COMO DECÍA MI ABUELA

A ver si como roncan…”

Recuerdo que cuando éramos pequeños, a mi abuela la invitaban a dirigir varios rosarios. Una vez nos pidió que la acompañáramos diciendo –a los que rezan y cantan más, les dan su bolo– por lo que de inmediato le dijimos que no solo la íbamos a acompañar, además, seríamos quienes más alto cantaríamos y con más fervor recitaríamos los rezos. Mi abuela, con una sonrisa divertida nos dijo “a ver si como roncan, duermen” y nos dirigimos con nuestras redes a las casas vecinas.

En diversos espectaculares de la ciudad, se puede mirar propaganda del Partido Verde Ecologista en la que se observa el rostro golpeado de una mujer con la leyenda “PARA QUE YA NO TE PEGUEN VOTA VERDE”. Dicha campaña es de lo más desacertada, no solamente es revictimizante, al mostrar lo que muchas mujeres sufren en su vida cotidiana, sino que, además, las responsabiliza de tomar acciones “para que ya no les peguen” cómo si ellas tuvieran el control sobre las acciones que ejecutan sus agresores.

Con este tipo de campañas, queda en evidencia que, si estamos lejos de lograr la justicia para las mujeres, en gran medida se debe a la falta de conocimiento del ciclo de la violencia y la falta de compromiso para capacitarse en estos temas por parte de la clase política de nuestro país. En diversas ocasiones y medios, se ha insistido en que las campañas de prevención del delito, no deben centrarse en las víctimas, sino, en los agresores.

Otro que se apropió de la causa Feminista, fue el candidato a la Gubernatura del Estado por el Partido del Trabajo, Ricardo Mejía Berdeja, quien convocó a la “Marcha de las Mujeres” el 23 de mayo a las 6 pm. El Frente Feminista de Saltillo, denunció en sus redes sociales que dicha marcha “es una marcha por intereses electorales”.

Pero como diría mi abuela “a ver si como roncan, duermen” y dejan de escudarse en las víctimas para hacer su trabajo. Diputados y senadores del Verde Ecologista, el Partido del Trabajo y de todos los partidos, no sólo candidatos, deberían estar votando a favor de leyes como la 3 de 3 Contra la Violencia, Ley Sabina, Ley Contra la Violencia Vicaria, Ley Malena contra la Violencia Ácida, entre muchas otras, que parece que se les olvida incluir en el orden del día a la hora de verdaderamente actuar y no solo dormir.

Sin embargo, la violencia a la que nos enfrentamos las mujeres en este país, es objeto de publicidad y propaganda no sólo para impulsar partidos políticos, sino también, les sirve a las marcas de lujo para apropiarse de las demandas de las mujeres, tergiversando el mensaje de lo que es (o aspiramos que sea) el empoderamiento femenino y la protesta en contra de la violencia.

Si bien, el desfile del sábado pasado presentado por la marca de lujo Dior, representa una gran oportunidad para visibilizar las causas del movimiento feminista en contra de la violencia machista, no me parece que el mensaje se lograra del todo. Para empezar, lo que la marca llama “inspiración” aparece bajo los reflectores como una clara muestra de apropiación cultural, lo cual, no resulta extraño para las grandes casas de moda. Además, en el cierre del evento, se escuchó el ya famoso Himno Feminista de Vivir Quintana “Canción sin Miedo” acompañando el proyecto “A Corazón Abierto” donde las modelos desfilaron utilizando prendas de color blanco con bordados rojos y calzando zapatos del mismo color, lo que forma parte de una colaboración con la activista Elina Chauvet y su propuesta “Zapatos Rojos”. Pareciera una muestra de empatía de la marca con las víctimas de feminicidio y violencia machista en nuestro país, sin embargo, cabe preguntar, ¿dónde están las víctimas? Porque me parece más lógico, antes que “darle voz a las que ya no están” escuchar a sus familias, y por supuesto, a las supervivientes de violencia en todas sus formas.

Entonces, mientras políticos y empresarios, se apropien del discurso de las mujeres, eso no será darles voz ni visibilidad a las causas, al contrario, es blanquearlas y mostrarlas de la manera “socialmente correcta” y bajo las formas y en los términos que para ellos sí son aceptables. Las mujeres ya no queremos que nos digan cómo debemos comportarnos, cómo vestir, ni mucho menos, cómo protestar. Sabemos hacerlo, lo hemos hecho cada una desde nuestros espacios, acudiendo a las cámaras, marchando en las calles, gritando consignas y promoviendo reformas a la ley. No aceptamos como nuestra una voz ajena, que habla desde el privilegio de quien observa, pero no es oprimido por su condición de sexo, por haber nacido mujer. Pero, como decía mi abuela, “a ver si cómo roncan, duermen”, estaremos esperando las acciones que emprendan para garantizar una vida libre de violencia para todas las niñas, adolescentes y mujeres de México.

 

Autor

Leonor Rangel