A LA BÁSCULA

Gracias a Andrés Manuel

 En una entrega anterior, usted y yo platicamos acerca de que la forma como el presidente quiere tener en su puño el control de todas las cosas, podría terminar por tronarle el ‘cuete’ en la mano, y en el momento decisivo para la definición de las candidaturas presidenciales tanto de su partido como del bloque opositor, eso parece que estaría a punto de sucederle.

Con la creencia de que él es el único que puede decidir en este país, que tiene todo el poder para criticar, denostar, insultar, atacar, juzgar y sentenciar al que él quiera; que es el único que tiene el nuevo dedo –pero este dedo es diferente, no crea que es como el de antes, porque compararlos, eso sí calienta- para decretar el dedazo de quiénes sí y quienes no pueden participar, por su propio partido, pero también el bloque opositor; el único que puede tener una opinión sesgada, de machismo y misoginia, y luego decir –aunque en los hechos las pruebas lo refutan- que él no es machista, que nunca ha insultado a una mujer.

Con todas esas creencias se metió en camisa de once varas al iniciar el diferendo con Xóchitl Gálvez, a la que sin que ella lo pidiera, la sacó de los carriles de salida en la pista por la carrera el gobierno de la Ciudad de México, y la colocó en la de la carrera presidencial, y en un dos por tres la posicionó por encima de sus propias (mal llamadas) corcholatas, y a la que en las al menos dos últimas semanas le ha dado más publicidad que a su favorita Claudia Sheinbaum, quien ya empieza a mostrar nerviosismo porque todo indica que muy pronto habrá un cruce de caminos.

Xóchitl, lo hemos venido platicando en este mismo espacio, encuadra dentro de las figuras que se le han presentado a los mexicanos, que les han resultado simpáticos y a los que con su voto han llevado a la mismísima presidencia de la república. Sucedió con Fox que su estilo ranchero, desparpajado de vestir y hablar, dicharachero, malhablado, logró conquistar al electorado hasta lograr su objetivo de ‘sacar al PRI de los Pinoles’. Como gobernante fue un fiasco, pero como diría la Nana Goya, esa es otra historia.

Luego el propio Andrés Manuel quien se convirtió en el receptor de todos los votos de los millones de mexicanos desilusionados, molestos, dolidos y traicionados por los gobiernos del PRI y del PAN. Los electores en las urnas decidieron ir a votar por el personaje que más les dolería a tricolores y albiazules. Muchos fueron, sí porque creyeron en que, ahora sí, llegaría el gobierno del cambio y en el país se acabaría la violencia, la corrupción, la impunidad y se acabaría con todos los jinetes del apocalipsis. Pero muchos también fueron votos de castigo a sucesivos malos gobiernos, sobre todo al que estaba en el año y momento de la elección.

Hoy hay muchos ciudadanos que por nada del mundo votarían para que siguiera el partido del presidente en el poder, digamos los anitiamlos, pero a ellos se han venido sumando los que creyeron en el proyecto de ‘transformación’ del país y hoy están terriblemente decepcionados de la forma de gobernar de Morena; y los que pertenecen a los segmentos de la población que han sido agraviados por el gobierno en turno: maestros, médicos, empresarios, inversionistas, investigadores, académicos, intelectuales, campesinos, mujeres y un largo etcétera.

Muchos votantes de estos grupos, emitirán su voto –quizá y una vez más como hace casi seis años- con una alta dosis de hígado, de entraña-, por quien se les presente como él o la candidata que más le dolería a AMLO por el que votaran. Y aunque en el bloque opositor no aparecía entre un enorme abanico de aspirantes que levantaron la mano, al menos uno que despertara un poco de pasión, de ilusión, de entusiasmo porque muchos de ellos –la mayoría- representan a un pasado que dejó tanta desilusión, frustración y enojo; el presidente, como el ser omnipotente que cree ser, se tomó la libertad de decidir quinen de la ‘tienda de enfrente’, debería estar en la contienda.

Y subió a Xóchitl a la competencia, quien apareció disruptivamente en el escenario de la carrera por ‘la grande’, condición que nadie de su establo puede tener. Para ser disruptivo es necesario estar en desacuerdo con el gobierno en turno, pero además su simpleza, su sencillez para hablar, para vestir para visualizar los problemas del país, le han dado un plus, pero encima de todo tiene una gran virtud: es una mujer inteligente, con criterio propio, con propuestas propias, con lenguaje propio, malhablada si quiere, pero eso además a la gente del pueblo bueno y sabio, es algo que históricamente nos han demostrado, le gusta y le resulta gracioso.

¿No se acuerda Andrés Manuel que como opositor la gente se cansó de aplaudirle frases como ‘cállate chachalaca’? Hoy de Xóchitl les simpatiza algunas como ‘A mi ningún cabrón me ha puesto en ningún lado’. Y a López Obrador parece que no le ha terminado de caer el veinte que mientras más utilice toda la fuerza y el poder del estado para intentar aplastarla, la hidalguense seguirá creciendo, de hecho ya ha crecido a pasos agigantados en muy poco tiempo ganando las simpatías del pueblo bueno y sabio.

Y todo, gracias a Andrés Manuel López Obrador.

 

laotraplana@gmail.com

@JulianParraIba

 

 

 

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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