COMO DECÍA MI ABUELA

«Con los Santos «…

Mi abuela tenía una imagen de la Virgen de Guadalupe a la que le dedicaba el rosario todos los días. Si estábamos de visita después de las seis de la tarde, mi abuela aprovechaba para rezar todas juntas y así, acarrear más buenas obras que le permitieran la entrada al paraíso «con los Santos, santo serás« decía y nos indicaba que nos arrodilláramos en la cobija, que a modo de tapete, había extendido para tal propósito en el suelo, frente al altar de la virgen.

Recientemente, circula en redes sociales un video de el Dalai Lama, en el que, besa a un niño en la boca y luego le ofrece la lengua y lo invita a «chuparla», esto delante de muchas personas y realizando gestos «pintorescos» como si de una broma se tratara.

Quiénes defienden a la cultura ante todo, sobre todo en Twitter, saltaron a la defensa del pedófilo, argumentando que la conducta de «su santidad» se deriva de una antigua costumbre, en la que mostrar la lengua a personas de mayor jerarquía es un símbolo de honor y respeto. Esta explicación, carece de sentido ya que, no fué el menor quien inició la conducta en primer lugar y además, en las disculpas que emitió el Dalai Lama, ofrece como explicación, que le gusta jugar bromas sin una mala intención a diferentes personas y lo hace con regularidad, pero sin el ánimo de ofender.

Sin embargo, ante actos como este, a todas vistas abusivo, no se pueden ofrecer explicaciones culturales ni disculpas que puedan hacer válida la conducta principal. Lo que este personaje hizo, es lo que hacen muchos más hombres «santos» que aprovechándose de su investidura pública de moral intachable, realizan actos abusivos contra aquellos más vulnerables, aquellos que no pueden defenderse.

El mensaje que se llevó este niño es que un adulto lo puede ridiculizar, humillar, abusar frente a una o mil personas y que nadie, ni siquiera sus más allegados, lo va a defender, porque a este hombre se le permite todo, el puede hacerlo todo en el nombre de la divinidad. ¿Cuántos crímenes más vamos a seguir permitiendo en el nombre de Dios?

Así sea la iglesia católica, la budista, cristiana o una secta cualquiera que lleve la palabra «luz» en su nombre, todas estas instituciones se han valido de su poder y de la fé que depositan en ellos sus fieles, para cometer abusos y atropellos contra los niños.

No debemos dejar de señalar sus actos, por más hombres «divinos» o de Fe que sean. Ellos también encubren abusadores, ellos también abusan y salen impunes mientras las consecuencias para sus víctimas suelen ser devastadoras. Porque cuando alguien que crees bueno y noble te hace daño, ¿dónde queda la confianza? Si aquél que era bueno y que me protegía me lastimó ¿qué puedo esperar del resto del mundo? No podemos pasar por alto estas ofensas porque, si esta persona se permite besar en la boca a un niño en público, ¿qué no hará en lo privado?.

Las religiones, a lo largo de la historia, se han encargado de demonizar al sexo y encuentro en esta práctica una ventaja muy conveniente para sus fines, ya que, al hacer del sexo un pecado y de su conocimiento una condena (no olvidemos que Adán y Eva consumieron el fruto prohibido del árbol del conocimiento y con ello, fueron expulsados del paraíso) están favoreciendo que los adultos no hablen de sus «pecados» y que los niños, no entiendan entonces qué es lo que está pasando cuando un sacerdote (o la persona que sea) accede a sus cuerpos.

Los expertos en abuso sexual infantil, sugieren para la protección de los niños principalmente dos cosas: primero, educación sexual desde temprana edad, en un lenguaje que le sea fácil de entender al menor y segundo, que dejemos de pintar a los abusadores cómo «extraños» y «monstruos» ya que, desgraciadamente y según las estadísticas, el abuso suele cometerse por adultos dentro de su entorno, llámese amigos cercanos, familiares o el sacerdote de su congregación.

Aprovechemos este vídeo para enseñarle a nuestros hijos que su cuerpo es suyo, que no es no y que nadie, ni siquiera el Dalai Lama puede hacerles o pedirles que hagan nada que ellos no quieran.

Recordemos que, cómo decía mi abuela, «con los Santos, santo serás; con los perdidos, te perderás» y hace mucho tiempo que los dirigentes religiosos están más perdidos que sus fieles y mansas ovejas.

Autor

Leonor Rangel