimidad “tradicional”, ejercida por los patriarcas. En segundo término, la autoridad de la gracia personal que entraña la entrega y la confianza personal en la capacidad, el heroísmo, u otras cualidades. Esta es la autoridad “carismática” que tuvieron los profetas, jefes guerreros o jefes de partidos políticos. Por último, tenemos una legitimidad basada en la “legalidad”, aceptación de la validez de los preceptos legales, basada en la racionalidad y en la obediencia a las obligaciones legalmente establecidas; tal es el caso del actual servidor de Estado.

Es evidente que, en la realidad, la obediencia está condicionada por motivos de temor y de esperanza; pero cuestionando los motivos de legitimidad de la obediencia, nos encontramos con cualquiera de estos tres tipos puros o de combinaciones entre ellos. “Toda dominación sobre una pluralidad de hombres requiere, de un modo normal, un cuadro administrativo”. (Weber, M. Economía y Sociedad)

Naturalmente, el cuadro administrativo no está vinculado con el detentor del poder por esas ideas de legitimidad, sino por la retribución material y el honor social. Para el mantenimiento de toda dominación por la fuerza se requieren ciertos bienes materiales externos. A las organizaciones estatales se les puede clasificar en dos categorías: en unas el equipo humano posee en propiedad los medios de administración; en otras, el cuadro administrativo está separado de los medios de administración. En el Estado moderno se realiza al máximo la separación entre el cuadro administrativo y los medios materiales de la administración.

La política es sus fines no solo se inscribe al ámbito de los valores, sino por sobre todo la política es la “dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política, hoy de un Estado”, o bien; “la aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre los distintos Estados dentro de un mismo Estado entre los distintos grupos que lo componen”.  La política se refiere a la “dirección “ y “el poder” a la dirección con poder y con base en el poder dentro de una asociación (política).  Se trata, pues, de apropiarse del poder o de expropiarlo, de distribuirlo o atribuirlo.

Toda asociación política (dirigente y cuadro administrativo) es aquella en que la existencia y la validez de sus ordenamientos dentro de un ámbito geográfico determinado están garantizados de un modo continuo por la amenaza y aplicación de la coacción física por parte de su cuadro administrativo.

En este sentido, hoy la política consiste en obtener y/o mantener, expropiar y/o apropiarse el monopolio de la coacción física. El atributo esencial del poder político, de la dirección política, es la coacción física, la violencia física monopolizada. La dirección política incluye poder y éste incluye violencia física. La política es en última instancia la violencia.

“Debe entenderse por dominación la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado”.

A la política como asunto de la voluntad se suma ahora el poder como “probabilidad de imponer la propia voluntad aún contra toda resistencia” y al poder se suma la violencia y el monopolio de la violencia como medio ineludible y eficaz de doblegar la resistencia para la imposición de la voluntad.

Al estar la política en su finalidad vinculada por necesidad interna a valores y por esto al “deber ser”, la política tiene una relación intrínseca con la ética. La ética política y del político, sin embargo, hace una distinción doble dentro de la ética, es la “Ética de la Responsabilidad” y no la “Ética de la Convicción”.

La responsabilidad de los propios actos respecto a las asociaciones que representa, y de los fines cuya realización aspira, para el presente y para el futuro. Responsabilidad racional de medios y consecuencias.

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

josevega@nuestrarevista.com.mx

 

 

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José Vega Bautista
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