PLAZA CÍVICA

Los magnates evaden su responsabilidad democrática

 Recientemente, el magnate mexicano Carlos Slim le dijo al presidente de la República que esperaba que el candidato de Morena “no se moviera mucho al centro”, ya que “les ha ido bien con la izquierda”. Lo anterior lo reporta el periodista Mario Maldonado, ocurrido durante una reunión entre el presidente y su llamado “Consejo Asesor”. Algunos estarán sorprendidos por la declaración del séptimo hombre más rico del mundo, pero la historia no lo está.

El ascenso del fascismo sucedió —entre otras razones— gracias a la concentración económica y los monopolios. Como bien dice el académico de la Universidad de Columbia, Tim Wu, existe una historia “incómodamente familiar”: una crisis económica ocasiona sufrimiento, apetitos nacionalistas impulsan a un líder carismático al poder, quien promete poner en cintura a los enemigos nacionales. Entre estos, se encuentran los grandes empresarios. Sin embargo, se fragua un pacto: “el líder busca alianzas con las grandes empresas y los grandes monopolios, siempre y cuando le obedezcan, porque cada uno tiene algo que el otro quiere: él obtiene su lealtad, y ellos evitan la responsabilidad democrática”.

Nuestro país es, en gran medida, el país de los monopolios. Solamente Carlos Slim tiene más riqueza que la mitad de la población mexicana y, desde el inicio de la pandemia, su fortuna ha crecido 42%, o 25 mil 500 millones de dólares (Oxfam México). Un puñado de empresas controlan una variedad de bienes y servicios, afectando sobre todo a las familias mexicanas más pobres al ocasionarles pérdidas de 31 pesos por cada 100 de ingreso (Cofece). Como comenta la escritora y política canadiense Chrystia Freeland en su libro “Plutócratas: el ascenso de los nuevos súper ricos globales y la caída de todos los demás”, la gran mayoría de los mexicanos le damos diariamente algo de nuestro dinero a Carlos Slim ante la gran cantidad de industrias que maneja en el país.

Pero el impacto de los grandes monopolios no es solo económico, sino también político. Un minúsculo pero poderoso grupo puede defender más efectivamente sus intereses que el resto de la población. Y no se necesita ser un genio para saber que los fines políticos de tan selecto grupo tienden a consistir en escribir las reglas a su favor para subir la escalera del ascenso social y quedarse ellos arriba. He ahí el “Consejo Asesor” del presidente, integrando por algunos de los grandes empresarios; el golpeteo a instituciones fundamentales como la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE); y la falta de una reforma fiscal, sin hablar de los nuevos generales-empresarios.

En la presidencia de López Obrador no solo no se ha dividido al poder económico del político, sino que los ricos se han hecho más ricos, y los pobres más pobres. Mientras tanto, el presidente convoca en Palacio Nacional a los 50 empresarios más ricos del país para que apoyen al heredero de la “4T”. ¿Seguirán evadiendo su responsabilidad democrática, o dejarán de callar y verán también por el país?

 

@FernandoNGE

 

fnge1@hotmail.com

Autor

Fernando Nùñez de la Garza Evia
Fernando Nùñez de la Garza Evia
Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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