COMO DECÍA MI ABUELA

«Cómo te ven…»

Cuando estudiaba en la universidad, le conté a mi abuela que los catedráticos nos exigían un código de vestimenta formal cuando teníamos que presentar exámenes orales. Mi abuela asintió con la cabeza y me dijo -Claro así debe ser,  «como te ven,  te tratan» y me recomendó utilizar trajes sastre y zapatos de tacón para dichas ocasiones.

Me parece que el refrán en cuestión, además de exponer una gran verdad, también expone una naturaleza bastante discriminatoria que sigue enraizada en nuestra sociedad.

Basta con ver, por ejemplo, lo sucedido la semana pasada con Yuridia y el programa Ventaneando que lleva años criticando el peso y el cuerpo de la cantante. Afortunadamente, las redes sociales se encargaron de recordarles que hablar de los cuerpos ajenos y opinar sobre ellos no solamente está mal desde un punto de vista moral, sino que además es discriminatorio y puede acarrear consecuencias legales, cómo lo señaló la Secretaria de Gobernación, a través de la Comisión Nacional para Prevenir la Violencia contra las Mujeres (CONAVIM), mediante un comunicado en el que dejaron en claro que dichos actos discriminatorios pueden ser tipificados como violencia digital y mediática.

Pese a lo anterior, el conductor Daniel Bisogno, insistió en el tema, recalcando que «si a mi me dicen que estoy gordo o que soy flaco o lo que tú quieras, pues en mí está el trabajar en eso para que no me afecte» revictimizando a todas aquellas personas víctimas de bullyng y gordofobia, trasladando la responsabilidad sobre quién recibe los ataques y no sobre quién los lanza. Cómodamente se deshace de su responsabilidad y se olvida que, así como «está en mi el trabajar» en lo que dicen sobre mi persona también «está en mi el trabajar» sobre lo que opino públicamente de los demás.

Similar a lo que sucedió cuando la actriz Michelle Rodriguez, decidió participar en la portada de la revista Marie Claire, mostrando su cuerpo y fue atacada de por «romantizar la obesidad» y por no cumplir con los estándares de belleza estereotipados.

Esta exigencia de la sociedad para pertenecer a un molde específico en el cual cabe lo que se conoce como bello es mucho más estricto cuando hablamos de mujeres que cuando hablamos de hombres.

Esther Pineda, autora del libro «Bellas para morir», realiza un análisis que va más allá de los cánones de belleza establecidos en el siglo XX y que se remonta incluso a las representaciones de la mujer que existían desde la prehistoria. A raíz de esto, afirma que son las industrias cosmética, discográfica, de los concursos de belleza, médica, pornográfica, etcétera, las que «han bombardeado a las mujeres con estereotipos y prototipos de belleza para que se conviertan en consumidoras de los productos y servicios que ofrecen» lo que arroja como conclusión que las mujeres somos vistas como objetos para ser consumidos, no como sujetas.

Esas personas que se preocupan porque se está romantizando la obesidad como se lo mencionan a Michelle y a Yuridia y a muchas otras actrices, son las mismas que, por otro lado, argumentan que «el talento es lo que importa» cuando se expresan de figuras como Guillermo del Toro, porque la otra cara de la gordofobia es la misoginia.

Toda esta idea de un solo cuerpo válido, que además se va modificando según lo que se ponga de moda, envía un mensaje para todas aquellas personas (sobre todo las mujeres) que no se encuentran dentro de este, el mensaje es muy claro; «tú estás mal, tú estás en un cuerpo equivocado pero nosotros tenemos el remedio», eso justamente es lo que constituye la violencia estética.

Pero es cierto, como decía mi abuela, «cómo te ven te tratan» por eso justamente es que las mujeres hacemos ruido, nos expresamos y nos hacemos ver con nuestras opiniones, con nuestras voces, con nuestros talentos, con nuestras protestas, con nuestros cuerpos.

El verdadero estado de salud que debería importarnos es el de la urbe, la sociedad en general, somos una sociedad enferma incapaz de hacer una revisión más profunda y analizar realmente aquello que nos va a ayudar a sanar. La deconstrucción y el feminismo nos pueden dar una pauta de hacia dónde seguir ya que nos preocupa tanto la salud de otros, podríamos preocuparnos por nuestra salud (social) primero.

Autor

Leonor Rangel