Jesús María Echavarría y Aguirre: la persona antes del obispo

 

De acuerdo con Bernardo Batiz Echavarría, su sobrino nieto, el tercer obispo de la Diócesis de Saltillo se caracterizó por su buen humor y don de gentes

Originario de Bacubirito, Sinaloa, Jesús María Echavarría y Aguirre, fue el tercer obispo de la Diócesis de Saltillo de 1904 a 1954. Su carisma y don de gentes fueron siempre sus cartas de presentación.

Así lo relató su sobrino nieto, Bernardo Batiz Echavarría, quien lo recordó como un hombre cálido y bien recibido en cualquier lugar al que asistía.

“En la familia le decíamos nino obispo. Tenía una estrecha relación con la familia y la manera de referirnos a él como nino era porque fue el padrino de varios de los miembros de la familia. Su curato en la Catedral de Culiacán lo lleva a haber sido el cura que casa o bautiza a muchísimos de los miembros de la familia”, compartió en exclusiva para El Heraldo de Saltillo, en entrevista telefónica.

“Yo fui confirmado a una edad poco usual, cerca de los 20 años, porque mi mamá quería que fuera mi padrino de confirmación don Jesús María y esto no era raro que ocurriera en la familia, por eso había varios casos en los que era válido referirse a él como nino”, agregó.

SU CAMINAR RELIGIOSO

Siendo el mayor de 12 hermanos, desde niño se caracterizó por su profunda devoción por la Santísima Virgen María, lo que lo llevó a iniciar su camino religioso en el Seminario de Culiacán, ordenándose sacerdote el 18 de octubre de 1886.

Gracias a su vocación, fungió como prefecto y catedrático en el Seminario de Culiacán para luego convertirse en cura y vicario foráneo de la Parroquia del Fuente, para ser enviado posteriormente a la Parroquia del Sagrario de Culiacán.

Tras regresar como rector al Seminario de Culiacán, el 3 de diciembre de 1902, monseñor Santiago Zubiria y Manzanera, segundo arzobispo de Durango, lo nombró vicario general de la Diócesis de Sinaloa.

“Además de sacerdote fue la figura masculina mayor de la familia. Era una posición en gran medida significativa, mi abuelo Francisco era hermano de don Jesús María”, mencionó el entrevistado.

SU LLEGADA A SALTILLO

Luego de un fructífero camino religioso en su entidad natal, el 16 de diciembre de 1904, el Papa Pío X lo nombró tercer obispo para la Diócesis de Saltillo, distinción que su familia recibió con gozo. Tomó posesión de esta encomienda el 27 de marzo de 1905.

“Después de su nombramiento, la relación se mantiene vía epistolar, fundamentalmente. Nosotros teníamos mucha relación, era una gente importante para todos los eventos familiares”, externó Bernardo.

“Un día estaba confirmando e iba en su calidad de obispo, rito que requería la cachetada famosa del obispo al confirmante y al confirmar a un niño le toca el cachete como requiere el rito y el niño voltea y dice ‘papá, me pegó el payaso’. Lo más significativo es que es una anécdota que me platicó Jesús María, de suficiente buen humor para poderlo platicar. Era muy simpático”, recordó.

FUERA DE MÉXICO

Batiz Echavarría rememoró que durante su episcopado, Echavarría y Aguirre partió de México en dos ocasiones. La primera a causa de la Revolución Mexicana y la segunda por la Guerra Cristera. En ambas ocasiones vivió en Estados Unidos, radicando en Florida, Texas y California.

“Uno de los sobrenombres para don Jesús María era el obispo migrante porque él tuvo que viajar muchísimo”, comentó.

BEATIFICACIÓN EN CURSO 

Fundador del Seminario de Saltillo, Hermanas Catequistas Guadalupanas y de múltiples escuelas hogar para niños en situación vulnerable, después de 96 años de una vida dedicada a la Iglesia Católica, monseñor Echavarría y Aguirre falleció el 5 de abril de 1954. Sus restos mortales descansan en la cripta de la Catedral de Santiago, en Saltillo.

“Don Jesús María muere en abril de 1954 y en abril de 1954 yo cumplí 19 años, unos días después de la muerte de don Jesús María los cumplí. No estoy en la posición de poder hacer una evaluación de la capacidad humana o de entendimiento de hasta dónde se había desarrollado el espíritu de Jesús María para entender sus efectos con los demás”, contó.

Años después de su deceso, gracias a sus obras en favor de la Diócesis que dirigió y a su compromiso evangelizador, el Papa Francisco lo elevó al grado de Venerable el 7 de febrero de 2014, mientras que la solicitud para su beatificación continúa estudiándose por el Sumo Pontífice en el Vaticano.

El propio obispo de la Diócesis de Saltillo, Hilario González García, ha declarado que continúan los avances en la investigación sobre las cualidades del religioso, a fin de documentarse un milagro o evento de naturaleza sobrenatural que impulse esta causa y se reconozca la santidad de monseñor Echavarría.

Sin embargo, para su familiar, el hecho de que se concrete o no esta intención, no merma lo que en vida representó para su comunidad diocesana, para quienes convivieron y con él y lo conocieron y, mucho menos, para su su familia.

“En lo personal, no me impresiona mucho la santificación de algún miembro de la Iglesia, siendo yo bastante religioso. La beatificación es simple y sencillamente un reconocimiento de algo, hay un reconocimiento por parte de la Iglesia de las virtudes cristianas excepcionales de un miembro de la Iglesia pero que no tiene más importancia”, dijo.

“Esto no cambia para nada la vida, los méritos y la situación más allá de la persona que en este caso se trata, eso no es novedad para las gentes que tuvimos oportunidad de conocerlo”. (OMAR SOTO / EL HERALDO)

Autor

Omar Soto
Omar Soto
Reportero de El Heraldo de Saltillo. Apasionado por la cultura y lector voraz.