La percepción de mayores niveles de radiación provenientes del Sol no tiene que ver con su distancia de la Tierra, explica Juan Américo González Esparza, con motivo del equinoccio de primavera
Ciudad de México.- A las 15:24 horas del 20 de marzo el Sol cruzará el ecuador celeste de sur a norte de la Tierra, a este fenómeno se le conoce como equinoccio de primavera, un momento en el que el día y la noche durarán lo mismo. Sus efectos comienzan a apreciarse en la vida diaria, pues la ciudad “se pinta de colores”, especialmente por las jacarandas, colorines, cazahuates y palo loco, que adornan las calles.
El investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, Juan Américo González Esparza, recuerda que los cambios de estaciones son debido a la inclinación del planeta respecto al astro rey conforme se desplaza a lo largo del año.
La percepción de mayores niveles de radiación provenientes de nuestra estrella no tiene que ver con su distancia de la Tierra, pues, de hecho, cuando estamos en invierno en el hemisferio norte, menor es la distancia con respecto a la estrella.
“La sensación de calor más bien tiene que ver con la sequía y es normal que marzo, abril y mayo sean los meses más calurosos en el hemisferio, antes de la llegada de las lluvias. Pero no tiene que ver con la actividad del Sol”, aclara el especialista.
Las horas luz que trae consigo esta época son lo que detona ciertas fases de las plantas, activando la floración, lo cual es vital para ellas, y permite que múltiples árboles comiencen a florecer, refiere Leonardo Alejandro Beltrán Rodríguez, experto del Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM.
Entre las plantas que se aprecian en floración en este tiempo están los cazahuates, árboles con tallo amarillo y flores de color blanco-cremoso, lo cual es curioso porque pertenecen a un género llamado Ipomoea que en el resto del continente son enredaderas, pero México es el único lugar del mundo donde son árboles.
“Es muy interesante y tiene que ver con las particularidades climáticas del país, aquí se desarrolla como un árbol y sus flores son muy hermosas y son típicas del Pedregal, e inclusive es una planta con muchos usos, por ejemplo en los pueblos su corteza se llega a utilizar para reducir los síntomas por piquetes de alacrán”, detalla Beltrán Rodríguez.
Otra planta que colorea las calles es el colorín; sus flores rojas y rosadas se aprecian a lo largo de la primavera, pues suele ser parte de los programas de reforestación. También está el macpalxóchitl, mejor conocido como flor de manita, cuyas curiosas flores suelen caer al suelo en esta etapa.
El llamado palo loco es una especie que algunos expertos promueven, a fin de ser incluida en los programas de reforestación para el Valle de México por su atractiva floración y estar completamente adaptado a las condiciones imperantes en la región; llega a medir hasta tres metros y medio de alto, sus flores amarillas nacen solo en la punta de sus ramas, y pertenece a la familia de las margaritas y el girasol.
“La Ciudad de México lo que ha propiciado mucho en sus programas de reforestación son especies que siempre permanecen verdes, no precisamente que tengan flores llamativas. Por ejemplo, uno de los árboles que tiene su floración en la primavera es el fresno, pero no es muy llamativa, no son exuberantes. También está el trueno, que tiene puntitas como espinas y que permanece buena parte del año y en la primavera está ya en la etapa de fructificación”, comenta el investigador.
De las plantas introducidas de otros sitios, están el tulipán africano, que tienen flores naranjas, o los palos rosados y amarillos; otra es la jacaranda, cuyas flores violetas caen en las calles en esta época generando “tapetes de color”. Es originaria de Brasil, donde las condiciones climáticas son diferentes a las de México, pero en algunas regiones se ha adaptado e incorporado bien al paisaje.
Todas poco a poco se han adaptado a las condiciones en la CDMX: temperatura, altitud, cantidad de lluvia y viento, aun cuando requieren de la mano del ser humano para sobrevivir. Otras especies, como los encinares y pinos, son la vegetación propia de la región donde vivimos; aunque carecen de flores llamativas, tienen verdor todo el año, finaliza Beltrán Rodríguez. (UNAM)
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