Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo
Cicerón
La vida es, como requisito básico, sobrevivencia, para la cual venimos ya equipados con instintos que nos ponen a salvo, física y psicológicamente, de aquello que nos amenaza.
A partir de aquí, las cosas se complican. Vivir parecería de lo más natural, pero no. Todos los seres humanos deseamos una buena vida, que asociamos con la felicidad como estado emocional permanente, accesible a través de la posesión, ya sea de personas o de cosas, que nos da poder sobre los demás, a quienes asignamos el triste destino de hacernos felices, satisfaciendo necesidades, llenando carencias, sanando heridas y pagando los daños que otros nos hicieron, y así vamos en pos de pareja, familia, trabajo o incluso riquezas, estatus económico y social.
Por supuesto, la mayoría no tiene una buena vida, no está satisfecha, independientemente de lo que posea, de lo contrario no había el nivel de deterioro social y planetario que ocasionan millones y padecen otros tantos. La mayoría de esa mayoría ni siquiera ha reflexionado sobre la cuestión de lo que es en realidad vivir satisfactoriamente.
La diferencia entre una vida como la de la mayoría y una que tenga profundo sentido y significado es la conciencia: el darnos cuenta de que nos estamos dando cuenta, sobre todo de lo que sucede en nuestro interior. Somos un microcosmos: hay dentro de nosotros una zona desconocida por completo, la del inconsciente, la materia oscura, y hay otra infinitamente explorable, el universo del subconsciente.
Todas nuestras batallas, luchas, esfuerzos, entusiasmos, curiosidades; cualquier cosa que nos motive, en general, debiera estar orientada, conscientemente y con prioridad, a explorar la zona cósmica del subconsciente. Ahí vamos a encontrar pensamientos, emociones, imágenes que nos explicarán por qué carecemos de una vida satisfactoria.
Al descubrimiento de lo que ahí está soterrado reaparecerán nuestros miedos, rencores, odios, envidias, frustraciones, tristezas, pero también alegrías, afectos, ternuras, placeres. Ambos grupos tendrán que someterse a un largo y continuo proceso de templado o gestión emocional –de hecho, inacabable–, para que desarrollemos la habilidad de dominio interior con que se construye una buena vida.
Avanzamos en el artículo pasado sobre tres puntos en la gestión emocional: identificar las imágenes, pensamientos y emociones que vamos encontrando en la exploración del subconsciente; identificar y describir con precisión éstas últimas; ver cómo se asocian con las ideas y representaciones de las cosas, conformando fantasías; aceptar nuestra negatividad o sombra, que generalmente es el dominio de un ego herido y berrinchudo que demanda compensación; y, lo más importante, no creerles, nunca quedarnos con las mismas conclusiones a las que hemos llegado toda la vida, o estaremos en un callejón sin salida.
Por el contrario, necesitamos cuestionar toda aquella creencia a la que nos hemos aferrado, y mientras más apego le tengamos, más claro es el aviso de que debemos cambiarla. Las emociones a las que está adherida una convicción nos indican algo de nosotros mismos, especialmente si son negativas, pues representan un modo distorsionado y autodestructivo de percibir e interpretar lo que nos sucede en la vida.
Comenzar este proceso esa es la única manera en que podemos transformarnos para mejor. No se cambia lo que no se conoce. Y no hay nada más verdadero que el hecho de que cuando cambiamos nosotros cambia todo.
Evidentemente, no todo es trabajo interno. Para gestionar las emociones negativas y obtener de ellas sentimientos positivos, tendremos que alejarnos de aquellas relaciones tóxicas en las que tenemos opción de hacerlo. Otras deberán ser saneadas mediante la distancia emocional en presencia.
Tendremos, también, que cambiar hábitos dañinos en nuestra vida cotidiana y comenzar a adquirir otros que sean constructivos, y este paso es ya, por sí mismo, una odisea.
Nada de esto se sostendrá por mucho tiempo si no reprogramamos nuestro subconsciente, y la manera detallada de hacerlo es para la siguiente entrega.
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