CÁPSULAS SARAPERAS

Hasta el último trago

En esta ocasión te platico una historia que sucedió en un sepelio y en la cual participan un muertito, un borracho, un compadre, un yerno y hasta una yegua.

El viernes 20 de junio de 1956 mientras velaban a un Saltillense, cuyo nombre no encontré en mi investigación, pero lo que si encontré fue que tenía una hija, ella casada con un hombre de nombre Raúl Castillo, quien tenía un compadre de no muy buena reputación que digamos. De hecho, apenas 8 días antes, el 12 para ser precisos, acababa de salir de la penitenciaria del estado, lugar en el cual estuvo guardado por un asunto penal, pues había atentado contra un niño de tan sólo seis años. El nombre del abusador de menores y más era Teodoro Ramírez.

Ese día por la mañana, Teodoro le robó una yegua a su compadre y decidió irse a tomar algunas bebidas embriagantes a la zona de tolerancia, específicamente a “El Triste”. La fichita lisa de Teodoro, después de que se le subieron los vinos, se dirigió al funeral del suegro de su compadre Raúl. Arribó al lugar del sepelio, y con una botella de vino en la mano descendió de la yegua que había robado,  y se fue directito al ataúd, momento en el cual todos los presentes, deudos, familiares y amigo pensaron que dirigiría alguna oración, pero la sorpresa fue mayúscula cuando Teodoro quiso desclavar, valga la redundancia, los clavos del ataúd.

Raúl, quien además de cargar con la pena del fallecimiento de su suegro y con el robo de la yegua por parte de su compadre, no aguantó más cuando el beodo, ladrón y sinvergüenzas de Teodoro le insistía al cuerpo sin vida de que lo acompañara a seguir tomando.

Los asistentes se le abalanzaron a Teodoro, quien para su suerte arribaron los uniformados, los cuales se encargaron de calmar los ánimos y así evitar que se diera velorio a otra persona más.

El entonces delegado de la policía, quien se llamaba Carlos Pérez, fue quien recibió en la comandancia al borracho de Teodoro —quien además resulto ser un adicto a las drogas— para al día siguiente reingresarlo a la penitenciaria del estado.

Esta es una historia que sucedió en nuestra hermosa ciudad de Saltillo, la historia en la cual Teodoro, un Saltillense que no se portaba nada bien, quiso que el suegro de su compadre bebiera su último trago sin importarle que ya estuviera en el ataúd. Por cierto, estimada y estimado Saltillense, de la yegua y de la botella, como Camila “La Texana”, nunca más se supo nada.

 

Autor

Francisco Tobías
Francisco Tobías
Es Saltillense*, papá de tres princesas mágicas, Rebeca, Malake y Mariajose. Egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde es catedrático, es Master en Gestión de la Comunicación Política y Electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Claustro Doctoral Iberoamericano le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Es también maestro en Administración con Especialidad en Finanzas por el Tec Milenio y actualmente cursa el Master en FinTech en la OBS y la Universidad de Barcelona.
Desde el 2012, a difundido la historia, acontecimientos, anécdotas, lugares y personajes de la hermosa ciudad de Saltillo, por medio de las Cápsulas Saraperas.
*El autor afirma que Saltillense es el único gentilicio que debe de escribirse con mayúscula.
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Es Saltillense*, papá de tres princesas mágicas, Rebeca, Malake y Mariajose. Egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde es catedrático, es Master en Gestión de la Comunicación Política y Electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Claustro Doctoral Iberoamericano le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Es también maestro en Administración con Especialidad en Finanzas por el Tec Milenio y actualmente cursa el Master en FinTech en la OBS y la Universidad de Barcelona. Desde el 2012, a difundido la historia, acontecimientos, anécdotas, lugares y personajes de la hermosa ciudad de Saltillo, por medio de las Cápsulas Saraperas. *El autor afirma que Saltillense es el único gentilicio que debe de escribirse con mayúscula.