AMLO no es Cárdenas. Y 2024 no será 1940
Existe la idea, que en muchos se transforma en esperanza, que el presidente López Obrador escogerá a una figura moderada en la persona de Marcelo Ebrard para sucederlo en 2024. Que, ante el creciente descontento de las clases medias y el consecuente aumento de la polarización social, tomará la sabia decisión de decantarse por una figura conciliadora. Ponen como antecedente la decisión tomada por el general Lázaro Cárdenas en 1940. Sin embargo, las diferencias entre ambos son considerables.
Lázaro Cárdenas sabía de “la distinción entre lo popular y lo populista” señala The Economist, citando a su hijo Cuauhtémoc Cárdenas. En un artículo publicado en 2017 bajo el título “El precandidato presidencial de México malinterpreta su modelo a seguir”, la revista bien comenta que Lázaro Cárdenas era “un orgulloso constructor de instituciones”. Raramente exhortaba a odiar a sus rivales, aplicó políticas duraderas –el reparto agrario y la expropiación petrolera– y perdonó a 10 mil personas que se habían levantado en contra del gobierno. Sobre todo, Cárdenas trajo estabilidad política y crecimiento económico al formar un partido político que aseguró la transición pacífica del poder, algo que el país jamás había logrado en su historia.
A pesar de que tanto Cárdenas como el presidente López Obrador pertenecen a la izquierda política, sus diferencias son considerables, tanto en su manera de hacer política como en sus políticas públicas. El populismo de López Obrador lo impulsa a ver a sus rivales políticos como enemigos políticos, lo vuelve intolerante a los contrapesos formales e informales, y lo induce a creer que su carisma es el principal medio de legitimación política, por encima de instituciones y leyes. Eso lo ha llevado a una serie de políticas públicas que han resultado contraproducentes en extremo: a desarticular todas las políticas implementadas por sus antecesores (Prospera, Seguro Popular, Estancias Infantiles, etc.); a destruir –o intentar destruir– muchas de las instituciones construidas (INE, Policía Federal, institutos de salud y medio ambiente, etc.); y a desmantelar en una medida importante a los cuadros burocráticos de la administración pública federal, dándole en el camino un poder exorbitante a las Fuerzas Armadas.
Cárdenas, al implementar muchos de los postulados de la Revolución, efectivamente polarizó al país, por lo que terminó eligiendo a una personalidad conciliadora en la figura de Manuel Ávila Camacho. Sin embargo, López Obrador vive de la polarización y detesta a las clases medias, por lo que hará hasta lo imposible para catapultar a su corcholata favorita, Claudia Sheinbaum, quien adolece del carisma del presidente pero no de sus políticas radicales (quieren destruir de inanición al instituto electoral local, y se ha disparado la opacidad en las contrataciones públicas, por ejemplo).
Cárdenas no es AMLO, ni en forma ni fondo. Por ello, lo que sucedió en 1940 no sucederá en 2024. Las próximas elecciones presidenciales serán en extremo polarizadas, y esa polarización vendrá de quien debe también buscar la unidad nacional: el presidente de la República.
@FernandoNGE
fnge1@hotmail.com
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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